Para no
perder tiempo, voy a empezar con una obviedad y decir que los
momentos son únicos e irrepetibles, pero al mismo tiempo tienen una
evolución, una proyección, un desarrollo. Ese desarrollo está
integrado en una dinámica global que no tiene criterio, y que por
tanto no juzga, no elige, y ejerce su acción, expone sus hechos de
forma implacable. En definitiva, los momentos son fugaces e
insustituibles, pero nunca acaban.
Cuando
ganas en algo dices me lo merezco, cuando pierdes algo sientes que el
universo está en contra tuya. Es tonta una cosa, y es tonta la otra.
Las cosas que dices que te pasan están insertadas en un continuo que
te trasciende, un fluir que comenzó mucho antes que tú y que
continuará cuando te retires del cauce. Lo que dices que te pasa es
un resultado puntual, que tomas al azar, del continuo desarrollo de
los acontecimientos. Eres tú el que necesita evaluar el momento,
cuando agotas la paciencia. Todo se está moviendo constantemente.
Cuando evalúas tu momento, acotas ese movimiento por donde te viene
en gana, y te formas una opinión basada en la proyección arbitraria
de tu subjetividad. Acabas sintiendo que las cosas que pasan, pasan
para ti. Pero el mundo no gira para ti. Desde esa perspectiva forzada
desde tu subjetividad, el mundo es tuyo, sí, pero tú sólo eres una
parte insustituible, aunque naturalmente prescindible del devenir de
todo.
Siempre
cometes el error de poner un signo a lo que dices que te pasa. Tus
evaluaciones del momento, son resultado de procesos que incluían
acontecimientos de signo contrario. Lo que tú llamas tragedia empezó
en alguna comedia, e incluso más allá, y la buena suerte cogió
fuerza en los tiempos de desgracia. Eres tú el que olvida las raíces
puntuales de lo que te pasa, desligando unas cosas de las otras. Eres
tú mismo quien elige decir que estás en la cúspide o en el
agujero.
No
debemos envanecernos con los triunfos, pues hemos olvidado las
podredumbres de las que provienen, y no sabemos las miserias que nos
traerán. No debemos dejarnos abatir por los reveses de la fortuna,
pues los criamos en momentos de éxtasis y alegría que hoy tenemos
olvidados, y no sabemos las posibilidades que alumbrarán en
nosotros, ni los premios para los que nos están preparando.
Las
cosas pasan, pero no están pasando para ti. Eres tú mismo el que
las hace tuyas, el que las llama injustas cuando no te vienen bien y
merecidas cuando consigues lo que anhelabas.
Piensa
que te dan un premio, y la vida sigue. Tú te sientes colmado y en
armonía con el Universo pero, ¿has pensado en cuántos no han
ganado ese premio? La vida sigue también para ellos. Cuando estás
en el centro de tu desgracia, entiendes que cualquiera es más feliz
que tú, y ves que el mundo te está dando la espalda, tu chica se
va, tu cartera está vacía. Pero la vida sigue. Todo se está
recolocando constantemente, sin criterio ni elección, porque en
realidad no hay un plan maestro en la vida real, no hay una
conspiración del Universo para que triunfes ni para hundirte en la
miseria. No hay un plan así para ti ni para nadie. Las cosas pasan
sin elegir, y siguen adelante.
En fin,
eres tú mismo el que tiene que atender y vivir el momento presente,
que es único e irrepetible, y además, estar pendiente de por dónde
van a ir los tiros de los tiempos venideros.
Siempre
es saludable encontrar el momento de decirte lo bien que estás. Por
tu salud y equilibrio emocional, siempre es aconsejable encontrar a
tiempo el momento de decir que la cosa está a punto de reventar.
Todo se va a seguir moviendo, igualmente, pero tú encuentras un área
de descanso en la que atronar el mundo con tus bravatas de
triunfador, o con tus lamentos de patético desgraciado.
A todo
esto, se me ocurre, cómo no, que tú no me quieres. Vivo el momento
presente y me descompongo y ando desintegrado e indeciso, entre la
rabia y la pena, claro. Pero respiro un poco, levanto la barbilla, y
te miro la nuca, la espalda, el culo, y las piernas, que se van
haciendo más y más pequeñas, y me pregunto al mismo tiempo que
adónde irás, en qué voy a estar y quiénes hemos empezado a ser.
Me quedo
en la absurda y arbitraria sensación de que no todo está perdido.
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