Mientras sabemos para qué sirve o para qué es, yo lo voy a hacer a lápiz.
Quiero que sea seco y sin preparos, que siempre haya disposición en cualquier momento y lugar. En una silla, de rodillas, en la cama; en un rato cualquiera. Quiero que todo lo que necesite lo pueda llevar a la vez en las dos manos.
Sabiendo todo el tiempo que se puede borrar, nada borraré. Quiero que tenga vocación de efímero, aunque lo que diga tenga la aspiración de encontrar su lugar como mensaje definitivo. Esas cosas de torpemente humano.
El trazo será simple, cercano a las luces y limitaciones de la voluntad. Puede ser burdo una vez, para que otra vez sea afilado. Y tendrá pinta de plan maestro, aunque desde su mismo principio sea definitivo y sin ensayo.
A lápiz, en cualquier parte puede decirse, aunque su mensaje se desgastará. A su limitación, pues, tengo que ponerle mi máxima atención, mi respeto y mi cuidado.
Yo supongo que en mitad de mi pasmo, tengo que hacer algo que señale la transitoriedad, que es algo más comprensivo y esperanzador que vernos impuestos a lo provisional, a lo caduco, a lo de paso. En fin. Algún tipo de mensaje de que lo que está tiene ganas, se afirma, pero no se aferra, y se va.
Algo que dice he venido para siempre, pero adiós, menos mal.
Advertir que esto del lápiz lo hago en un cuaderno blanco de mierda del chino, que se descuaderna cinco veces de cada tres, que una vez una amiga regaló a un amigo, y que con posterioridad heredé. Pues como la vida, oye, que te la dan, y vete tú a saber.
A lápiz, como la vida que yo no quiero. Y sin meterme demasiado en la razón o la intuición que me lleve al porqué y me sacó del por qué no, estoy viendo que me va bien a lápiz, y que estoy hasta los cojones de los poemas de amor.
A lápiz va a ser humilde y cercano, distinguido de pueblo, interesante desde las metrópolis y accesible para los snobs de secano.
A lápiz, como nuestros corazoncitos, va a ser sensible a la presión, a la fuerza, a la dirección y a la rugosidad o tersura de donde cae. A lápiz es como vivir en un lugar o en otro, como cuando la gestión de la amistad/enemistad, que te hace.
A lápiz diré flojo y ambiguo para qué sirve y quién sabe. La negrura será relativa y le faltará contundencia, la delicadeza, será frágil, y el silencio, precario. Con tan sólo su propio roce, lo dicho se ensuciará, el mensaje se desgastará y la rotundidad, en el tiempo, en el simple movimiento de paso, habrá de palidecer. A lápiz.
Lo voy a escanear simple, para acoger a los accidentes que se producen en esa nobleza que la aceptación promete. Para que crezca independiente a mi control lo limitado.
Si en la vida sospecháramos la posesión de algo definitivo, la nostalgia nos atenazaría.
Nadie puede saber, en su gesto, en la obra de su vida, en la redacción de su proclama, cual es su lugar propio en el oscuro devenir de las galaxias. Mejor aprovechar nuestro momento de voz en decir algo contundente aunque pasajero. Decir algo vital y aligerado que aproveche el tiempo, que pasa.
Voy a reproducir en pérdida, para no llegar a pensar que ya quedó dicho y compuesto, montado y presentado como un mensaje final. Que siga con susto y se comporte como invitado. Que lo que diga vea que quedó dicho y la vida siguió, y los acontecimientos le sobrepasaron.
Mientras sabemos si sirve, y para qué, yo voy a hacerlo a lápiz. No vaya nadie a hacerse la idea errónea y siniestra de que permanecemos más allá de lo que soñamos.