Antes pensaba que mi frase era "más lejos". En algún momento todo ha empezado a desmoronarse sin explicación y ahora, apenas en un susurro ahogado, me sale "más adentro". Como todo se me sigue descomponiendo hasta la elementalidad, tampoco sé decir si es más adentro de mí, o más adentro de las cosas, de la emoción de todo, o más adentro de la gente. Ayer me crucé contigo. Parecías venir de dar la vuelta a la manzana con tu perrito. Noté como una vacía ansiedad en la boca. Ibas tan bonita, abriendo el aire muerto del Patronato como una amorosa cuchillita abre de parte a parte una línea en un hígado crudo humeante. Y todo era precioso y doloroso, mientras te miraba subiendo la cuesta. Qué lejos el tiempo en que me sentía cerca de ti tan sólo por ir a buscar mi manzana. Qué lejos ese ánimo para ir a cruzar contigo alguna palabra, buscar un resquicio, un pelito que se pusiera en la cara de nuestra mínima conversación intrascendente que a mí me lanzara a aventurar un dedo para apartarlo. Qué ganas de que quisieras que te tocase la cara. Ahora los planes para vivir se me derrumban cada tres minutos, y no sé si esa ley que te tenía está más lejos o más adentro. De ti o de mí. Todo se me revoluciona inmaduramente cada vez que te veo. Pero todo es como el dolor de una nostalgia por ese aliento que yo tenía para acercarme. Ahora, me miro hacia dentro y soy un bloque de piedra con el interior agrietado. No encuentro qué decirte porque no encuentro que tenga nada para darte. En un mundo imaginado y fantasioso yo sé que la presencia de una persona que se ofrece ya podría ser toda la ayuda y el alimento que una mujer como tú podría aceptar, aún sin haber imaginado que necesitaría. En ese mundo de fantasía, aún siendo un bloque de piedra con el interior agrietado, tendría en mí todo ese bien para regarte, para incorporarme a la normalidad de tu corriente diaria y poner un aporte que nos acabe dando vida. Pero ahora no tengo fuerzas para manejarme con la fe que se necesita para emulsionar ese aliento imaginado con mi vida diaria. Ahora te veo pasar, como estoy viendo pasar todo, y mi cara de bloque de piedra con el interior agrietado, no mueve un músculo ni una comisura, y dice sin boca: más lejos. Y todo el bien que yo tendría para regarte se encuentra la boca cerrada, las manos quietas y los pies clavados, y ese torrente se vuelve hacia dentro, cada vez más adentro, y acaba anegando de silencio la parte más delicada. La primera que se rompe cuando todo está empezando a desmoronarse hasta el fin.
Jag.
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