Supongo que acabaré aprendiendo a
dejar de andar de un lado a otro, como el camarero de un sitio
elegante, que te sigue paciente y silencioso, sosteniéndote la copa,
mientras deambulando sin prisa, buscas la mesa en que te sentarás.
Sencillamente, en la vida llega el día en que el bolígrafo se
gasta, y se acabaron los ensayos. Hay que tomar partido aunque no
tengas pistas sobre la opción digna.
Me he dado cuenta de que, como si cada
uno de nosotros llevara el extremo de un hilo infinito que con sólo
vivir se va desmadejando, me doy cuenta, digo, de que con tanto
elegir, avanzar, dudar, corregir y desandar, preocupados como estamos
todos en mantenernos agarrados cada cual a su hilo propio, no
conseguimos más que tener la vida llena de nudos que nos impiden el
libre movimiento. A fin de cuentas, unos y otros vamos buscando
acomodos, climas más amables, sin dejar de estar pendientes de los
movimientos y decisiones de la gente que nos importa. Llegamos a
identificar los nudos con la propia relación que los forman, con la
persona misma. Le prestamos toda la atención a las condiciones y nos
despistamos de lo único que realmente importa. Pero, ¿y si de
improviso empiezo a ver que esa atención no nos lleva más que a
mierdas insostenibles, a situaciones de pasado melancólico que se
remolonea, alimentando al presente en precario, y lanzando semillas
de negras sospechas para el futuro? De repente, y pensando en esos
nudos que hacemos entre unos y otros, viendo las resultas de tanta
contención, honestidad, valentía, respeto, audacia invasiva, viendo
que haga lo que haga, en mi caso prevalece la tensión del nudo por
encima de todo, viendo que ni llega a compensar lo comido por lo
servido, me planto. Ya está. Que las grandes decisiones se tomen
solas. Estoy harto de mis tontas estrategias sin futuro, de vivir
colgado dibujando expectativas para acabar mascando frustraciones,
mientras improviso algo relacionado con sobrevivir, más que con
vivir. Basta. Se me acabó esa buena cara.
¿Sabes? Será por el cansancio en la
convicción o porque acabo perdiendo, sin remedio, la tensión
competitiva, que estoy más bien desmotivado de eso de ir tirando de
mi hilo. Me estoy quitando, o algo parecido. Los nudos, así, se me
relajan con todo Cristo. Y de pronto hay aire, un espacio en el que
caben cosas que ni sospechaba. De pronto ella me mira con un deseo
simple y descubro que quiero algo así, hecho de besos sencillos que
no quieren servir a las grandes ideas. Supongo que estoy cansado de
todos esos nudos que he ido dejando por todas partes en mi vida, en
mi tonto deambular en pos de colores dignos para el bordado de mi
estúpida bandera del Innombrable. Sólo la poesía merece tanto
dolor de cabeza.
Quiero todo el amor ahora mismo, y no
dejo de pensar en ella, fíjate.
Los nudos se me relajan milagrosamente
bajo un cielo limpio. ¿Y mis grandes enigmas, dónde quedan? Pues
ahí mismo están, al lado justo de mis desafíos más nobles,
dormitando como paquidermos ociosos, despreocupados e inútiles, que
tengo que sortear para continuar mi camino.
No quiero pensar. No quiero sentir. No
quiero más que besos que se abandonan a la pura entrega. Besos que
sólo se sirvan a sí mismos.
Coín, 31_12_2013
.
esto es precioso
ResponderEliminarGracias Helena.
EliminarPara mí también ha sido revelador.
Terapéutico.
Es tan difícil no sentir...pero resulta un texto terapeutico de verdad...te envío besos ke se sirvan a ellos mismos y a ti tb
ResponderEliminarGracias Jose
ResponderEliminar