Cuando, sonriendo por educación y quedamente, pues necesitas de esa sonrisa reparar algo roto o enfermo, algo lleno de dolor y miedo, y falto de luz y de belleza, de brillo y confianza en el presente arrastrado, perspectiva efectiva para el porvenir, cuando sonriendo así, te ve entrando por la puerta, tu dentista piensa inconsciente en el dibujo de la solería de la explanada de entrada de su casa de campo, y con satisfacción se descubre admitiendo para sus adentros, que en esas condiciones, las tuyas y las suyas, encontrándose en un mismo lugar y tiempo, lo normal es que sonría mejor que tú.
Jag.
15_9_2020
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