Nos ponemos, entre ignorantes, soberbios y atrevidos, con un lápiz y un cuaderno, a desentrañar la cosa cuando, como mucho, conseguiremos abrirnos paso entre el pelaje espeso de su lomo. Nos compondremos ahí un nido en el que acurrucados e inmóviles nos esconderemos, esperando aterrorizados que la vergüenza pase de largo surcando los cielos.
Jag.
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