28 de abril de 2020

Día 44 del confinamiento,


DIGNOS Y DESEABLES
Hola. Encerrado. Leyendo, escribiendo cuando una palabra me llama o algún pellizco se me retuerce más de lo debido. O mejor. O más raro.
No. No estoy haciendo un diario del confinamiento para publicarlo y dárselo a leer en el futuro a los niños que no tengo. No quiero entrar en esa crónica bochornosa. En el futuro, contaré que la gente se llenó de estúpidas esperanzas, que como no queríamos pensar, nos lanzamos a una especie de melodrama infantil en el que el mundo salía mejorado sin que tuviéramos que hacer nada. Contaré que no esperaba nada de una gente que llama felicidad a la satisfacción, lo más instantánea posible, de sus placeres. Contaré que no tenía esperanzas puestas en gente que llama progreso al dominio del mundo natural para la conquista de su propia comodidad individual. Comodidad confundida con serenidad espiritual. Con satisfacción corporal y salud mental/física. En el futuro contaré que siempre siento que vivo solo porque nadie hace preguntas valientes. Todo el mundo está enfocado en que todo lo incómodo pasará. Lo que molesta y agrede a nuestro plano horizonte. Nadie tiene valor para pensar de verdad en lo bueno ni en lo malo. Confinado, leyendo y escribiendo como siempre. Solo. Encerrado. Y no. No es para entrar en alguna antología curiosa y mediocre We Are The World. Yo no quiero To Be The World. Esto lo hago por poner un subrayado eventual a la única salida que concibo normalmente. Leer. Escribir. Mi lluvia, cataclismo, mi sol, mi pobre mesa coja, paisaje de nieve imaginado, y apagones, incendios, mi mierda, mi tontura. Leer, escribir encerrado palabras que vagan llamando a gente que no se da por enterada. Leer, escribir, porque no soy como ellos, por lo visto. Bolígrafos finos y groseros, y zapatillas, tapones de cera y cuadernos arrugados. Libros. Libros pintorreados que viajan conmigo a todas partes por no ir tan solo, y folios sucios mediacara, porque no soy como ellos. Yo no soy un prometedor oportunista trending topic autotune. Yo estoy pasado de moda a conciencia. Voy a destiempo de nacimiento. No quiero quedar con nadie para no aprender a ser listo como ellos. Leo encerrado, escribo confinado porque vivo confinado de nacimiento. He acabado viniendo a vivir al lugar donde no se debe decir lo guapo y lo distinto que soy cuando tú no estás delante. Un completo remanso de angustia y confort espeso, donde todo el mundo sabe mucho más y mucho mejor que yo, y que nunca tienen preguntas. Por eso, insisto, leo, escribo, para no ser como ellos. Encerrado, como antes. Es sólo una rutina. No quiero volver a jugar a que me encuentro con gente que dirigen todos los temas a la lectura más fácil que tienen de sí mismos, porque así es como intentan evadirse de sí mismos. Así se justifican. Con canciones de la radio. Así se cargan de sentido. Nuevos hijos. Nuevos coches. Más rápido. Siempre jóvenes. No quiero dejar de leer, de escribir encerrado ensordecido, para volver a encontrar lecciones de vida de gente que se está dejando ir sin inquietud hacia la enfermedad y la muerte. Gente que no vive y que tiene miedo a la muerte. Normal, claro. Pero yo aborrezco sus monsergas. Me aburren sus fiestas terriblemente, me la sudan sus bobos acontecimientos. Leer solo es mi vida social. Escribir encerrado es todo el amor verdadero al que aspiro. Alguien apuntará que esto no es humano. Pero que se vaya a tomar por culo con su humanidad. Yo sé que la estoy cagando pero bien. Pero es con los ojos abiertos. Pero bien. Cuando alguna palabra me llama, yo voy, y nos tenemos que encontrar el punto, qué te creías, tenemos que dedicar unos momentos a hablar de cosas intrascendentes, para que el desarrollo de la posible comunión de nuestras naturalezas no se nos llene de estúpida gravedad. Y casi siempre es sencillo, como yo quería, aunque a veces no veas los sudores, casi siempre emocionante, complejo y a punto de romperse, como todo lo que importa: yo la miro a los ojos, y yo sé que algo está ardiendo en un remoto mundo que se está formando, ella me pone como muy normal una mano en el hombro y entonces ya está todo hecho, porque no lleva cargadas las tintas y es sin ruido y yo me digo que hace tanto tiempo, y no veas tú cómo follamos. Me bebo su sudor, letra por letra, y nada se me olvida nunca. Y en la parte suave nos ponemos dolor porque nos gusta, y cuando todo está más delicado nos rompemos cosas. Y salimos reforzados. Nos escupimos. Nos insultamos. Ponemos mala cara y arañazos, no vaya a ser que lo que sea que nos estemos queriendo, acabe dándose por sobreentendido. Porque mi palabra y yo follamos porque nos queremos, no te vayas a pensar que es un vicio. Bueno, también nos follamos haciendo tiempo a ver si en algún momento nos amamos, que no todo es siempre tan idílico. También nos sufrimos y soportamos poniendo un poco de desesperada fe ciega, como las personas y las palabras normales, no vayas a creerte. Sin pensar nos metemos de lleno en cosas calientes que no mostramos al mundo a la primera, confiando en que así vamos a acabar ella y yo haciendo nuestra vida, y que en algún punto de ese baile oscuro ella y yo vamos a encontrarnos de verdad en un nivel profundo. Por fe que no sea.
Mientras tanto, aquí al lado, los ruidos de la mediocridad, que no sabe estar sola y se muere de ganas de volver a la calle. Mientras espera que la cosa se arregle, hace tiempo, se entretiene y llena de aplausos su escasa bravura, y extiende un decorado impresionante para disfrazar con brillo y homenaje la muerte de sus sueños. Así que ya ves. No te sigas engañando si en el futuro me ves engordando eventos, intentando escapar sin rumbo conocido por los campos. Yo estaré realmente aquí, encerrado, leyendo, escribiendo en zapatillas. Dando vueltas con palabras que entiendan que ellas y yo hacemos buenas cosas cuando nos sentimos dignos y deseables.
Jag.
26_4_2020



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