10 de febrero de 2021

ALGO CÁLIDO Y ESPESO QUE NOS HIZO DEJAR DE SONREÍR

  


Algunas veces tú sabes que esto parece el fin del mundo. Que todo es eléctrico, nervioso, en peligro y desquiciado. Entonces me haces preguntas a morir. Me dices cosas mordedura patada brazo retorcido. Y yo te escucho. Te escucho como aguantando la tormenta. Te escucho porque sé que toda la gente y yo estamos pasando un tiempo de mierda torturado sin sentido. Te escucho mientras piensas dolorosa en voz alta, aguanto los embates porque tienes que hablar y hablar y yo te escucho porque para eso y otras cosas yo he llegado a tu mundo desde mi constelación de tornillos herrumbrosos motores fiables incomprendidos que tardan en calentar antes de subir y bajar y rondar la falda de tu montaña sin prisa sin glamur sin miramiento todo lo que le dejes y le dé la sangre del depósito abollado. Te escucho porque además de eso, tú también estás en ese tiempo de mierda que nadie comprendemos y es como verdad que parece que se terminó el mundo como lo entendíamos. Y eso sí lo comprendo y te tengo toda la paciencia y todo lo demás que te he contado, y que te pone de los nervios, y que en realidad a mí contigo me sale de lo más sencillo. Me sobrevive eso, lo rumio tantos momentos en soledad enmedio de nuestra suciedad y nuestro miedo y nuestro ruido, porque también para eso yo sé que he llegado a tu mundo desde mi constelación de tornillos herrumbrosos etcétera, y porque sé cómo eres tú, que eres una fuerza de la naturaleza, y en la naturaleza todo es desmedido, y no perdura una óptica egoísta, y todo es por un fin que nos contiene, que es la vida sin más, y todo es desprendido y generoso, y nada es para siempre: tu tormenta se apacigua. 


Entonces tu momento es una compota de manzana caliente. Es como un infierno que cae en la cuenta de las cosas, que ha sufrido crestas hondonadas de vértigo y todo se resuelve en una espesa, lenta, tierna y concentrada dulzura. 


Imagina el desgarro que me hace tu voz de calma. Imagíname con tu voz de músculo, de garra y de pluma. Dios, imagíname cuando pones voz de sueño, de sed y de hambre. Imagíname. Sigues sabiendo del dolor y del infierno de la gente en general y de nosotros. Pero empiezas a preguntarme con esa voz que tienes de yerbecilla sin nombre, pero cómo es posible que no me hayas tal y tal, y yo te digo que ya sabes por qué. Y se te ocurren otras preguntas por el estilo y tú sabes ya lo que te voy a ir contestando, porque tengo eso contigo desde el principio, te lo he dicho siempre, con urgencia por mostrarme, con todo lo que haya ido pasando, y sabes que yo no te engaño. 


Jag.

10_2_21



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