30 de agosto de 2018

Que no suene imperativo,


ama a quien amas, ama
a quien crees que amas,
ama a quien cree
que le amas, a quien
espera, necesita, desespera
que le ames. Ama, por supuesto,
a quien te ama, por descontado,
a quien crees que te ama,
y por cierto, también
a quien esperas, necesitas
que te ame. En todos los casos,
ama, no esperes,
y no desesperes por los
desajustes temporales,
socioeconómicos, éticos y morales
que supuestamente puedan darse.

No te preocupes por el tono,
el color, ni la talla. Ni por el número,
el grado ni el acento. Es más, te diría
déjate. Pues todo
obstáculo e impedimento
es menor que el imperativo amor,
que es al tiempo
nombre y verbo,
y lo es y lo hace
más allá de las pobres opiniones,
los ridículos sentimientos,
pasiones, barruntos, caprichos,
coincidencias, encerronas,
rendiciones y deslices
de quienes son, de quienes
creen que son, de quienes
esperan, necesitan, desesperan
y eso.

Jag.
13_8_18


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