26 de julio de 2020

GRANDE, SECO Y PEREILA


Cuando te cruzas y adivinas que es ella, pero no haces nada diferente de lo que estabas haciendo, cuando haces como que ella no existe o no es alguien reseñable que consiga alterar la senda de ti, el borroso porvenir de tus acontecimientos, cuando haces como que tienes cosas mucho más interesantes que pensar, que no tienes tiempo siquiera de pararte a atender a lo que ella tiene entre sus piernas, por ejemplo, cuando haces como que no te gusta de verdad y contestas sin que nadie te pregunte que no necesitas nada porque ya estás bien ocupado en tus cosas, yo tengo que darte la razón en que todo lo tuyo va a ser seguramente menos ridículo y miserable que si actuaras reconociendo punto por punto todo lo contrario.
También es verdad que no es para todo momento. La poesía pasa por la calle con su vestidito amarillo, y tú hueles sus perfúmenes y tú te quedas quieto y fuerte y seguro de ti, y a salvo, y la dejas que pase y siga su camino, y te dices que adónde íbamos a ir ella y yo tan distintos como somos, y qué se le iba a ocurrir a ella contestar de lo que yo le pudiera llegar a decir, y al revés, y qué se le figuraría a nadie que yo pudiera ofrecerle, tan pobre que yo soy, y todo queda normal y aburrido y falsamente digno y asumiblemente siniestro como una llovizna suave de verano, que se acumula sin violencia ni ruido en el terrado, y una gotera que se cuela y cae delante del Capitán General de Los Ejércitos Celestiales, que se ha quedado absorto congelado en la casa a punto de desmoronarse, con un chándal caro trasnochado descolorido, con unas alpargatas de noble paño enmohecido con pegotes en las suelas, urdiendo imaginarias que nadie entiende para qué, mascullando verdades que no se necesitan hasta cuándo.
Jag.
23_7_2020


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario