22 de agosto de 2023

ES QUE NO TENGO QUE PONERME


Trabajo y leo, y todo lo derivado que viene con trabajar y con leer, y así casi todo el tiempo posible. Por frío, por aburrido, por cardo.
En un medio descanso-paso-espaciotemporal entre lo uno y lo otro, me ataca un flaqueo: le estoy dando la espalda a la gente en sí. No me pasan cosas con personas, y así cada vez les tengo menos que contar. Y también: lo que sólo pasa dentro de mí, en realidad en qué incide en la vida, y en mí ya no hay sorpresas y me falta calle, enterrado en vida, porque uno solo qué acontece, y así.
Voy por la calle y alguna y alguno me dicen te pillé, y yo, para mí, por qué no. Y al segundo están soltando en voz alta alientos pensamientos compactos que empiezan y terminan en uno, que no soy yo, y que no quieren conversación. En ese segundo se explican a sí mismos a voz en cuello venoso la sarta de estupideces que puede desarrollar uno solo en su pobre mundo interior, todo envuelto en un solo con su voz melodiosa. Y cuando intentas meter un verbo, diosmío, y cuando aportas adjetivo, todo se ofende, y con un artículo, acabóse.
Y en un segundo ya me salta la agenda: es por esto que hace tanto que no le llamas. En un segundo ya veo que la calidad del fraseo cerrado de mi estupidez es mucho mejor que lo que me dan. Y entonces echo de menos terriblemente el estar encerrado en mí, comprobando a cada segundo la variedad y riqueza de matices cromáticos de los sucesivos ángulos de refracción de la hermosa luz de cada día sobre mi mierda. Y así está uno sin sorpresas y enterrado en vida y uno solo sin calle, para lo que acontece.
Jag.
23_12_22


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