Hay un tiempo, que es la reunión de
muchos tiempos, que podríamos llamarlo nuestro tiempo despreocupado.
Nos pasa casi completamente
desapercibido, aunque a poco que te fijes, ahí está, delante tuyo.
Un buen día coge cuerpo, y se te hace tan presente, que a lo mejor
te sientes culpable de no haberle echado cuenta, y te preguntas pero
en qué estaba yo pensando entonces. Te preguntas si estabas en Babia
o en standby, si andabas entusiasmándote por algo que a día
de hoy no recuerdas, o si por el contrario estabas ahogándote con
las cosas normales, con las fortuitas, las maravillosas carambolas o
las desastrosas casualidades que cada día te absorben la atención.
El caso es que estás viendo que ese
tiempo despreocupado, que acabó por pasarte desapercibido, también
era parte de tu vida, y ya pasó, y este pequeño detalle, el de
percibir de improviso un tiempo tuyo que no volverá, según tus
circunstancias actuales, tu estado de ánimo, situación
económico/laboral, sentimental, según tu prestancia psíquico
emocional, y por qué no decirlo, tu estado de salud, tu edad, etc;
pues este pequeño detalle, te hará vivir ese precioso tiempo
perdido como una simple curiosidad, como una anécdota o como una
insalvable tragedia.
Creo que raramente vas a quedar
indiferente cuando veas ante ti mismo, en el momento presente, cuánto
hiciste de más y cuánto hiciste de menos en ese tiempo que te pasó
y que no viviste. Puede ser que tu despreocupación, o tu
falta de atención, estuvieran basadas simplemente en que tu espíritu
no levantaba un palmo del suelo. Esto hacía que tu vida fuese más
sencilla, pues hoy, con la distancia, ves que en aquel entonces la
gente te dejaba en paz. Te das cuenta de que, en realidad, la vida
sólo opuso exigencias a las que tú ponías, y ves que, remontando
el río más arriba de los rápidos, cuando todo es fresco,
inmediato, puro y ruidoso, cuando no tenías noticias de la
profundidad, tú eras, a fin de cuentas, apenas una mínima
preocupación o una pequeña esperanza para tus padres. Eras apenas
una parte atomizada del trabajo de tus maestros. Hacías tus cosas,
hoy lo ves, sin percibir que nadie estuviese analizando tus
potencialidades, ni dirigiendo tus valores, ni desnudando tus
ambiciones.
Hoy ves la fuerza de aquella candidez,
hoy ves que sólo de su mano podías, aunque sin saberlo, sentirte
libre. Echas de menos esa libertad que no sabías ver.
En vez de lamentarte, o encogerte de
hombros, sorprenderte o acariciar ese tiempo despreocupado que hoy se
te presentó, a lo mejor hoy podrías arremangarte un poco más para
concienciarte de lo que hoy mismo tienes entre manos. A lo mejor, hoy
podrías hacer lo posible, a conciencia, para que tu vida sea más
plena o más digna. Una vida de ojos abiertos y corazón dispuesto.
A lo mejor, también, hoy podrías
intentar desconocerte del todo de ti mismo, relajarte de todo y
entregarte a un lento, constante e indolente fluir del tiempo que
vives hoy y pasará. A lo mejor, viendo hoy la cata puntual de lo que
tus sueños y aspiraciones, tus amores, esfuerzos y anhelos han
venido a resultar, a lo mejor decides que lo mejor es abrir
enteramente los ojos a la despreocupación, y dejar que tu tiempo de
hoy avance por sí solo, alegre o arrastrado, hasta que se le acaben
las ganas, las distancias, el sentido de sus propios ímpetus.
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