Voy andando hacia la biblioteca por la Ronda Sant Antoni. Me he despertado mil veces esta noche. Te tengo dando vueltas por dentro del cuerpo y otra vez me he levantado temprano, solo, extrañamente repleto de cosas tuyas. Me he encontrado un humor raro: cada vez sé menos si me las querías dar. Estoy excitado de insomnio, espoleado de incertidumbre y renuncio a asignarle epítetos ventajistas, vagamente esperanzados a lo que, con implicación fluctuante, manejamos.
Amenaza lluvia, y me siento culpable por haber deseado que salieras un rato de mi cabeza. No sé, por probar. De todos modos, estoy bien. Más guapo que antes, aunque mis andares, que ya eran nerviosos, se han acelerado.
Por la acera, delante mío, va un filipino con su hijita de la mano, de unos tres años. Estoy en un ritmo de adelantarles dentro de unos metros, pero de improviso, nos ha pasado un hombre calentando para la Cursa de la Mercé, supongo. Entre ropa y complementos lleva medio Decalón. La niña, algo jadeante, ha preguntado:
-Papá, ése quién es?
-Va corriendo- contesta, algo distraído.
-¿Corriendo?- le mira, mientras les adelanto por la izquierda.
-Sí, corriendo, ¿ves? Así: hop, hop, hop... ¿Tú quieres correr conmigo?- le dice a la nena, a mi espalda.
Un silencio minúsculo e interminable, y un poco antes de que sus voces se me pierdan del todo, la niña, en su media lengua dice:
-Yo soro quero bailar.
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28 de septiembre de 2014
27 de septiembre de 2014
24 de septiembre de 2014
23 de septiembre de 2014
ESTIMADAS FUERZAS DE LO OSCURO:
Aunque
nunca espero entender
su
obstinada pujanza en emborronarme
la
sonrisa echándome
cada día
a la calle
por
conseguir pagar el alquiler,
tengo
que expresarles
con
satisfacción inquina
que no
va a ser éste el primer mes que,
con el
corazón enamorado,
voy
andando, cantando a mantener
los
andamios de mi alegría.
Mientras
ustedes buscan con encono
grietas
en mi voluntad pistas de un cercano
desfallecer
rajones
agujeros
en mi
condición en mis zapatos,
mientras,
les digo, con toda
la
generosidad que me cabe,
con
mirada limpia alimento
la Fe el
Amor que abarrotan
las
bodegas de mi bajel.
Yo voy
pleno de belleza
insultantemente
pertrechado
para
afrontar tormentas imprecaciones
calmas
desesperantes en
mi
neblinosa singladura. Pueden seguir
riendo
por mis dientes torcidos
por mis
ropas arrugadas, mas
a poco
que abran de verdad
los ojos
verán
que no
más que en el bolsillo
y en el
tupé soy precario.
Ya
pueden bloquearme los puertos
ya
pueden cerrarse de piernas
las más
dulces ensenadas.
Yo no
quiero ver tierra, pues sé que Ella mira.
Me he
subido al palo mayor
y pongo
en venta mis mensajes celestiales.
Con una
parte de entusiasmo, y con otra
de
desesperación, estoy bordando
mi
bandera. Abro el pecho a los vientos
para que
observen mi mirada limpia.
Sobre
todo ustedes
saben
que las cosas son como son, pero
estimadas
fuerzas de lo oscuro, acomódense
en su
vida lógica y dejen pasar los tiempos
y dejen
pasar las cosas,
verán
cómo mi alma aguanta
verán
que mi rodilla,
si no es
por Amor,
no
se
doblega.
20 de septiembre de 2014
ESOS DÍAS
Pues estoy en esos días en que me
acuesto tarde, me despierto temprano, y en el tiempo de enmedio no he dormido
demasiado.
Estoy en esos días en que te pienso,
tan desconocida y tan de mi familia, tan de años luz abismos de distancia y tan
de piel parecida, corazón de mi talla.
En esos días en que no te vas de mi
cabeza, ni dejas de dar saltitos soltando risotadas sin voz en mis silencios.
Esos días en que los líquidos los
huesos las carnes los tengo revolucionados, y todo se arrebata se sublima se
desbarajusta, se mueve se aquieta, se enardece se tranquiliza a la vez y sin
sentido mientras te pienso.
Días en que despierto buscando papeles
en blanco, y todo está tan bien colocado en mi malestar completo, que te pienso
y me río en voz alta hasta acabar aceptando la escondida posibilidad de
lanzarme a besar lo primero que tenga a mano. La funda de las gafas por
ejemplo.
Admitiré pues, que estoy en esos días
en que, mientras te pienso, ver crecer un texto que me va gustando no es más
que dar aliento a lacitos floripondios parches componendas, que me hacen una
casa a medida en los barrios periféricos de la vida real, mientras avanza la
mañana.
Y a pesar de que entiendo desde una
parte muy mía que sin haberte tocado ya sé que tu alma me sienta como un
guante, tengo que aceptar la posibilidad de que en el peor de los casos yo no
soy quién, y tú a lo mejor no eres nadie, como para que nos pongamos juntos a
escenificar delante de la gente pasiones epopeyas, o compartamos anécdotas
planes sencillos de la mano, siquiera.
Estoy, en fin, en esos días en que
Facebook lo solucionaría todo diciendo que es complicado.
A ver, chica, es que es de cajón que
mejor que pensarte y ponerme a escribir, mejor que admitir en un poema que te
estoy haciendo sitio por dentro y ponerme a besar lo primero que encuentre a
mano, mejor que todo eso, hubiera sido todo más sencillo si me dejo de
historias y te beso a ti.
Detrás de ese beso, observo que
estarías tú. Y ya está bien de dárselo todo a la poesía.
Te pienso, y a todo eso que me sale
mientras te pienso, y sin conocerte demasiado, ya sé que le ganarías tú en
textura, temperatura y corazón.
¡Y dónde va a parar! Ése beso sí que
sería una solución.
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19 de septiembre de 2014
ESE RITMILLO
Normalmente, me suelo enamorar unas
cinco veces al día.
Hoy tengo el susto metido
en el cuerpo:
acaban de dar las dos
y ya me he enamorado tres veces de la misma.
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cinco veces al día.
Hoy tengo el susto metido
en el cuerpo:
acaban de dar las dos
y ya me he enamorado tres veces de la misma.
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16 de septiembre de 2014
13 de septiembre de 2014
12 de septiembre de 2014
11 de septiembre de 2014
QUE ME ASPEN SI LO INCENDIO
Aquí
me tenéis para
decir
sin vergüenza, tacto ni
preámbulo
ni grifo ciertas cuestiones
que
no me importan, a saber: los
años
vacíos ni los días preñados, no importan,
ni
cuánta materia orgánica, que con furia escatológica
esparcí
mecánica
mientras
agitaba banderas, en mis tiempos,
la
tuya, la mía
la
que teníamos a mano, la que guardábamos
en
el corazón, no importan, espabila, pues
los
colores, las opiniones, las sensibilidades,
se
ponen allí, se quitan de acá, y las alumbramos
con
el sol que nos conviene. No importan
los
amores que se pudren por exceso de riego, los que
dejé
secar saltando por la ventana, dejándote
una
tonadilla en los labios. No importa
la
frustración, con su contrato indefinido,
con
su pan bajo el brazo, la dolorosa
falta
de fe, la escasa convicción
que
tengo puesta en las sorpresas
que
me tengan preparadas mis congéneres: los que
van
como locos por la calle, absorbidos por sus asuntos, los que
tienen
la ilusión de mi compañía. No importa
demasiado
tener
los dientes repartidos
por
todo lo ancho y largo de la geografía,
y
haberse levantado con
patética
sonrisa
echando
de menos el suelo. No importa
el
calor de mí ni el frío de los otros. Ya está bien.
Que
le den por culo a la consideración
a
la mano izquierda y a la academia
de
las normas de cortesía, porque
no
importan,
que
revienten de una vez
los
campos semánticos,
los
grupos estrambóticos
comisiones
matemáticas
de
vacua logística.
Que
les lluevan los premios y se los lleven
de
una puta vez al Olimpo,
que
les lluevan las multas
cuando
las rimas
les
chorreen por las pantorrillas,
que
les lluevan los amores,
que
les suden los honores
redactados
firmados compulsados por el subsecretariado
del
Alto Comisionado de la Real Baja Alcantarilla.
Que
les lluevan y que me dejen, que les den viento
a
bocanadas o cutres soplidos de entretiempo, mas
que
se vayan flotando con su coro
de
angelitos descabezados, y que pongan el huevo
allá,
allá a lo lejos, más lejos
de
donde picó el pollo ultravioleta.
Que
no importan, te digo, y que se me esfumen,
que
se descompongan en mil colores,
en
privado,
los
cenáculos improvisados que
dedican
su vida, lo mejor
de
sus fuerzas a hacerle ahogadillas a la perdiz
en
la caña
en
el vermú
en
la sevesa biar
en
la absurda
en
la desastrosa complicidad que afianza
la
pluma improbable,
ésa
que les llevó
a
adoptar postura imposible,
cada
una, cada uno
en
su caso, en su casa
intentando
llegarse con la lengua materna
a
su pichita, a su chochito.
Y
también viceversa, eeeh?
No
se me malinterprete,
no
se me ofendan matrones ni patronas, vuelvan,
vuelvan
en paz a sus aspiraciones, vuelvan,
vuelvan,
en fin, a sus revoluciones
a
sus pegatinas trascendentales
a
sus dientes de leche apretados,
a
fin de cuentas, están sobradamente dotados:
¡Aaay,
qué tetas turgentes,
aaay,
qué muslos aceitados!
¡Ooooh,
con sus pícaras sonrisas complacientes,
ooooh,
con sus ojetes debidamente decolorados!
Pero,
¡Reyes y Centollas! (No)
¡Gallos
y Galletas! (No)
¡Perros
y litronas! (Ahora, ahora
retomo
la tensión de la rima):
que
se vayan, sería lo lógico,
que
se vayan y dejen sitio a lo lícito. Yo sé
que
suspiran por poner sus desvaríos en el top de las tendencias,
yo
sé, pues con frecuencia se agachan
y
se les ve el vivillo,
que
en secreto admiran
a
los que dieron un palo eficaz al agua,
a
los que acabaron sentados en eventos, en subvenciones
a
la derecha del padre,
a
la derecha de la madre, joder,
a
los que superaron con número sus deficiencias de género, supongo
que
es lógico, admito
que
es lícito, por ello
pueden,
por mí, queridos queridas hermanos hermanas,
reventar
en paz, yo sé,
que
una mitad vino a la poesía
porque
les salió un master, yo sé
que
la otra mitad la abandonará
porque
les salió una cana
mirando
adelante, o de culo, todos estos
volverán
volverán
al negocio de sus padres
volverán
volverán
a ese rinconcito de su corazón en el que cuadran las cuentas
volverán
volverán
con las bocas listas para chuparle el internet al vecino
lógico,
admito
lícito,
supongo
que
pongan el picante en las comidas familiares
tocando
en secreto, con el pie desnudo
a
la hija del ferretero,
con
los ojos en blanco al primogénito del farmacéutico mientras
con
aterciopelado acento
susurran
en voz suficiente:
“Llou
ounai veiss
fouí
ain dai pain dain tístai”
No
importa, no importa y perdonad
que
haya perdido el hilo recordando tontería
perdonad
sin envenené el verbo sacando a pasear mi sucio filo,
no
todo va a ser brillo, hostia
no
todo puede ser una honesta indagación por
la
rara belleza de mi tiempo, ¿Acaso
habéis
perdido la perspectiva elemental
de
que soy tontamente humano? ¿Acaso
olvidáis
que integro la plaga
que
hace sangre al planeta?
Por
la buena digestión de vuestros primeros calostros
no
me relajéis la vela, pues sabed
que
no fumo ecológico
que
no como animales felices de véritas
que
no visto comercio justo
ni
viajo solidario.
Soy
frugal, sencillo aunque no siempre fácil
qué
queréis, cago mierda de pueblo,
densa,
consistente y si hace frío,
convenientemente
humeante,
y
yo la miro, y yo le digo
un
adiós desangelado pues sé
que
un alto porcentaje del peso y el sentido de mi mensaje
me
abandonará cuando tire de la cadena.
Así,
ya ves, es eso, y ya está.
Excusad
la rima que sobrevivió al excusado,
mantened,
en lo posible, la risa, aún con dientes afilados, yo sé
que
hay que sostener la cara como un buen vecino, yo sé
que
puedo haber picado alguna teta caída, yo sé
que
algún malnacido puede darse por escandalizado, mas
consolaos,
que eso también es vida.
No
pido perdón, pues la ofensa sería una buena señal:
algo
bueno aprenderemos o algo inútil rompimos. Excusad,
eso
sí, que tan estúpidamente
en
cosas que no me importan, me haya alargado.
Después
de todo,
mear
vinagre desde el trampolín
y
que me aspen si lo incendio,
es
lo único que me calienta,
lo
único que me divierte.
¿Qué
puedo decir de lo que me importa?
Me
siento huérfano, soltero, escupido, aburrido, segregado
de
alguien a quien le interese.
Son
apenas cuatro cosas
que
uno comprende en silencio
cuatro
cosas que uno construye en vacío,
tontas
cosas que contemplo en subjetivo.
Nadie,
nadie
da un paso efectivo. Nadie,
nadie
puede acceder a la verdad de que
el
tesoro al que voy
ya
lo tenía de niño, alegría,
que
no pide el paro, valor
para
mantener a salvo
esa
tonta inocencia que me hunde y me aleja
de
la elementalidad humana, no es lícito
ponerte
a buscar palabras, convenciones
a
los motores de las entrañas.
De
mi natural sale el seguir solo. Eso es
lo
lógico. Mantenerme
empalmado
para dar al mundo
lo
que es del mundo. Poner
el
alma ensanchada en lo que
entre
líneas
va
dando cuerpo al poema. Y aquí,
porque
en mi huerta el trabajo nunca acaba, aquí
improviso
mi torpe despedida.
Déjenme
en paz, pues, las huestes de la medianía,
que
estoy ocupado en mantener encendido, en secreto
ese
fuego que yo tengo. El fuego
que
no se ve y que ilumina por dentro
las
cosas que no estaban.
Ese
fuego que enardece
el
trotar trastabillado
de
mi potrillo purasangre.
.
10 de septiembre de 2014
9 de septiembre de 2014
8 de septiembre de 2014
7 de septiembre de 2014
6 de septiembre de 2014
5 de septiembre de 2014
4 de septiembre de 2014
3 de septiembre de 2014
EL PESO
Me
levanté temprano, de la mano de un desvelo hecho mitad
soledadansiedad,
mitad incertidumbre, mitad calor sofocante. Me voy andando a Correos,
y tengo que aprovechar la mañana. Finales de Agosto, tú. Con el
rabillo del ojo, veo los fichajes, mirando por el otro lado intento
sortear la felicidad de los demás, que es tan pesada en esta ciudad,
cuando vas camino de tu existir precario. Hay que aclarar que el
problema radica básicamente en una cuestión de tiempos: multitudes
de bienvenidos y bienvenidas que no tienen apremios más allá (ni
más acá) de la paella de microondas que comerán a la caída del
crepúsculo, y están delante y detrás, y a un lado y a otro,
(prácticamente en todas partes, con sus camarotes digitales y sus
extensores del selfie),
mientras tú intentas pasar, porque al otro lado está tu objetivo,
tu pobre objetivo diario, o simplemente tu alarmante y dolorosa falta
de objetivo definido. Y mientras tú estás pensando llego tarde,
llego tarde, mientras tú estás pensando qué mierda voy a hacer con
mi vida, pues ellos están llenando tarjetas con recuerdos
imborrables. Aclarar que cuando van siete por una calle del centro,
por una acera, ancha o estrecha, no van como los siete enanitos,
cantando a trabajar, ni a casa a descansar, qué va, van como los
siete magníficos. Y llegado a este ejemplo no puedo dejar de
reconocer que se me ha ido retorciendo el hocico en esta ciudad. Yo
antes decía
-Sorry,
thank you, merci, danke, grazie mile.
Y
pasaba, sonriendo.
Ahora,
cuando se me paran a contemplar el pálido reflejo de una voluta en
un escaparate, cuando se me paran de improviso, en gran grupo, porque
se han acordado de que en alguna parte han despreciado la posibilidad
de comer sin ganas una piadina, o un crépe, o un shawarma, pues
ahora sólo me sale
-A ver
si nos aclaramos de una puta vez (pronunciación andaluza).
Y paso,
sin más.
El
debate ciudadano no es que se muera Peret ni que se vaya Xabi Alonso.
El debate ciudadano es la elección entre tener todo el tiempo del
mundo con un bolsillo de mierda, o escuchar el triste tintineo de tus
monedas, mientras desperdicias tu música, tu tiempo de sol, de aire
puro, en el lugar de trabajo. Sigo caminando, eludiendo estas y otras
perniciosas consideraciones. Todo lo mío está cogido con pinzas,
con alfileres. Sigo atravesando este Agosto malvivido, en el que mi
marcha se ha reducido a una chibeca por la noche, viendo películas
de biblioteca comiendo un bocadillo. Menos mal que ya va pasando.
Ahora sólo queda superar el síndrome postvacacional de los amigos.
Y pensar menos mal, menos mal que no tengo tele, menos mal que no me
caliento más de lo debido, y mantengo a distancia prudente la
posibilidad de cambiar el libro por el palo. No quiero ayudar a
empeorar las cosas. Sobre todo las mías. Prefiero seguir adelante,
aunque ciegamente. Prefiero mantener mi bisoñez, a saco. No pensar
en que se va el artista denostado, no pensar que se muere el
cantante, que se muere el poeta y no baja la proporción de burros,
sino más bien al contrario. Sigo, sigo intentando no amargar la
cara, sigo, sigo componiendo mi canto por dentro, sigo dando gratis
mi tesoro. Cobrando por marear la perdiz y, mientras reviento, todo
el turismo que puedo pagar es imágenes de google.
Mejor no
hablar del Amor. Al menos mientras mi amor propio no haya
descongelado.
He
llegado a las escaleras de Correos y el helicóptero, allá, en las
alturas, no ha dejado de dar por culo. Qué es lo que vigila, me
pregunto, si en el mes de vacaciones están cerradas hasta las
tiendas de pinzas, de alfileres. Supongo que la ordenanza les obliga
a enseñar los juguetes, más que nada por justificar sueldos,
partidas, presupuestos y oposiciones. En fin.
En la
escalera, mientras subo, veo cómo la duerme a pleno sol un guiri
treinti blanco de moreno salmonete. Uno de los que han venido, es
preciso aclarar, no uno de los que se han quedado. Y yo me digo hay
que ver: en su país bebiendo en una bolsa, besando bajo el muérdago,
y aquí follando entre contenedores con las claritas del día. Y
empujo la puerta giratoria, y me digo no me extraña, me digo que no
es raro que con tanta facilidad, se sigan produciendo Milers,
Orsonweles, y Heminguays.
Entro.
Pulso mi
botón, cojo mi turno.
Busco el
formulario de envío certificado nacional.
Lo
relleno.
Busco el
formulario de envío certificado internacional.
Lo
relleno, y me digo:
-Ya
veremos ésto cuánto me va a costar.
No he
acabado, y ya ha pasado mi turno, pues la oficina está propia para
hacer un rodaje.
Pulso
(nuevamente) el botón de antes y,
cojo el
turno de ahora.
Qué
cansancio.
Me toca,
al fin.
Me
acerco, digo:
-Buenos
días.
-Buenos
días- contesta el funcionario.
Meto los
formularios por la ranura.
Meto los
paquetes en el torno giratorio.
El
hombre se dispone a girar el torno, pero como es un verbo compuesto,
ya lo he girado yo, que no tengo toda la mañana.
Con esa
alegría de trabajo fijo, automatizado,
coge el
paquete del envío nacional,
lo pesa,
hace
unos tecleos en la calculadora,
pegatinita,
código
de barras,
sello y
firme aquí.
Yo me
tenso, no he visto el precio ni el peso en la balanza, pues
tengo
las gafas del lejos.
El
funcionario, como sin sangre,
coge el
paquete del envío internacional,
lo pesa,
hace
unos tecleos en la calculadora,
pegatinita,
código
de barras,
sello y
firme aquí,
y yo,
que sigo tenso, pues
mientras
el funcionario pone mis envíos cada cual en su cesto,
yo sigo
sin coscarme de lo que sale en la calculadora.
Inquiero
(solicito):
-¿Ésto
llega, verdad?
-Tiene
que llegar- me dice con un acento marcial desganado, y añade- son
envíos certificados.
-Ahí
dentro van mis trabajos- le suelto- y TIENEN que llegar, que una vez,
envié normal, y me perdísteis un mosaico.
El señor
andaba sacando el tíquet, grapándolo a los resguardos, y asomándose
por encima de sus gafas, me dijo:
-Hombreeeee,
es que si envías normal, jejejejeje.
(Cinco
“e” y cinco “je”. Un doble cinco: ...)
(Respiración,
por mi parte, domando el acelero, conteniendo
malamente
la rabia, el improperio, la leche que me sube, mientras
una
neblina de incomprensión se va extendiendo, helada, amenazadora,
sobre el cristal que separa su silla, su oposición, sus trienios,
de mi
aguante,
de mi
ira natural,
de mis
menguadas fuerzas para la educación.
Unos
tensos segundos que me concedo para ver que el hombre
ha
abierto los ojos a su metedura de pata, y ahora
no tiene
cojones de levantar la mirada.)
Al
final, gasto la corrección que me quedaba, para decirle:
-Te
pagaré con tarjeta.
Y poco
más. Me clavó quince euros, y se nos acabaron las palabras.
En un
silencio formal, pulsó el botón de siguiente, mientras yo me
encaminaba hacia una parte insignificante de tiempo libre.
Pensé
en políticos concretos, en asesores anónimos, en familiares a dedo
y en jaurías de subsecretarios. Pensé en catetos trajeados,
pulsando los botones que ponen a funcionar a estos funcionarios. Y
luego me vinieron a la cabeza, las risas de mis amigos guiris
residentes, cuando hablan entre ellos de los servicios del país. Me
vino, sonrojantemente, el peso que tenemos. Sí. En PLURAL.
Verás,
yo no ando con banderitas y esas mierdas, pero cuando falla lo normal
en el sitio en el que estoy viviendo, yo no me río. A mí me da
vergüenza. No me importa que sea responsabilidad de otros. Y no me
río, además, porque a mí la vida no me perdona ni un fallo. Actúo
lo mejor que puedo por decencia, por responsabilidad, y porque si no
lo hago bien, lo acabo pagando. Es muy simple. Yo no dejo de pensar
en que si los gobernantes, con todos sus consejeros, chóferes,
chupópteros en nómina y tristes asalariados, admiten con humor y
desparpajo la parte podrida de nuestra normalidad, si se ríen
abiertamente de lo que está mal y debería estar bien, si admiten
esa base traicionada, ¿no es eso condicionar con trágica alevosía
las bases de los que tenemos que pelear por acceder a la normalidad?
¿No es eso reírse, en definitiva, de los que, pese a lo que pese,
intentamos hacer lo correcto, aún cuando sabemos que el juego está
adulterado?
Salgo
con un pellizco que me corta el cuerpo, pues no se me olvidan esos
que se ríen de su propio trabajo mal hecho. En los políticos que
los crían con ese humor, mientras miran para otro lado. Y en nuestra
pobre normalidad de migajas, que sólo se sostiene con nuestras
buenas interpretaciones, con nuestro buen humor, natural de país
meridional. Los guiris se ríen con razón, pues además de ver claro
el peso que tenemos, asisten atónitos a nuestras ínfulas de mundo
civilizado. Por no hablar de tanto mareo con la identidad, la
cultura, los símbolos, las sensibilidades traicionadas, y las
fechas, las efemérides a las que agarramos nuestros tenderetes para
cargarnos de razón, cada uno en su decorado. No puedo dejar de
pensar qué desastre.
Salgo
para el gótico, no sé si con prisa o con ansiedad por saber de una
vez qué mierda puedo hacer el resto de la mañana. Algo que sea
sencillo, me pido, que sea mío y que sea honesto. Que sea de MI
normalidad. Algo que pueda crear con rabia no destructiva, con humor
no avergonzante. Algo que sea productivo, que me dé tiempo a comer y
no llegue tarde a los flyers.
Encamino,
pues, el resto de la mañana hacia una biblioteca que queda abierta.
En el
Carrer de la Ciutat, la balanza anti-complejos, dice que YO tengo el
peso de George Clooney.
(Siento
haberme quedado sin comentarios)
.
1 de septiembre de 2014
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