Todo lo que veo es
acabar
acabar
acabar.
Y yo sólo quiero empezar.
Jag.
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Todos llegaremos a donde nos esperan, aunque
iremos con todo lo que quiere impedirlo.
Jag.
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Escribo para entenderme. Y también para dibujarme. Que cuando ya no esté para decirme o explicarme, quede plasmado por mi mano el pulso de lo que acabé por ir entendiendo de mí.
Lo que de mí escriba será una realidad que quedará palpable entre todo lo que de mí cuenten cuando ya no esté, que será tan fantasioso, tan torcido hacia un entendimiento de otros, tan contaminado, tan malevo y ficticio.
Escribo para que quede algo más que el desdibujo de lo que haya entendido de mí la gente, que es lo que entiendo yo que se acabará imponiendo.
Jag.
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Igual que no encuentro
esperanza ni cobijo
en el futuro que esté viniendo,
igual no puse en esta mañana
el arreglo del lamento
y torcedura del ayer. Aunque
sí que es palpable y cierto
que en el día que ya pasó
no había lugar para la conciencia
ni corazón ni hechos para la fe
en la valía rotundidad hermosura
del amanecer de ahora mismo
en este día corriente.
Jag.
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Antes de firmar un papel, que dejará cristalizado y patente algo de ti, pregúntate si es la pasión, voluble, efervescente, la que guía tu mano.
Jag.
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No tengo nada que contar, pero
tampoco tengo corazón
para privaros
de esta letra tan hermosa.
Jag.
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La vida es el color de tu apuesta.
No es ganar o perder. Es ir a lo grande o ser comedido.
Eso es, en realidad, lo único que ocurre.
Jag.
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Que qué siento dice.
Todavía estoy intentando llegar a cumplir mi compromiso de cero emisiones en 2018.
Jag.
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Te dicen, camina siempre agradecido por el aire, como si fueses con los pies dejando besos en el suelo.
Eso era hermoso, eso era digno, eso parecía honesto.
La vida va poniendo sus condiciones, que hacen que las alegrías vayan llegando cada vez a cimas menores. A éxtasis cada vez más templados.
De manera que cuando la gente te mira de lejos, tu caminar se le va figurando el de un viejo perdido y sin prisa, cargado de cajas de cartón, que no tiene un lugar concreto al que tenga que llegar a una hora determinada, porque le esté esperando o le necesite una persona específica.
Jag.
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hambredejag.blogspot.com
A día de hoy, en este momento, decir que he estado caminando por la calle. Uno como yo se pregunta qué es el rumbo para saber el rumbo, qué es el destino para saber mi destino, cuál es el objeto, por saber si mantengo vivo el espíritu ése de cuando yo creía en una visión, por ejemplo, de cuando uno iba a hacer de todo con su entusiasta honestidad, cosas pertinentes adecuadas apropiadas, por ejemplo, cosas que iban a dar sentido y aliento a la posibilidad de un poco de hermosura en el mundo, por ejemplo, cosas que iban a ser útiles para mí mismo, por supuesto, por descontado, por ejemplo. Uno dice ay el destino, uno dice ay la visión, y se ríe de puro ingenuo, uno dice ay el objeto y se ríe, ay el sentido, por ejemplo, y se ríe de puro vacío y desaliento, y uno dice pues bueno, pues eso, y yo hoy a día de hoy, en este momento, caminando en esas, me he encontrado en el jersey, a unos centímetros por encima de donde me estará latiendo por su cuenta el corazón, una hojita verde del primer tercio de la hoja compuesta de una jacaranda, y aunque me he dado cuenta de que la catástrofe está adelantando alegremente la primavera, he optado por contener la exclamación, la sorpresa, el resuello, y le he dicho quedo y delicado, tú seguramente no habrás llegado a pensarlo ni a saberlo ni a sentirlo, tú seguramente, sin rumbo, sin destino, sin una visión clara de tu papel en esto que yo llamo vida, por ejemplo, has acabado acercándote sin llegar a quererlo, a esa parte de mi piel bajo la que arde calladamente la parte más monstruosa de mis putas ganas de vivir. Y debo decirte que sí, que no hace falta que lo sepas, que lo quieras, que lo pienses o lo sientas para que la vida sea así. Yo no quiero coartar el alegre solazarse de los chorros descontrolados de la manguera de los designios. Que todo sea o esté en su ser natural. Yo, sin querer meter en esto una mano más alta que otra, no puedo evitar sentir en las profundidades de mis adentros, que si quieres que todo esto siga marchando, es vital que no empieces a abrumarme con tus expectativas.
Jag.
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Si no has decepcionado a alguien que ya te trataba, en realidad no has cambiado tanto.
Jag.
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Puestos a ser inclusivos con las minorías, favoreced espacios para gente que piensa por sí misma.
-No nos queda amor. Lo tenemos pedido.
Voy por la calle fría andando despacio. Creo que voy a tener que pensar en qué puedo ocupar las tardes.
Jag.
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Es fugaz ese momento en que me siento querido por la vida. En una punta de alfiler, una casa vestida de siempre, con un cielo grande arropando un campo de aguanta, en el que respiran flores de sigue, enmedio de mares yerbas de todavía.
Jag.
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Emm, bueno, ya sabes que todo siempre apresurado, como que se acaba, como que se escapa, que se desdibuja hasta dejarnos el cuerpo con la sensación de que nunca había sido ni estado ahí realmente. Yo lo dejo caer así, como blando y aparatoso, como temblando la mano que lleva el plato de los espaguetis, y todo cae tragicómico sin ruido levemente humeante. Yo no sé hacerlo bien, me parece. O es que no lo tengo todo puesto en el sitio, en cuanto al alma, a la viabilidad de mi espíritu, me refiero. Verás, yo sé que aún es pronto para bajar los brazos así de lastimosamente, que todavía tendrán que venir tiempos en los que seguramente mi fiabilidad, mi consistencia serán parcas, frías y humildes como las de las simples piedras. Que todo va a empeorar, seguramente, estoy queriendo decir. Esos tiempos que aún no han llegado, vendrán con esa dura certeza honesta, y sólo entonces me quedaré sin margen de seguir pidiendo un lugar decente en el mundo. Pero qué puedo decirte desde mi hermoso fango maltratado. Estoy en algo más que un tiempo en que no entiendo la holgura de ese margen. Ya ahora mismo me entiendo como esa piedra que sirve más bien poco. Quizá a la simple fuerza de la gravedad, a la violencia más tonta y más primaria, y a poco más. Yo imagino que nunca voy a oler contigo un pan que hayamos amasado y que tenemos que sacar del horno. Soy esa piedra con esos escasos márgenes de mejora por lo que de malo o de lógico aún no haya ocurrido. Soy esa piedra que da para más bien poco, y que además tampoco puede confundirse con una piedra interesante que llevas contigo. Es más, tampoco soy una dura piedra consistente a la que confiarle un lugar en el pilar de una casa en la que puedas cuidar y resguardar y esperanzarte con tus hijos. Soy una piedra pequeña, sucia y gris con agujeros en su cuerpo. Quizá lo más emocionante que pueda darte sea la posibilidad de que cierres un ojo y te construyas la ilusión de que vas a encontrar un nuevo mundo mirando por mi agujero a mi través. Ya ves qué pobre aventura. Ya ves qué corto el gozo en esta ridícula expectación. Encima te vengo como un mago barato, con esa premura de que todo siempre apresurado, como que se acaba, como que se escapa, que se desdibuja, todo vaho en el cristal cuando me miras en el páramo desde tu lugar de refugio y resguardo, todo charco que se está secando de manera imperceptible. Lo mío siempre está de la mano de un hambre voraz, soberbia y ofensiva, sin etiqueta, sin paladar, sin cuenta, sin epopeya, sin adorno, sin paciencia. Puedes haber entendido los más distinguidos sabores, puedes querer esperar y construir los más dignos manjares para levantar el palacio único de tu alma y de tu cuerpo en este tiempo que te han dado y que se acabará en su momento, puedes todo eso, pero cuando se está hablando de hambre verdadera, parece que la vida está en peligro de acabarse ahora mismo, y te lanzas a devorar ballenas varadas descompuestas, con panes chiclosos y vinos rancios, manidos frutos de la Tierra que abandonan su tiempo de pujanza. Uno abre su agujero así, y así se ofrece, apenas para que mires a mi través y que tú te imagines el mundo que quieras, que yo no voy a hacer por construir ni derribarte esperanzas. Tan sólo así, tan desmadejado y tan blando y tan patético uno se deja caer en la idea de protagonizarte un suspiro de milagro. Tan sólo así, tan ingenuo, uno se hace la fofa convicción de que antes de que todo esto se desintegre, uno mismo también merece amor de alguien como tú.
Jag.
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Apenas ella se reacomoda en una silla, señala algo a alguien, acaso me nombra, quién me dice que no sea acaso una emoción inapreciable, modulado mínimo cambio en la voz cuando hay palabra de mí o de algo de mí, si acaso algo que sin vida, sin vuelo, se sostiene inocente, abandonado en el aire de una dejada conversa, apenas acaso algo así y ya un mínimo sugerir de algo indescriptible, a mí por todo dentro me arrebata, ya un poco, ya un suficiente se me hace un todo por su algo de ella, ahí de mí tan apartado, tan de pronto tan seguro en un repente: ese poco suficiente tan mínimo de mí que está en ella proclamando que eso que no tiene palabras para decir, son algo de mí y de ella a la vez, que en un suspiro apenas vive y se sostiene.
Y entonces yo me digo tan claro que yo veo que no lo he dejado todo del todo.
Yo me digo que todo esto de uno mismo con ella en el idioma secreto de la saliva dulce del aire impaciente inacabado, yo me digo que algo de todo eso es bastante más que un recuerdo de algo hermoso que a uno se le va perdiendo poco a poco.
Por lo menos a mí me lo parece, vaya.
Jag.
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Inocente y perro a estrenar. Sucio amplio luminoso para entrar a vivir. Arrogante como todos los apestados. Despectivo como todos los que atesoran una llama propia que nadie entiende. Alguien con quien dormir abrazado para aprender bien la vida. Zona verde, colegio, hospital, corazón en calle peatonal. Soy yo mi casa adonde vaya. Soy yo mi prado y mi ventana. Mi caballo amanecer la puerta abierta a algo salvaje y desolado, árbol mío de celo de calor dichoso, de pájaro de amor que vuela por el mundo. No tengo un cuerno en mitad de la frente que justifique estupidez o desprecio y sin embargo. No me pinté signos raros con sangre en la cara ni en el pecho y sin embargo. Ni vela negra ni dibujos puercos de tiza blanca por los suelos. Vuestras niñas me corren con ansia y con miedo, vuestros hombres me buscan con vasos de vino y ramas de fuego. En la calle, en los bares, las plazas sucias. Vienen a hablarme de monedas que no quiero, vienen con grandes epopeyas que me hacen reír de impaciencia. Porque brillos falsos. Porque emoción falaz equivocada. Y héroes tontos amores mendaces. Mi sonrisa es gratis. Mi alegría es cara. Mi pregunta ardiente. Mi amor una atmósfera que se escapa a llenarlo todo. Mi compañía un animal esquivo de canto maravilloso, de pelaje raro de seda y de espina, y de garra, caricia y dentellada. Todo siempre tan aquí y sin embargo. Todo siempre como sabes tan difícil. Y te busco cada día, cuando abro los ojos y sin embargo. Aquí tan remoto tan distante, tierno, áspero, guárdate tus esperanzas, a tus pies todo tuyo.
Jag.
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Tan sólo me pierdo cansado.
Dejo abierta cada noche la ventana, y algunas veces sueño con ellas y contigo. Los besos son blandos, maternales carnosos.
Me digo deja helado el dolor y ponle amor en todos los agujeros al mundo.
Tan sólo me sueño llegando a mi casa que no conozco, y ya veo que estoy perdiendo el ritmo.
Te abrazo, te bebo y mastico hasta que gritas de caliente de abrazo de lento enmudecido.
Dejo abierta cada noche la ventana, y me digo me duermo te sueño, y esas cosas que a cada momento me hacen hombre y que no van a ningún sitio.
Jag.
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Así en abierto yo rehuso
la juntera de la gente que se aúpa
de la hondura de su valle
rellenando arteramente
con lo que de sus cumbres
arrancaron lo que
pensaron decidieron
que sobraba de incierto
de alejado
de vértigo
de cansado.
Jag.
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Al león le dijeron la tierra es redonda y a caminarla se puso.
Le dijeron y le pareció que el mundo estaba todo para darse y para todo ofrecerse, y el león se daba se ofrecía con todas sus cosas de león.
La tierra es redonda y todo su orbe resonaba mecanografía de sus garras en todo lo que caminó.
Le dijeron al león la vida es noche cerrada, y sólo cada uno pone su luz.
Se supo la luz del mundo, y el león por dentro se iluminaba.
El sitio la verdad se veía frío y oscuro, un suelo simple y plano que deja ver apenas el paso hacia la negrura de todo alrededor.
Pero calor del corazón de un león: intuía puertas a otro sitio, y caminó caminaba, aunque el verbo se cansaba.
Le dijeron al león eres milagro y ronroneó un rugido de gozo, y puso de sí cuanto tenía de sorpresa, de empuje y comprensión.
Pero el pan se quedó en lo que era y estaba, y el número de peces pues la verdad no aumentó.
Se guardó el león la fiereza aunque todo le pareció violento: el mundo gira con tu avance hacia una puerta de nunca que está en ninguna parte, alimentas tú solo tu alma, cargando tu equipaje de incierto hacia una promesa de oscuro.
El león camina felino haciendo girar una bola inmensa de ratón. Ansia y sonrisa en sus fauces, pues sin fe y sin ciencia sabe que algo lejano está moviendo su paso, y eso distingue a la tierra firme y dura del agua mudable del mar y de los ríos.
Camina el león, y nadie se le presenta al paso, y no regresa eco de su rugido cansado, pero sigue con indomable aliento.
Haciendo girar la bola, en el extremo invisible de su cola, quién sabe quién estará dándole al botón, abriendo una ventana o un corazón a un mundo inadvertido.
Jag.
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