Temo que
en algún momento
habrá
de llover
en
nuestros corazones
un lento
fin del verano.
En ese
entonces fatídico volverás,
volverás
sin duda
en tu
caminar nerviosa
mordiéndote
los labios.
Y habrás
amanecido
en
antiguas soluciones convenidas supongo,
vendrás
de juegos para sobrevivir,
de
juegos para mantener la forma
el gesto
colosal de la barbilla levantada,
puño
pecho henchido caricia, el gesto
del
aliento desmañado,
el que
hace por ilusionarse,
el que
hace por vivir
pese a
todo, atravesando
el
anochecer
del
lustre
del
decorado. Volverás, lo sé,
quizás
relamiéndote
de
azares que no quieren
ir a
ninguna parte, azares de esos de
me
siento mujer, simplemente,
entrenamientos
por saberte viva
pujante,
modelándote digna. Yo sé
que
volverás latiendo
en tu
preciosa intensidad a la costumbre,
volverás
con mi dolor adivinándote
besos
bajo las mangas, caricias
de
promesas de un otoño
de tu
talla tu valía,
y yo,
lloveré,
y se me
escapará lo siento
un dolor
concreto por tu alegría
en otros
alientos en otros brazos. Un dolor
que
entre nosotros paseará desvergonzado,
ese
dolor consecuente necesario
que
destempla espabila, ese dolor
que para
reverdecer hunde lo muerto, un dolor
que nos
enseña todos los dientes.
No puedo
evitar perdona
intentar
cada mañana optimismo
y que
tan sólo con moverme
todo me
roce el botón del pánico.
Puestos
en eso, en mi defensa, solo,
yo sólo
tendré mi amor. Sí,
el viejo
amor sin más. El aburrido,
el
innombrable, el amor ése al que siempre
le
exigimos que sea suficiente. Yo me ahogo
en el
terror verdadero de que mi amor
te
cansará sin duda,
te
aburrirá lo indecible,
pues yo
sé que a nadie gusta
(y lo
tengo escrito en mis carnes)
el verso
que suena reclamante apresurado,
el verso
que canta abrazo prisionero, a nadie
gusta un
verso pagaré que aparece
de
improviso, verso factura alevosía,
amargura
pesadez
con poso
largaespera, a nadie gusta
un
memuero de teatro de cartón
improvisado
en la plaza pública,
y menos
después de haber dejado el suelo
perdido
de atisbos ejemplares
destellos
espectaculares
de
hermosas señales funestas,
traídas
casi cortapega
de algún
emocionado
desvanecerse
de los clásicos.
Yo temo
que
se nos
derramarán las pláticas,
aunque
tú a tu manera me conoces,
y sabrás
que aprendí
a
sonreír manque pierda,
en su
momento preciso,
sabrás
que además de
another
time you´ll see my face
when
you´re not looking
and run
to me to blindly ask
what´s
on my mind, sabrás, además, que
i´ve
found a way to show my love to you,
sabrás
además al fin que sí,
con cien
años de soledad de mi lado,
naciendo
en el invierno del amor,
sabrás
que sin remedio me siento preparado,
sabrás
que casi nací acostumbrado, ya ves,
nevera
de rojos sueños de trabajador,
de
mileurista corto en barrena a precario,
ese
trasnochado orgullo que me ayuda
a amar
con holganza en la ruina
subsistir
sin besos de mi química
mordiéndome
la lengua con frecuencia
con
tantísimo respeto en tu presencia
que al
final, tú aburrida perdida, y yo,
menos
peligro quel pescao blanco.
Y ni
sigo ni consigo y la pelota
en mi
tejado, y manque pierda
yo sigo
a tu corazón asomado.
Serán
como siempre vergüenzas,
y qué
quieres,
si no
vemos ni de cerca los tres palos,
antes de
navidades ya tenemos
cara de
descenso, derrotas sonrojantes
que no
nos dan para ir tirando. Además,
mucho
amor que le ponga,
pasión
de equipo chico, dulzor amargado,
cada año
acostumbro a sopesar
el
desmantelarse de mis ánimos, desesperanzas
el
cagarse en la posibilidad de asentarnos,
pues se
nos llevan el central que cortaba, repartía
y nos
sacaba el balón jugado,
se nos
llevan los ratones de área,
nos
roban el descaro,
sobrios
organizadores que ante los grandes
mantenían
recta nuestra columna
los
miraban de tú a tú, frente a frente,
brega a
brega y gánanos dando lo máximo.
Así
capamos la competencia y la afición
apaga y
vámonos.
Pero no.
No,
querida, yo aquí, manque pierda,
me quedo
en lo que amo,
estirando
en un patatal
te sudo
la camiseta, te beso el escudo y por dentro
sabrás
que si cabe aprenderé
a amarte
más callado, más esquivo te sigo,
en
segunda o en tercera,
con
verso noticia escondida
que sólo
comentan en cafés de barrio,
periódicos
regionales que a los niños no interesan,
por
dentro sabrás mis rugidos
cuando
pasas por fuera del estadio:
no es la
primera vez, amor,
que
pierdo el gusto por vivir,
y eso,
felizmente una vez más
se me ha
acabado. Yo
me voy a
hacer grande
comiendo
saber perder. Por dentro
vas a
saber sin goles ni carné
que te
entreno cada tarde
hasta
que nos cortan la luz
que te
estiro recupero a mediodía,
con mis
medios, mis pobres resultados,
me ducho
con agua fría cantando tus canciones,
humildes
himnos tras la paliza,
con mi
poco de alegría y sin soltar ni un gallo.
De
alguna manera, has de saber
que no
concibo dejar de jugarte, pues la vida
en caso
contrario es poco más que lamentarse
por la
miseria de todo, aceptar
la
normalidad del melocotón que al tocarlo sabes
que si
no lo comes ahora
sólo
tendrá tersura, decencia
para
compota papilla sangría
decepción
negrura y rechazo.
Ese amor
de puro tonto
es lo
que me mantiene en pie. Ese
amor
cabezota de inocente trasnochado
me
mantiene en forma
encarando
día a día
las
costumbres de la derrota, ese amor
que
sobrevuela deportivo el desaliento
te lo
voy a mantener limpio, intacto,
pues yo
sé que me defiendes
en las
cosas que pueden defenderse,
yo sé
que en las distancias
pones en
eso tu letra sencilla,
yo sé
que en eso
mantienes
la posición, la marca serena
de tu
corazón sin doblez.
Hoy día
me siento en fuera de juego,
hoy día
perdido el botón que conecta
con mi
centro del campo. Mas,
no
cantemos derrota todavía,
por
encima de lo funesto,
tú y yo
podríamos celebrar
que
hilamos un día algunas
jugadas
al pie, ganamos en colocación,
en
hambre de ganar,
en
juntar las líneas,
en
sentirnos guapos,
defensa
basculante y balón parado.
Derrotadamente
te amo,
y perder este partido
no es
perder nuestro gusto por jugar.
Mantengo
mi postura en lo posible
y sólo
han de separarse
el dolor
de la fatalidad.
Este
amor
maltratado
que te sigo,
es lo
único que,
en esta
temporada oscura,
me
mantiene a mi categoría aferrado.
Grácia_7_sept_2015
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