18 de junio de 2013

POLOS DE AIRE, BOSQUES ESBOZADOS


A veces has soñado con una mujer preciosa, a la que apenas conoces, y la vida se comporta como un esquivo caramelo amargo. Me refiero, claro, a la vida de cuando ya has despertado, que no se da por aludida y permanece indiferente a que, en el sueño, la besabas en la espalda, tiernamente, mientras su voz suave articulaba algo limpio que te confortó y que no recuerdas, una vez despierto. Compruebas dolido que a la vida le da igual si en el sueño esa mujer te estaba mirando de frente y sonriendo, mientras manejabas la impresión borrosa de que ella te miraba desde dentro de ella misma, que encontraba sin esfuerzo un lugar o un momento para acabar asomándose a ti, como si fueras un campo que por allí pasaba, soltándole sus besos, como si fueras un río donde ella se agacha a llenar su cuenquito.

Da igual, te has visto despierto y ninguneado, pues la vida, ese animal caprichoso, sigue a su aire, salvaje, libertina. Te has quedado solo, y permanece en ti ese beso que le diste a la mujer en la espalda. Has despertado y aún mantienes como un tesoro indescriptible el sabor imaginado, aún conservas el olor, el calor latente de la mujer inspirada en tu abrazo. Sigues, al levantarte de la cama, sabiendo que ella, con su corazón indescifrado, te está mirando, y en su mirada tranquila, a su manera, te abraza. Y están de más los certificados que definan si su mirada es tangente, secante, o concéntrica. Su mirada va contigo y tu beso va con ella, de forma irremediable. Permanecerá, seguramente, ajena a lo que sueñas, seguirá con su vida normal, cruzando semáforos en la ciudad y zarzales en la campiña. Ella va a seguir con sus sueños propios, con su olor, con su sabor, y presumiblemente sobrevivirá sin tener que echarte cuenta, pero tú sabes que el mundo ha cambiado. Tus razones se han llenado de pálpitos, porque ahora hay un perfume nuevo, una carne que no comprendes, una más, y te tensa una desazón abstracta, basada en ciencias que no están escritas ni comprobadas, pues ella es una mujer real, allá donde se encuentre, y tú te has quedado saboreando besos que has soñado. Como polos de aire, como bosques esbozados que nadie intuye.

Ella reinará en sus cosas importantes, y tú mascarás algo indescifrable, y la vida seguirá adelante. No sabrás en qué parte pondrás tu trocito de amor instantáneo. ¿Lo podrás en espera? ¿Lo transformarás en algo? El amor, se supone, tiene otros criterios acerca de lo productivo. Ignorarás qué hacer y sólo sabrás que es fatalmente tarde, que es demasiado temprano para improvisar protocolos con que regar las flores de tus jardines abstractos.

De lo que ella sonríe, de lo que ella te mira, en la vida real, la que admites delante de la gente, también en el momento soñado, de eso que queriendo o sin querer te brinda, tú sabes que lo que imaginas tú mismo, tú mismo lo estás creando. Lo que piensas a su alrededor puede resultar fútil, engañoso o descerebrado, pues tales son los hijos de una conversación, cuando no llega a celebrarse. Sientes su beso brumoso, y te sorprendes creyendo en algo.

Su presencia se mantiene, y lo soñado pugna por mantener tus hilos de contacto con esas cosas necesarias que te faltaron al nacer, tantas cosas imprescindibles que te echaron a los caminos del mundo, voraz y alelado, como un lobo que se pierde en la sierra, venteando el precioso aroma de una verdad, que aunque pequeña y esquiva, te mantiene aferrado al hambre de vivir.

JAG.

Les Corts. 18_6_2013




.

No hay comentarios:

Publicar un comentario