Cada tanto, a cada dolor profundo
le correspondió una memez, y fue
ven, fue no te entiendo,
y fue vamos,
dame la mano, ven
no te culpes,
y desde entonces
hasta ahora, desatino
reflexión en la hora caliente
del fiero empuje, y suelto
mi chorro animal ciego
en el momento
que tan sólo entiende la luz,
que pide recato, suda contención,
y doy días de ruido ignorante
a lo que un segundo
de respirar inteligente necesita.
Jag.
10_7_21
.
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