Para mi, algunas cosas son difíciles y son fáciles al mismo tiempo.
Difíciles de sobrellevar, superar o manejar.
Pero fáciles de sobrellevar, superar o manejar si tengo un gesto para hacer honor a mis intuiciones, dando curso a lo que creo que debo hacer, no "por deber", sino por pura cortesía para con la vida: siento cosas de las que no debo esconderme, aunque no estén de cara, y debo darles curso, aunque no sepa en qué acabarán, sólo porque estoy vivo. Y debo estar contento por ello, y por sentir cosas que ennoblecen la vida.
Esas cosas que no sé a dónde me llevan, al parecer, tengo que mantenértelas entre líneas, por respeto a un "pero" que me pusiste en un mensaje, por respeto a ese espacio tuyo que no conozco. Esas cosas, en mí, no están entre líneas, están en mi vida diaria, y siempre me pregunto por qué debería ocultártelas o disfrazártelas.
Me pregunto pero no me respondo.
Sólo sigo adelante, bajo mínimos, enmedio de este silencio, haciendo lo posible por saber que esas cosas que tú prefieres entre líneas y te despiertan los "peros", no me están bloqueando.
Tengo que hacer lo posible por mantener limpio el SÍ que tengo pintado en la cara.
Mantenerme aferrado a ese SÍ supone, a veces, un adios a toda la gente que no sabe o no quiere o no comprende esa energía. Un adios a toda la gente que no soporta mi intensidad.
Supongo que toda esa gente a la que digo adios, acabará entendiendo por sus medios, en conversaciones ajenas, que no es lógico darle la espalda a quien eres, sólo porque otros no lo entienden. Que dejar de seguir tus propios ritmos vitales, condicionarlos, adaptarlos al ritmo de otra gente, puede favorecer la convivencia, sí, pero es una manera de darle la espalda a la vida, que es un ratoncillo frágil que nunca pasa dos veces por el mismo sitio.
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