El otro día, acompañando a su mamá y su papá, la escorpioncilla (se hace llamar Olga) vino a su primera exposición.
Yo muy contento, oye. La cogí en brazos y le pregunté qué le parecían mis trabajos. En su estilo contenido y escueto, se dedicó a mirar con cierta intensidad los brillos de los BITS, con lo que deduje que no iba mal la cosa. Cuando le pedí que fuese más concretilla, creo que se sintió presionada, y pidió teta como si dentro de medio minuto fuese demasiado tarde, con unos agudos que ya querría el Bellamy de los Muse.
Yo puse la estufa al máximo, saqué la silla de anea y mamá le dio la merienda, mientras papá hacía alguna foto. Hubo un momento de paz y satisfacción para todos.
Después de comer, la nena decidió que la satisfacción iba a ser total, y nos hizo un number two que, como comprobamos en unos instantes, hubiera entrado perfectamente en la escena del NAPALM en la selva de Apocalypse Now. Yo no tenía nada de Wagner para ponerle.
La mesa en la que trabajo tuve que despejarla enterita para cambiarle a Olga el pañal. Dios, no había por donde cogerla, de tanto napalm. Y ella, entregada a la satisfacción, hacía con su voz esas cosas que a mí me dan temblor de rodillas, por lo visto. Cuando nos íbamos, en el tramo de escalera entre la expo y el patio, se quedó dormida, con un sueño envidiable, oye. Lo hace todo a lo grande esta niña.
En fin, informaros que esta tarde me quedaré en LABORA (Sala La Leñera, en el patio del antiguo convento), trabajando y recibiendo visitas sin mirar el reloj, más allá de la cabalgata y todo eso, confiando en que los Reyes ayuden por fin a la economía de un trabajador. Ya sabéis.
Cuando lo tenga todo vendido (naïf de mí), me voy corriendo a limpiar los zapatos. Este año le he pedido a los Reyes un babero para mi.
Jag.
.
Jag.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario