sólo me gustaban, pero me di cuenta de que las echaba de menos cuando me separaba de ellas. Sencillamente, pensaba en ellas cuando no estaban delante. Cuando sí estaban, pues les hablaba. Entonces me di cuenta de que me preocupaba cómo se sentirían si supieran lo que pienso de ellas. También pensaba en cómo se sentían con lo que yo les iba diciendo. Y claro, si las tenía tan presentes cuando no estaban, y hablaba de ellas, y si incluso temía ofender sus sentimientos si no les decía bien las cosas, yo me dije:
-Joder, las quiero. Tengo que ponerles nombre a todas mis cosas.
Jag.
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