Pues supongo que, de la misma manera que pude empezar a ver amor, a proyectarlo, a desencadenar como adrede mis cambios sobre quien tú eres, y veía en ti un buen lugar sobre el que reflejar lo que soy, y al mismo tiempo lo que quiero ir siendo, y viéndome entregado, también, al deseo inevitable de ayudarte a ser quien eres, y querer con una fuerza incontenible ese papel protagonista en tu vida, esa responsabilidad, ese reto, ese premio, esa guía, ese horizonte, y aún más allá, el alimentar la certidumbre de todo lo que yo sabía que podría construir contigo, ya me dibujaba el presente sucesivo como una macetita o un jardín o una selva que iba a ir creciendo con el aliento de nuestra voluntad compartida, con el calor vivificante de lo que buenamente fuésemos encontrando en nuestras naturalezas, a medida que lo fuésemos necesitando; supongo, digo yo, que todo eso que proyectaba yo, desde mi juego ingenuo y casi ansioso por encontrar en la pared rocosa de tu corazón inadvertido un saliente, por pequeño que fuera, al que yo podría aferrarme con la punta de los dedos y luego ir subiendo poco a poco hasta tener más cerca otra pequeña grieta, otro mínimo resquicio en tu silencio que de apoyo, de precioso aliento me sirviera, una luz diminuta en medio del ajetreo de tus días que me diría que sí, que podía seguir intentando subirte por el alma hasta encontrarte, jadeando, preguntas o respuestas que nos sirvieran para tejer diálogo sin reloj, discusiones o acuerdos o conjeturas o hipótesis acerca de cómo podría ser nuestra manera, de cómo podríamos estructurarnos en una forma que no nos hiciera prisioneros ni nos hiciera de mentira, una forma nuestra que no se desplomase con polvoriento estrépito, ácido rencor o helado silencio a las primeras de cambio; supongo, digo, como para respirar un tanto y apartar un segundo la vista de esta amalgama de lo incierto que me estoy montando a tu alrededor, supongo que de la misma manera que intuía e ingenuamente barruntaba todo eso, supongo que ahora mismo me estoy aplicando en pausarme y abrir el diafragma, para intentar verte en una luz real.
Y un poco por poner cimientos a las intuiciones que me lanzan hacia ti, doy también alimento a la tesitura de que no tengas mis mismas ansias, o mis velocidades o apetencias o tiempos. Supongo que visto así, como hace cientos de palabras escritas he pensado, tengo que tranquilizarme todo lo posible en lo que respecta a ti, poner los pies en el suelo y aprender a seguir amando en medio de la precariedad e incluso la ausencia absoluta de tus señales. Es entonces cuando me amanece diáfana la obviedad de que, aún teniendo para ti mi despensa repleta, es ocioso e injusto el desplegar los mil aromas, los mil sabores de un banquete a quien, dormitando, está por distinguir sus apetencias para el desayuno.
Cierto es que aún mirándonos frente a frente, podemos estar separados por mundos radicalmente distantes. No quiero basar mi más bello tesoro en esas dolorosas ilusiones. Cada persona ha de cuidar de un mundo completo. Este mundo absorbe su atención y reclama, con malcriada exclusividad, su cuidado. Y este mundo particular e intransferible es paralelo a cada mundo de los otros, en los que cada uno, por separado, vive absorto, pensando que lo que uno mismo ve, en inconsciente soledad, es el mismo mundo de los demás.
Amar, entre otras cosas, es saber sin pruebas que hay un camino entre esos innumerables mundos radicalmente separados. Amar es, en un principio, criar ese dibujo en el corazón y tener la suficiente fe para saber que el otro mundo también lo está dibujando. Amar es saber, sin pruebas, que esos caminos que permiten comunicar entre mundos diferentes y compartir vida realmente, existen. En el peor de los casos, el uno o el otro, o ambos, acaban perdidos en ilusiones, bocetos imprecisos y recorridos inexactos, lo que les lleva a una dolorosa frustración y lamentable incomunicación. Pero al que ama, de entrada, ni se le ocurre pensar en eso: monta andamios de desprendida poesía, y así, con generosidad, construye su presencia de ánimo. Con fe.
Yo no quiero elegir entre el peor y el mejor de los casos, como buen enamorado que soy. Aplico mi fe a ir adornando la mesa, a mover a fuego más lento el potaje, a pesar de que cuando decidas levantarte, lógicamente, todo será malaostia y apenas probarás el desayuno.
Igual que antes construía mi vida real con preciosas probabilidades que proyectaba sobre ti, supongo que ahora estoy probando a ser más listo o más práctico, y redacto palabras nuevas, más cercanas al mundo de lo posible y alejadas del pantanoso y resbaladizo terreno de lo probable, tan lindo y prometedor como traicionero e inmisericorde a veces, cuando planta ante tus narices uno de esos finales tan crudamente lógicos. Me duele perder algo de fantasía, eso sí. Me duele echar por tierra, conscientemente, mi ingenuidad, que en este mundo de listos, mafiosos, llorones, miserables, estafadores, vanidosos arrogados, bellezas ensimismadas y estúpidos gobernantes que atronan el mundo con el jactancioso himno de su ignorancia, pues en este mundo, digo, mi ingenuidad, al tiempo que sé que es conveniente ir dándole de lado, también sé que es una de esas cosas que has de llorar desconsolado cuando las das por perdidas. Como la Juventud de Rubén, el Unicornio de Silvio y el Carro de Manolo.
Ahora, con todo el aburrido y sereno saber de mis dolores pasados, ahora, sin abandonar del todo el mundo de la suposición, con todo su frío, con todo su tempo congelado, con toda la elección por hacer, con todo eso en mi pobre mochila, tengo que afinar el apunte de mi itinerario y saber que será con mucho más que poesías como lograré ir subiendo a las cumbres de tu alma. Ahora tengo que seguir sabiendo que existes, aunque silenciosa, en mi mundo de hambre voraz, y tengo que seguir teniéndote presente como primer plato, segundo y postre. Abriré al máximo los ojos, pero no debo negar mi apetito por la posibilidad de mi tiempo y tu tiempo, que se encuentran y construyen nuestra compañía. Pero sí debo dejar, ahora, ese estado de ansiedad por lo que pueda o no pueda ser, por lo que haya de venir o se perderá sin remedio. Debo desmantelar los adornos de mi mente. Debo recogerme en mi frugalidad. Disfrutar de mi cocina.
Sé que la vida está pasando constantemente. Sé que no me detengo y sé que en mi presencia no te detienes. O duermes. O te arrobas. O vives ajena. Es así como te amo y así como amo la vida. Como viene. Hoy mi paisaje es un horizonte helado y limpio, como una tundra que parece inhóspita, pero yo sé que está preñada de vida silenciosa y humilde, llena de canciones de la honestidad y calor de los abrazos. Y luces en los corazones. Y fuerzas concentradas en su propia latencia. Noblezas contenidas. Es como te veo, amor. Pero sin dejar de saber, desde el centro de mi fe, que mi mundo no te es extraño, sin dejar de intuir cuantos palacios hermosos podrían levantar en esta tundra helada tu mano con mi mano, sin dejar de tenerlo presente, debo borrarme ese juego estúpido que iba camino de dibujar para que tú coloreases. No era justo, no era lógico, no era divertido ni constructivo. Tenemos que vivir. Tú sabrás. Tú dirás. También tú tienes que hacer tu mundo y vigilar su cocción y preparar la mejor mesa que puedas poner. También, tú sola, tienes que hacer crecer la pared rocosa de tu corazón, para acabar, también, aprendiendo a mirar por la flexibilidad y consistencia de tu alma, de tu respiración. Como yo. Tienes trabajo propio.
Te amo, y no tengo planes. Y con un amor desnudo e incondicional, sin adornos ni angosturas, cualquier añadido es una rémora excesiva. Te amo, y por ello tengo que limpiarme del ruido de mi angustia por tu respuesta, que no llega. Te amo, y por eso, curiosamente, doy pasos atrás, alejándome de ti, para que sigas construyendo tu espacio propio, y que desterremos, así, la posibilidad de que se vea sucio o atosigado por mi amor.
Las estaciones pasan rápidamente. Mi corazón te está mirando, pero está criado en climas duros, y no puede estar esperando tu atención como único alimento. Antes era una víscera, pero ahora es un motor. Tiene las puertas abiertas a todos, aunque se haya hecho así con frío, con dureza y sin invitados. Cuando tú llames encontrarás la mesa puesta, el hogar encendido. Te amo desde mi vivir con poco, sin pregunta ni respuesta. Sólo así, alimentándome con los restos de luz que caen al abismo, yo voy a hacer lo posible, zarandeando lo probable, para que algo digno, sin sonrisas torcidas, sin lágrimas de colores, siga creciendo entre nosotros.
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Me pregunto si este amor tuyo cuando dices "te amo", tiene una destinataria con nombre y apellido, de carne y hueso o es un amor ideal inspirado en las mujeres; "te amo" de esos que no buscan satisfacción...
ResponderEliminarHe estado leyendo por aquí, otras cosas. La intuición y el instinto de los que hablas... con una buena pregunta concreta y directa de vez en cuando ¿no?, para aclarar bien bien las cosas, para no sufrir en balde. Porque la intuición y el instinto pueden ser un espejo distorsionado del deseo.
No veo nada malo en ponerle una buena brida a la pasión, es mas: pienso que es necesario. Creo que el amor está lejos de la pasión. El amor la domestica, la hace tratable, regula su temperatura, la adecua a las circunstancias, la hace soportable. El amor pasa casi desapercibido, no arrasa, no conquista, no se pronuncia...
Supongo que hay muy distintas formas de vivir las cosas, tantas como personas en el mundo
Helena,
Eliminarcuando digo "te amo" es que tiene nombre y dos apellidos, y es de carne y hueso, y de mucho más que no se ve, sin embargo, si quisiera escribir un texto para "una destinataria", sería un email o una carta privada. Si está publicado, es que no sólo es para que lo lea ella, quiero que el texto tenga, por lo menos, apertura para los demás y sirva como interruptor de las emociones de otras personas que no conozco y a las que también, este texto, está dirigido.
Alguna gente me señala que esto es algo así como impúdico, que estoy demasiado en lo "personal". No estoy de acuerdo: nunca desvelo identidades, nunca implico a personas "reales", intento redactar de forma abierta porque intento saber, a través de esta experiencia concreta con esa mujer de carne y hueso, con los sentimientos que manejo alrededor de ella, de qué está hecho el AMOR, el mío y el de los demás, que no es de nadie: escribo mi texto y lo comparto, primero para manejar personalmente la situación (domar la pasión y analizar el deseo, como tú dices). En este sentido, el TEXTO es la primera satisfacción que recibe mi amor, al menos para mi. Escribo para que los lectores se encuentren en lo que leen, incluyendo a esa mujer concreta. Cuando lees o "consumes" obras de arte siempre estableces un vínculo personal/emocional con la obra. Creo que, entre otras cosas, para eso se hace arte. Así, esa mujer concreta, si se encuentra protagonista de mi texto, lo recibirá desde dos direcciones simultáneamente.
Y hay más: cuando hablo de amor, hablo de muchas más cosas, te remito a otra entrada de "Hambre", titulada "Cierta clave. Para quien quiera conocer" (en Marzo, 2011), que creo que ya te envié...
Con respecto a la intuición, el instinto, y lo de una pregunta concreta de vez en cuando... creo que el instinto, la intuición, tienen todas las preguntas y todas las respuestas, aunque de forma no verbalizada. El lenguaje es proyección y decepción (a pesar de que me encanta hablar y escribir). En los momentos en que uno siente estas cosas que motivan estos textos, si habla, seguramente va a INCOMUNICAR. Prefiero seguir pendiente de las señales y los movimientos del cosmos. Intento domar mis impaciencias e incertidumbres escribiendo o rompiendo mosaicos. Me funciona, y si no, duchas frías o encuentros con el entorno natural: natación o bicicleta.
Con respecto a "domesticar la pasión", y también a lo de "esperar satisfacción" te remito a otra entrada de "Hambre", titulada "Mortadela o Entrecot" (Mayo 2011). Ya podrás deducir que me he criado con entrecot, cuando ha habido...
Por último, un desacuerdo: el amor es verdad que no se pone a conquistar, que no necesita pronunciarse, pues es generoso y sereno, pero NUNCA pasa desapercibido, SIEMPRE es, como mínimo una AFIRMACIÓN de quien ama, con independencia de lo que haga o no haga con lo que siente.
Besos, Helena.
Muchísimas gracias por participar en "Hambre".
Muy bien. Me tranquiliza (no se por qué pero es así)que haya "Una mujer" causa y destino de estos textos de amor.
ResponderEliminarEn mi opinión hay dos lugares de destino de las creaciones artísticas. Uno de ellos es un destinatario simbólico. Un destinatario perfecto e inexistente que es el reflejo de las aspiraciones morales (eticas, estética, afectivas...) de la persona autora. Yo pinto generalmente por causa y con destino de ese destinatario. Cuando escribo o dibujo algo para alguien, puedo poner el nombre y los apellidos. Es una persona de carne y hueso, un destino matizadamente distinto; pero el recorrido simbólico creo que se dá igualmente. Por eso nos hacen "efecto" los poemas con nombre propio que los poetas han escrito para personas concretas durante siglos (se me ocurre como ejemplo el poema "Palabras para Julia" que Jose Agustín Goytisolo dedicó a su hija Julia)
Echaré un vistazo a los textos que citas.
Sí, el descuerdo persiste: yo sí que pienso que el amor muchas veces, muchísimas veces es tan adecuado, nos viene tan bien, nos hace tanto bien que nos pasa desapercibido. Muchas veces ni nos enteramos de quien nos quiso y cómo, en el momento en el que esto sucedió.
Cuanta sabiduria esconde esta declaraciòn!. No des nombres, que la incertidumbre despierte las pasiones de quien te lee entre lineas. Quién realmente ama nunca pasa desapercibido, engrandece el alma. Un beso enorme para quien tanto ama.
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