Primero es como un calor latente y blando, en el espacio entre tu brazo y el mío, mientras caminamos.
Luego llega distraída tu voz, tu aliento, cierto tono. Después te digo
por qué no nos sentamos un momento. Y te toco el codo suavemente.
Y eso, más o menos, cada vez que encuentro por la calle un lugar en el que me gustaría hacerme una foto contigo.
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