Muchos
besos, y todo el amor, ciertamente, pero no tengo alma para barrer
para mi terreno en esto, pues todo esto no es más que puro egoísmo,
no tengo el valor de ocultártelo ni te lo voy a maquillar como si yo
fuera una gloria que el Altísimo ha puesto en tu camino para
salvarte. Sencillamente, te amo porque quiero para mí lo mejor que
he encontrado, y de paso que le den porculo a todos los cantantes
melódicos italianos de los setenta, sí, quiero lo mejor que he
encontrado, menudo secreto, y la verdad me la suda y no entro en la
dialéctica de si he hecho por merecerlo. La verdad es que te amo y
que reviente el mundo. Te amo por las buenas y por las malas, por las
duras y por las maduras, por la cal y por la arena. Lo mejor para
todos sería que amarte, a ti te viniera bien, porque yo no voy a
obligarte a nada, claro, pero niña, sabe que quererte, al fin y al
cabo, si te fijas en qué es, sólo es regalo en la medida en que lo
interpretes como tal. En rigor, y dejándolo todo en mi plano
personal, yo te pienso tan simplemente el nombre, la ternura
arrebatada que tienes ahí como reprimida, esa especie como de
necesidad espartana que se te escapa en la atención que algunas
veces me pones, y a mí no se me ocurre mejor inspiración que
echarme amorosamente encima de vos como se acomoda la llama sobre la
madera recién astillada, que al tiempo que la ama la consume, a mí
no se me ocurre otra que crepitarte hasta comerme todo lo comestible,
manteniéndote en vela y suspirándome hasta los últimos cinco
minutos antes de morirme. Ese es el único plan que se le ocurre a mi
pobre cabecita, derrocharme como una ola inconmensurable que explota
en lo que me tengas, y ya está.
Ya está.
Yo quiero que vayamos de la mano. Yo quiero desnudarte y vestirte de
besos, y en fin, todo el lógico trasnochado bagaje romántico/lúbrico
que suele caber en un poema, pero es que no te estoy hablando de
literatura, amor, a ver cuándo te enteras. Yo quiero estar sentado a
tu lado, sí, pero no quiero que me vivas tranquila. Quiero que nos
construyamos consumiéndonos, que nos desaparezcamos mutuamente a
mordiscos, que echemos de menos el arrullo reparador y perdamos el
sueño. Yo quiero sentarme contigo a tu lado, y que me mires y sepas
que la vida tuya y mía es una comida que hemos dejado en el fuego,
que hay que tenerle al menos medio ojo puesto, que sí, que podemos
hacer hambre mientras llega a su punto lo que nos promete, pero
cuidado con que no se nos queme, cuidado con no enfriarse, pues vamos
a morirnos en vida si nos descuidamos y nos perdemos.
Así que
ya ves el cuadro que te dejo, querida. Yo sólo quiero comerte la
piel, la de dentro y la de fuera, y que sigas entera, queriéndote
más a ti misma, y que me pienses y te pongas nerviosa. Necesito que
me pidas a voces. Que te pongas bruta y posesiva y pongas los ovarios
encima de la mesa para tocarme un pelo de la ropa. Quiero que me
hables hasta que me duela la cabeza, quiero que te me pongas intensa
y exhaustiva. Quiero que me riegues hasta que me ahogue, que me
marques a fuego y que lleves el dictado de la circulación de mi
sangre. Sólo quiero ser yo, y quiero ser tuyo. Que a veces me
sobredimensiones y admires ciertas cosas lo acepto, igual que en su
momento admití el ahogo y sostuve mi ansiedad por tu sensibilidad y
tu grandeza. Pero a mí lo único que me importa es que te hagan
gracia mis chistes, que mi comentario te aporte y nos compenetre, que
mi presencia te acompañe, mi pensamiento te encienda y que te
enloquezcan mis olores. Quiero que me vivas con el corazón en punta
y el culo apretado. Quiero que construyamos amor en sencillez, quiero
que arrinconemos con nuestro deseo a la decepción y le quitemos la
mierda y la piel muerta a los tontos romanticismos.
Arde y
estalla y bébete mis textos, Amora, pero a mí no me conviertas en
literatura. El que te escribe es un hombre normal. Bajuno, egoísta,
bueno y luminoso. Un hombre simple, que se muere por hacer contigo a
medias un gusto inexplicable. Ten fe en las cosas imposibles que
están en nuestras manos.
Vamos
juntos hacia el amor, Amora. Vamos hacia él, que tú y yo lo
tenemos. Vamos a él, que en él ya estamos. Esa es la lógica de las
respuestas que no necesitan pregunta, la lógica del amor, de ese
sabio sentido común que enloqueciéndonos nos acuerda. Ese desatino
consecuente es lo único que nos va a mantener a ti y a mí hermosos
y dignos, nos va a mantener guerreros y exigentes, agarrados con
fuerza a las ganas de vivir hasta el último minuto en este mundo
mezquino y cruel.
Jag._25_oct_2015
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