Hola, quería no dejar pasar el día sin decir el momento en que nos hemos visto, y te has llenado de concentración en tus quehaceres, y yo he sabido de repente que, ni maravilloso ni catastrófico, tú y yo nos hemos hecho tapones en la boca y desmayos en los gestos y nudos apretados en los ojos y hemos seguido viajando solos como dos pasajeros cobardes supersónicos que languidecen argumentos pasiones excusas melindres. En el aire indiferente de vago olor a fruta que se pudre, la canción vieja que no eres tú, la canción que no soy yo, esa, la que siempre canta que por ahora nunca parece que vaya a ser el momento de saber que para algo va a ser este viaje que nos vaya a salvar por lo menos las distancias. Luego, he seguido solo en mi paseo de tachones tan absurdo, con los oídos pitándome insistiendo mascullando que la culpa de lo tonto de lo tuyo y de lo mío no va a estar escrita ni mucho menos en los libros que estoy leyendo, maldita podridura no me muriera. Y así hasta que más o menos es de noche y tengo calor en la cama, he estirado los pies y en el sitio donde las mantas se aprietan bajo el colchón yo he encontrado un poco de fresco, que me ha dado esa felicidad que cabe en estas circunstancias y que sin duda creo que merezco. Estoy rendido y no he tenido valor para lamentar lo bien mirado que estoy por el puto universo.
Jag.
25_2_2020
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