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26 de julio de 2020

STREETFYER


La vi, pequeña montaña verde, nada más poner el pie en la calle. Iba que se ahogaba por salir a la vida libre.
Nunca nos da tiempo de nada al cruzarnos, un hola suyo con el aire mínimo, mi contestar atenazado, la sorpresa bobalicona y desorientada, y al final del encuentro diminuto, por mi parte, una rendida bocanada de consuelo, que cae sobre el pie, mirando a donde voy pisando, porque no ha habido tiempo suficiente de revelarme tosco, impuesto y oxidado.
Luego ya después, todo lo que viene suele ser mucho más largo y generoso: mi tiempo solo de lamento y de machaque, culpando a la gente que pasa, subida en su cultura de mordisco inmediato, porque sé que sigo así de pobre, quebrado deseo, pensamiento maniatado, sin zapato ni fuerza ni alegría ni ropa decente para sacar a bailar a mi cobardía.
Jag.
26_7_2020


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GRANDE, SECO Y PEREILA


Cuando te cruzas y adivinas que es ella, pero no haces nada diferente de lo que estabas haciendo, cuando haces como que ella no existe o no es alguien reseñable que consiga alterar la senda de ti, el borroso porvenir de tus acontecimientos, cuando haces como que tienes cosas mucho más interesantes que pensar, que no tienes tiempo siquiera de pararte a atender a lo que ella tiene entre sus piernas, por ejemplo, cuando haces como que no te gusta de verdad y contestas sin que nadie te pregunte que no necesitas nada porque ya estás bien ocupado en tus cosas, yo tengo que darte la razón en que todo lo tuyo va a ser seguramente menos ridículo y miserable que si actuaras reconociendo punto por punto todo lo contrario.
También es verdad que no es para todo momento. La poesía pasa por la calle con su vestidito amarillo, y tú hueles sus perfúmenes y tú te quedas quieto y fuerte y seguro de ti, y a salvo, y la dejas que pase y siga su camino, y te dices que adónde íbamos a ir ella y yo tan distintos como somos, y qué se le iba a ocurrir a ella contestar de lo que yo le pudiera llegar a decir, y al revés, y qué se le figuraría a nadie que yo pudiera ofrecerle, tan pobre que yo soy, y todo queda normal y aburrido y falsamente digno y asumiblemente siniestro como una llovizna suave de verano, que se acumula sin violencia ni ruido en el terrado, y una gotera que se cuela y cae delante del Capitán General de Los Ejércitos Celestiales, que se ha quedado absorto congelado en la casa a punto de desmoronarse, con un chándal caro trasnochado descolorido, con unas alpargatas de noble paño enmohecido con pegotes en las suelas, urdiendo imaginarias que nadie entiende para qué, mascullando verdades que no se necesitan hasta cuándo.
Jag.
23_7_2020


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EL MAL YA ESTABA HECHO


Ayer volvía de denunciar que, a los pies de una casa, se estaba desangrando la tierra. Me sentía insignificante desubicado de todo, y necesité poner el dedo en algo, poner un poco la fuerza inútil de mi peso en algo. Un policía me señaló con suficiencia un cartelito arrugado en Word. Llamé fuera de hora y razoné mi indignado temor con un contestador automático. Todo eso me llevó el tiempo suficiente para que, cuando pasaba por el sitio donde tantas palizas me dieron en mi peor año del colegio, te encontrara de lejos, indefensa y embozada, cerrando el portón del trabajo. Me miraste dos segundos, y supe que, de algún modo sonreías, como se mira a un barco que, a lo lejos, está intentando saber qué hacer para salvarnos.
Jag.
8_7_2020


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31 de marzo de 2020

Día 12 del confinamiento,


¿Recuerdas el tiempo de antes de que las ventanas estuvieran llenas de gente? Siempre que me viste pasar por tu calle, era por ver si me encontraba contigo.
Jag.
25_3_2020



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LO QUE NOS QUEDE


Beberme el aire que salga de tu cuerpo, si es que algo te está dañando por dentro.
Entre tu pecho y mi pecho un papel que se desgasta de cansado de miedo. Beberme eso que alarma a los otros, y si todo va a acabar estropeado, mantener entre tus ojos y mis ojos, la distancia fugaz de un breve pajarillo irisado que adora tu flor, su perfume, en la claridad pujante del atardecer incierto, en lo más profundo. En lo más remoto y olvidado de la selva.
Jag.
21_3_2020



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FIBRA (Intro)


Es como encontrar en la ensalada un vegetal que tiene la fibra para construir el puente que nos va a llevar al nuevo mundo.
Yo sigo dándote vueltas aunque ya casi se me ha olvidado el hambre primera de verte.
Te sigo dando vueltas en la boca cuando ya no te tengo delante y soy un microbio que no tiene en su cuerpo mínimo los líquidos indispensables para evaluar por sí mismo lo de cerca o lo de lejos que te puede llegar a tener por dentro.
Te sigo dando vueltas en la boca sin hambre, porque a pesar de la caída no me puedo ocultar que hay belleza en el mundo que en una sola vez no puede tragarse. Que hay alegría y promesa y esperanza que se mantiene bella y fría en su callado ardor palpitante.
Te sigo dando vueltas en la boca, ahora que no podemos vernos ni tocarnos sin querer siquiera.
Vueltas sin hambre mientras se nos acercan los tiempos turbios, que nunca se fueron para tantos.
Vueltas por dentro, en la boca, y no sé si no serás más que una mujer con la que mantenerse abrazado a la vida, una puerta entornada que no dice si se abre o se cierra, una mancha de hierba de frescor sin sentido, o un poco de aire fugaz que al descuido nos visita en la sombra.
Dándote vueltas por si es lo único que tengo para dar.
Y también porque es cruel y deshonesto escupir lo que un poco sí que te alimenta.
Jag.
20_3_2029



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11 de marzo de 2020

MININI


Para no quedarme dormido a destiempo llevo en la mochila un bote de chicles orbit de menta sin azúcar al que le quedan ahora mismo tres chicles. No es que me vuelvan loco los chicles. Es que una de las primeras veces que me puse a hablar con una mujer que me encanta cuando está y cuando no está (algo irreal y obstinadamente, claro), me dijo alguna frase alegre y me llegó de su boca un olor fugaz de chicle de menta y, desarmado por completo, la escuchaba y le miraba con disimulo sus manos tan pequeñas, y de manera absurda, me las imaginaba confiadas, descansando descuidadas sobre uno de mis muslos, mientras oíamos callados el viento y perdíamos la vista en la bruma de las montañas mientras descansábamos al sol de marzo sentados en un banco de madera en el mirador de la mina de plata, y creo que a partir de aquella ensoñación somaticé y canalicé el deseo así, comprándome unos chicles de menta y oliendo de vez en cuando algo como a ella cuando estoy solo y ella estará pensando en lo que sea que ella piense.
Jag.
5_3_2020



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14 de enero de 2020

LINK MANZANA


No te conozco y qué podría decirte y qué ibas tú a hacer conmigo. Pero te pensé y apareciste, el rostro iluminado. Me saludaste sonriendo con la mano desde la otra acera y moviste sin saberlo todo el frío de la calle. Yo me digo está en mi cabeza. Yo me digo si no está en mi corazón y al final reincidir en la pregunta de si todo esto no es seguirte el baile de la respiración de las piernas. Algo tuyo y mío se pertenecen.
No te conozco y me ha cambiado el día, nuevamente. Aprieto el paso hacia ninguna parte, juego con piedrecitas que tengo encontradas en los bolsillos, y se me figura que me alcanzarás desde atrás en la calle, me tomarás del brazo y seguiremos al paso sin tener que decirnos ninguna palabra importante. Que vamos a acabar entendiendo callados la complicación de cada uno, y sabremos sin decirlo que algo nuestro ya llevaba un tiempo besándose.
Todo esto parece complejo de formular. Todo va a resultar raro contándolo. Aunque los nudillos de tu mano pequeña encajan perfectos en mi palma entreabierta, que mira al cielo sobre mi muslo, estirando los músculos del antebrazo, agotado de horas de voraz deseo pensándote, mientras manejaba bolígrafos tenazas.
Jag.
11_1_2020



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FRÍO

Me mira y me descompongo.

Jag.
10_1_2020


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23 de junio de 2019

PENSÉ MAÑANA NO ME ACORDARÉ Y NO HABRÁ NADA QUE CONTAR


Te vi anoche, y creo que vi apenas un reflejo brumoso de mi corazón seco.
Te vi anoche, y creo que vi con desgana, sin miedo, qué queda de digno en el mundo cuando yo no soy valiente, cuando me siento vacío y derrotado y convencido tan sólo de que no tengo nada para dar.
Te vi anoche, y apenas te rocé sin querer pidiendo una cerveza. No hicimos por saludarnos, y más tarde, en un segundo eléctrico, rodeados de gente que gritaba, se encontraron nuestros ojos, y no hicieron nada.
Y en ese espesor de aire que nos separa, mirándonos a cada cual por separado, el reflejo de lo que queda de ti y de mi si te miro vacío y agotado, sin llevar ese amor con que nos vestimos de maravilla, para después desnudarnos lo más lento que podamos.



Jag.
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21 de abril de 2019

FUJI DE ABRIL



Antes pensaba que mi frase era "más lejos". En algún momento todo ha empezado a desmoronarse sin explicación y ahora, apenas en un susurro ahogado, me sale "más adentro". Como todo se me sigue descomponiendo hasta la elementalidad, tampoco sé decir si es más adentro de mí, o más adentro de las cosas, de la emoción de todo, o más adentro de la gente. Ayer me crucé contigo. Parecías venir de dar la vuelta a la manzana con tu perrito. Noté como una vacía ansiedad en la boca. Ibas tan bonita, abriendo el aire muerto del Patronato como una amorosa cuchillita abre de parte a parte una línea en un hígado crudo humeante. Y todo era precioso y doloroso, mientras te miraba subiendo la cuesta. Qué lejos el tiempo en que me sentía cerca de ti tan sólo por ir a buscar mi manzana. Qué lejos ese ánimo para ir a cruzar contigo alguna palabra, buscar un resquicio, un pelito que se pusiera en la cara de nuestra mínima conversación intrascendente que a mí me lanzara a aventurar un dedo para apartarlo. Qué ganas de que quisieras que te tocase la cara. Ahora los planes para vivir se me derrumban cada tres minutos, y no sé si esa ley que te tenía está más lejos o más adentro. De ti o de mí. Todo se me revoluciona inmaduramente cada vez que te veo. Pero todo es como el dolor de una nostalgia por ese aliento que yo tenía para acercarme. Ahora, me miro hacia dentro y soy un bloque de piedra con el interior agrietado. No encuentro qué decirte porque no encuentro que tenga nada para darte. En un mundo imaginado y fantasioso yo sé que la presencia de una persona que se ofrece ya podría ser toda la ayuda y el alimento que una mujer como tú podría aceptar, aún sin haber imaginado que necesitaría. En ese mundo de fantasía, aún siendo un bloque de piedra con el interior agrietado, tendría en mí todo ese bien para regarte, para incorporarme a la normalidad de tu corriente diaria y poner un aporte que nos acabe dando vida. Pero ahora no tengo fuerzas para manejarme con la fe que se necesita para emulsionar ese aliento imaginado con mi vida diaria. Ahora te veo pasar, como estoy viendo pasar todo, y mi cara de bloque de piedra con el interior agrietado, no mueve un músculo ni una comisura, y dice sin boca: más lejos. Y todo el bien que yo tendría para regarte se encuentra la boca cerrada, las manos quietas y los pies clavados, y ese torrente se vuelve hacia dentro, cada vez más adentro, y acaba anegando de silencio la parte más delicada. La primera que se rompe cuando todo está empezando a desmoronarse hasta el fin.

Jag.
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24 de enero de 2019

VITAMINA DE ENERO


La cosa es que dicen que este lunes tiene que ser triste.
La verdad es que me parece innecesario este sentirme tan poco valorado, tan alejado de esperar nada de la vida que no he pisado la calle en todo el fin de semana. La verdad, no hace falta un minuto de sentirse desamparado en mitad del sol de invierno con una bolsa de basura en la mano y la mochila vacía de esperanzas, para pasar por tu calle sin resuello, resolución ni valentía, el alma a jirones, corazón hastiado en mis manos vacías, y que me digas hola, me salga una voz rara y a mis espaldas, como huyendo, te deje el buenos días, y que el lunes de pronto me abrigue y se me vista de algo gozoso e indescriptible, porque nunca sé bien cómo esconderme de lo preciosa que me pareces siempre que te veo, y me voy dándote vueltas por dentro, como mínimo, el resto del día.
Jag.
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19 de junio de 2018

Ira y luz, y también



te tengo escrita así de profunda cuando me callo la boca.

Sabe que no callé por no pecar, pues cansadas tengo las cenizas y henchidos los alvéolos de amarilla redondez fluctuante de esperar la venida de los cantos de la muerte. Y ya vuelvo a morderme, que no me quiero parecer a la sucia y tonta agresividad sin sentido de alguna gente que yo me sé. Ya está bien del sufrimiento barato de poetas sin recursos hechos a martillazos.

Te llevo dentro y no saco el trino ni el explorar deslenguado. Para qué. Sin un mínimo enterarte, estás más allá del cacareo del ombligo en el centro de la plaza de los zafios. Quién soy yo, de todos modos, para distinguirme.

Ahí mismo, a mano derecha según se mire como quien dice, más allá de las ganas de intentarte a ver qué pasaba, si era posible, te tengo instalada.

Me callo porque te amo cansadamente.

Como un perro rendido a la sombra de tus zapatillas, el entusiasmo no me dirige la palabra.

Y sí, es verdad que esta mañana hacía un sol de muerte en la calle donde trabajas. Y gente que te hablaba desde la reja de la escuela. Y tu suelo mojado.

Pero sigo petrificado desde que me supe cansado de inventar mi alegría.

Toda esta nada va a ser señal de algo.

Todo este mucho está siendo para más bien poco.

Mis expectaciones están perezosamente derramadas.

Y todo es tan simple, y hace un rato supe que ni la luz ni la ira van a dar para que de mis fuerzas destile el énfasis.

Y de mi alma no sale el simple buenos días.

Jag.
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25 de mayo de 2018

SONIDOS



Esta mañana sin querer
me he acordado de ti.

A ras de la gente, detrás
de la reja de una ventana,
una maceta prisionera lanzaba,
no sé, sus hijos a la calle.

Asomaba una callada florecita.

Al rozarme el brazo,
por sobre los sonidos
del vecindario,
me dijo oye,
todavía estoy aquí.



Jag.
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17 de mayo de 2018

EN UNA CHISPA



Ayer me preguntaron por ti y no supe qué decirles.

Yo no te dudo y aquí te desespero, pero por mucho que les diga, rayita en el agua, uñita blanca y flor de la saliva, como mucho.

A lo mejor me estoy pasando al seguir contando con tus pesares mientras te suspiro. Y también cuando te miro a la cara.

A lo mejor quién sabe si ya me tendrías el gusto, la sonrisa en su temperatura del abrazo, del desnudo, la confianza, ven conmigo para mentarnos de una vez frente a frente. O por lo menos a mi lado.

Lo digo porque el calor va avanzando, el barro está seco, la yerba alta, y siempre me has parecido alarmante de guapa.

Más que nada, lo digo porque iba yo pensando hoy que vaya estupidez redonda la vida algunas veces, y seguido, que en ésas no sería de justicia ponerme a que me quieras. No. No lo sería. Pero hay que ver lo que puede llegar a conseguir una sonrisa con dos simples trozos de carne, uno al lado del otro.

Es que iba yo por la calle con verdaderas ganas de desaparecer del todo, y oye: a lo mejor amarte es mi merecido, para lo bueno y para lo malo, me estaba yo diciendo. Y no tengo cuerpo de darle la espalda a los memes estúpidos que John Lennon escribió sin querer en alguna playa, en su momento, puesto hasta los ojos de cartoncillos de colores.

Lo que sí te digo es que estoy cansado de guerras estériles. De darme a una casa con banderas en la puerta. Y si está visto que nadie va a morirse por mí, yo no voy a ponerle más poesía ni épica a esa mierda. La gente es mucho más lista que yo, al parecer, desde los tiempos del instituto.

Así que iba yo más bien cansado de tanto dar de mí para nadie, cuando he visto

a tu hija
a tu perro
me parece, seguramente,

y entonces me he preguntado tan en serio por qué no supe qué decirles, cuando ayer me preguntaron por ti.


Jag.
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Una razón, de entrada

No es que te ame
por lo que busque, por
lo que puedas quieras sepas
darme de ti.

Te amo porque
cada vez que tú te levantas,
una parte de mi alma
se muere por vivir.



Jag.
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2 de mayo de 2018

TE VI



Amarte, va a ser que
tiro por calles
con canciones
que aborrezco, aunque
también huele
a frito de tomate.


Jag.
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28 de abril de 2018

NIÑA PARKER

Ay, todo eso que tú sabes, lo que de pronto paf, y ya está ¿te has dado cuenta? Me pregunté qué tal estás, dime quién seres, por favor si quieres, mientras te vi, de lejos esta tarde, con tu trenza fina. Qué sola me pareces de repente, cuando te pienso ahora, tan siempre en tu trabajo, de trajín con tanta gente.

Una sonrisa se me escapa siempre siempre, al volver la cabeza, cuando sigo andando y vuelvo a quedarme solo, mientras te imagino algo, no sé, cómo me serías sorprendida estupefacta por ejemplo, o cómo se te pondrían los ojos de incomprensión conmigo, y también de amargor desaliento, también, niña del abrazo distante, por incluir todas esas cosas que tú sabes, las que de pronto paf, y ya está ¿te has dado cuenta? también cómo se te pondrían conmigo las manos de ganas, y la dureza ternez en la islita morena de cada uno de tus pechos, y las piernas de lascivia, no creas, que hambre no me falta, ni en albores ni en postrimerías, ya ves qué tonterías a estas horas. Ya ves las cosas que llegan a ocurrírseme contigo tan sólo por verte en tu sitio normal a la hora acostumbrada, sin darle un rodeo a nada ni perfumarte la flor especialmente: palabras, líquidos, esperanzas infundadas se me ocurren por un abrazo lento que te diera para siempre sin pensar en qué decirte, mientras un himno solemne sale de un cuerno inglés, y sentirme bien fundido en ti sin palabra ni juramento, sin arrepentimiento que atraviese los años de bruma. Y rítmicos cordiales resuellos de alma vagabunda.

Siempre siempre esa sonrisa que se me escapa cuando ya no me ves. A mí, a mí, que perdí para siempre la fuerza de salir a la calle sonriendo a todo el mundo, poniendo en la cajita del corazón de cada niña bella la posibilidad peregrina de hacer un nido o un hogar, un cobijo, un refugio, una marquesina provisional para la que está cayendo en esta vida sin piedad. Ya ves, las cosas que me pasan por dentro sin que tú eches cuenta de nada.

Y mueran las cifras, descansen las palabras, al paso del innombrable.

Quizá no estoy tan accesible para nadie, en estos momentos. Quizá ya estoy demasiado cansado de la gente que se emboba con el canto de los pájaros que se marchitan en sus jaulas. Yo cada vez sé menos, ay, infierno dulce que me consumiera en tu abrazo, para qué voy a engañarte. Yo cada vez tengo menos sitio en el alma para nadie. Quizá tan sólo boqueo mis ganas en un emperramiento como el tuyo, y desmorónense antiguos palacios de azúcar. Y me pregunto, mira que si pudieras encontrarme algo, así de lejos, mira que si la vida fuese una explosión de jacintos por dentro tuyo mientras decías tanto gusto, o buenos días, o tan sólo gracias simplemente, y yo no me había enterado, de tan pendiente, ay, niña de la flor callada. Mas tengo que tender la lengua en su celda de carne, pues están chirriando la puertas de los negocios y se está tímidamente despertando el firmamento halógeno. Te irás, libre como una polilla cansada, a posarte de mí tan lejos.

Yo sé que te va a ocurrir el amor en alguna parte. Las manos van a hacer su papel en el corazón, y se abrirán las aguas y se correrán las cortinas. Y lo harás tú, y la fe y la inconsciencia y la luz de la voluntad de tantos otros. Yo lo sé. Y volarán los papeles y en cualquier caso, yo seguiré diciendo sigue soñando. Y haré trajes de lágrimas de lujo, y banderas con mis libros.

Yo tan sólo quería decirte no te olvido, tan pequeña, y ya me duele de tanto que a mi pecho te apretaría. A veces pienso todo está perdido. Lo pienso para mí, mientras intento festejar y dejar lo mejor que pueda para los niños. Pero luego, luego siempre respiro un poco, y sé que soy una semilla que nunca muere. Y te pienso sin rodeos, y me sale ay, todo eso que tú sabes, lo que de pronto paf, y ya está ¿te has dado cuenta? Y te digo, qué tal estás, quién eres, por favor si quieres, dime, qué sola me pareces de repente, tan siempre en tu trabajo, de trajín con tanta gente. Y me sale mírame que siempre te tengo algo. Que siempre te lo quiero dar todo. Me sale fíjate qué hermoso es el bolígrafo que compré cuando se rompió mi padre. Mira qué bonito y qué valiente va proclamando su color ahora mismo, mientras se va muriendo la luz de la tarde.


Jag.
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18 de abril de 2018

AGUA DE SED ANTIGUA



No soy nadie,
no tengo nada, sólo
puedo darme yo, hace tanto
que no paso por tu calle
para verte.

Se te descontrola
una sonrisa, una
palabra amable
que no te pedía.

Ese sol
que no recordaba.

Jag.
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21 de febrero de 2018

ES QUE NO TENGO ROPA DE DIARIO



I.
¿Pues tú sabes lo que te digo? Que en este escrito paso de ponerle un signo a la expresión de mi estado de ánimo. Viendo en conjunto lo que voy escribiendo a partir de haberte encontrado y mirarte con cierto sesgo-que-se-me-impone-no-sabes-tú-cómo, encuentro que mi actitud es como de reverencia, y creo que eso a ninguno de los dos nos conviene. Creo que esto a ti te va a dejar demasiado expuesta a las infalibles trampas del halago, que acaba haciéndonos resbalar peligrosamente hacia el envanecimiento. Y eso a mí me acabaría pesando, primero, por excitar inútilmente la vacuidad en tu belleza, que sólo la entendería generosa, imparcial y activa, y segundo, porque me hundiría saber que por mi mano va a cambiar la temperatura de tu espíritu tan sólo actuando en tu autoconcepto, favoreciendo que con banalidad te pienses simplemente admirada, sin aportar en nada a un crecimiento en tu vida. Que yo te mire así como te miro, no es para decirte lo que ya sabrás, ni para formar parte de ninguna colección.
Tampoco me anima precisamente releer todo lo que sin que tú sepas te escribo, y comprobar que, con las presencias, con los escritos, ni tu actitud ni la mía evolucionan ostensiblemente. Y más inútil me siento. Más incapaz en los medios que finalmente estoy poniendo para que tú y yo acabemos hablando.

II.
Al final, "Vitamina" me está pareciendo una especie de libro plano que sólo viene a decir de mi curiosidad y de tu falta, simplemente. Con tu actitud marmórea, de ahí no salgo, por mucho que me invente. Esos textos, uno a uno, tenían su sentido en el momento de hacerlos. Pero con esa colección no puedo dejar de pensarme como un árbol metido en un macetero de forja, colocado por un alcalde cualquiera en la boca de una calle para evitar que un camionero con todo perdido brinde al gobierno una estupenda cortina de humo sangrienta, que nos haga hablar de cosas bien distintas a que estamos gobernados por mafiosos e ineptos, votados por una dolorosa mayoría de pobres ignorantes.
No quiero que "Vitamina" sean escritos de género. No quiero que me confundan con un receptor de los suspiros de la gente. No quiero adhesión facilona. No quiero admiración vacía ni consejos de suficiencia.
Escribo estos textos sólo por la insatisfacción de no poder vivirte de otro modo.
Así que ya ves qué panorama más tonto tengo. Embarrado hasta el cuello en modos y actitudes de otro siglo. Conquistar es contra la voluntad, y cómo te podría mirar a la cara entonces. Seducir es contra la inteligencia, y qué me estaría interesando de ti entonces. No quiero textos de género en Facebook que interesen a lectores de reality, que arruinan la posibilidad de la poesía en su apreciación banal de los argumentos. Voyeurs sabidillos que confunden el erotismo con el calentón.
Miedo del todo, y rechinar de dientes.
Estoy delicado y dañino como un cablecillo despellejado al aire, pero ya casi no sé qué decir, ¿sabes lo que te digo? Todo va a ser para mí un dejarlo pasar mirando a otra parte. Hasta que todo esto se cumpla o yo me gaste.

III.
Desde siempre he entendido que esto era Hola ¿quién eres? ¿cómo estás? Hola, estoy aquí para darte lo mismo que tú tienes para mí. O que pienso que tienes para mí, o que ojalá que tengas para mí, yo espero (de esperar y de esperanza, al mismo tiempo), que andemos juntos en esto, con esto entero llevándolo a medias, entre los dos la carga, quiero decir, entre los dos el gozo, la alegría, el trabajo, quiero decir, si a ti te parece bien. Yo quiero. Que lo sepas.
Aunque soy propenso a levantarme un dia cualquiera y saber que cualquier día como hoy mismo, puede ser el día de no puede ser.
Por la calle me asalta el pensamiento aferrado a la boca del estómago de ese amor que tampoco. El de ya te lo he dicho todo y no va a pasar nada. El de todo va a quedarse en un suspiro sin causa. El amor sin futuro que no espera resolución. Ese que no puede ser.
Meto la mano en el bolsillo, y aprieto, y no hay nada.
Un libro puede ser tan corazón,
tan para siempre.
Un libro, y más de un libro
pueden ser cómo.
Y decirnos a ella y a mí la manera.
Y puede ser no encontrar tu palabra,
que no me digas nada
en toda la tarde,
que yo esté cansado
decepcionado de vivir,
sin épicas baratas ni estertores,
apasionado y solo,
y que un zumbido metálico
se sienta tan a gusto
en mi cabeza.
Puede ser.
Puede ser tú misma,
ser cualquier por favor,
antes de mí no te mueras.
Puede.
Y lo de antes de un de nada
que se hunde para siempre eternamente.
Puede ser.
Aunque me achico y reconozco que se me encoge con ella el brazo decidido. Y como que domo el ansia y el acto me flaquea. Que no tengo derecho a amarla impunemente. Y me callo y me lo guardo y no doy un paso más aunque todo esto me esté mordiendo por dentro y la vida pase para siempre. El alma desaparece y la montaña tiembla. Y me voy resignando por el camino, y me digo que no es amor lo que siembra dolor y discordia a cambio de un momento de dulzura.
Pienso en ella y me digo quita.
Pienso en ella y me digo pasa. Y sigue adelante. Mira más allá de lo que sientes, y mantente honrado. Ofrece el amor tan sólo mientras puedas permanecer leal, honesto. El amor puro es limpio, valiente y ofrecido. El amor es generoso, jovial y profundo como un niño. Pasa. Sigue adelante y no hagas para que todo se pierda.
Todo es aburrido y lógico, tan como siempre. Contenido y prudente, aunque a ver cómo se le explican estas cosas al corazón, que sólo entiende la verdad desnuda a través de los ropajes. El corazón, el que todo lo cuida en su talla y nunca posee. A ver cómo se le explica de tanto suspiro, de tanto rayo de sol desperdiciado. A ver cómo lo hago. Y tanto abrazo que se alarga, perdido y mordiéndose los labios. A ver.
La vida se está yendo, ya lo sé. Que ya no aprieta tanto mi paso, ya lo sé. Y mi mano, que ya no calienta tanto como antes.
Pero esa trasnochada honradez que me ciega los caminos para hablarle.
Y me pregunto, si además claudico contigo, ¿volveré algún día a las ganas? ¿a las ganas verdaderas?
No lo sé. Yo sólo quiero hacer honor a la vida, e intento poner el amor en todo, pero no siempre me parece que esté saliendo bien.

IV.
A este paso, se me escapa el bus, y tengo que salir pitando, aunque el móvil no ha cargado del todo. Por el camino me para un amigo de hace tiempo, preguntándome por los libros. Hemos cambiado dos veces de teléfono y de novia y de trabajo, de libro y de suspiro. Y está bien que hablemos. Te hago una pitada y nos tomamos algo más tranquilos. Vale.
Aún así, no logro resistirme a pasar para verte aunque sea un poco. Entiendo que no va a servir de nada si no tiene que servir de nada. De todos modos, yo tengo que ser yo, aunque tú no sepas nada de mí, ni de ti en mí, ni de mí contigo en la mente el corazón el cuerpo. Y total, para claudicar y decir ya no puedo siempre hay tiempo. Siempre puedo construirme un protocolo amable que me diga que en la más absoluta oscuridad es donde más brilla una estrellita. Que siempre hay una lucecita encendida, etc, y así me va.
Entro, y mírate lo preciosa que siempre me estás. Contigo siempre acabo poniendo una prórroga generosa al momento de nunca más. Y me digo que tengo que ponerme a tiro por si algún día se te escapa una pregunta que yo me muera de ganas por contestarte. Otra vez. Otra vez pisando tu suelo recién fregado. Otra vez. Otra vez alejándome de Faulkner y de los grandes. Otra vez detrás del simple pálpito. Otra vez hasta luego-hasta luego. Otra vez dándote la espalda ardiendo. Otra vez pero cómo voy a decirte cuánto me gusta tenerte delante aunque tan sólo sea por un momento. Otra. Otra vez, que siempre es una vez más desde que empecé, y una vez menos hasta no sé cuándo. Quizá el desengaño. Quizá la rabia. Quizá miopía, fuerzas de la Naturaleza, simas, desbordamiento de los ríos, explayarse de los océanos de arenas ardientes del desierto hasta las mismas puertas de mi casa. Yo no lo sé. Ay, amor, que se me hace tarde, y ahí te quedas. Todavía no sé cuánto me llevo, cuánto te dejo, de lo que de mí no quiere separarse de ti.

V.
El aire está frío. El sol, tan claro, casi obligado se sostiene en vilo. Tan tibio, tan sinsangre y engañoso.
Y en qué voy a poner yo ahora la furia y la belleza arrebatada que tengo escondida en las entrañas.
Voy por la calle con prisa renqueante. Y estoy pensando que lo más inteligente es que quiera algo más que tener algo contigo.
Por la calle, un hombre con un gorro de papel habla con la boca llena en la terraza de la churrería. Y seguramente hay algo de mí en eso, aunque malditas las ganas que tengo de desmenuzarme.
Sigo por la calle y qué curioso, debajo de un sombrero extravagante, una antigua alumna me dice quiero leerte los poemas de mi libro, le digo vale algún día, me dice ya sabes que estoy aquí para lo que te haga falta, le digo que sí y me he puesto a lavar la manzana en la fuente. Y mientras pienso ay, tengo que descansar de todo esto. Muerdo. Muerdo y me callo y te recuerdo. Muerdo. En el solar de al lado de la Estación Provisional de Autobuses de mi pueblo está tirada la estructura metálica de un carrito de bebé. La hierba alta la invade, la sostiene, y parece el trono de la Virgen del Rocío y olé. Basura y vergüenza, mientras viene el autobús. La gente se acumula en la marquesina. Y muerdo. Otra vez.

VI.
Por el camino, parece que los almendros se han puesto a chatear con los desagües de Fukushima, y están floreciendo a conciencia, a primeros de febrero, en cuanto el temporal se ha sentado a hacerse un cigarrito.
Me sale una letra tan bonita ahora, no te la podrías creer.
Por el camino, urbanizaciones interminables de gente que sólo pisan de noche su casa, porque tienen que pagarla. Las mejores horas de sol, para el jefe. Ay, otra vez te me has movido por dentro, como una punzada. Yo te quiero hacer una foto en el mostrador.
Por el camino, al fin alguna pintada buena.
"Llámame sin ll".
"Mi amoto es léstrica", en la desembocadura del río.
Pero no puedo seguir escribiendo en el autobús. Me ha dado un sudor frío que casi no puedo sostener el bolígrafo. Tengo que quedarme con las ideas, o ya verás tú la que voy a liar yo aquí. ¿Llevaré una bolsa suelta en la mochila? Sí. La recuerdo. Tengo que cerrar los ojos ahora. Respirar despacio y hondo. Apoyar la cabeza en el cristal frío de la ventanilla. Me viene bien. La radio, acariciando toscamente, I'm gonna feel the heat with somebody, perdón señor, ¿está ocupado?, I'm gonna dance with somebody, amabilidad en mitad de este mareo de la muerte, no, siéntese, por favor, with somebody who loves me, muchas gracias.
Qué sencillo parece, Dios, todo de pronto.

VII.
En la ciudad, he comido en la casa de la alegría. A ver si. Minutos antes, he abandonado a su suerte una sudadera rebajada a punto de extinguirse. No pude evitar pensar que lo mismo me habrías encontrado guapo con ella. Pero no la necesito, realmente. En la puerta habían tirado un puerro.
En la ciudad, faldas que parecen cortinajes en rosa sucio terroso. La felicidad ansiosa de los turistas de fin de semana, atravesando la felicidad igualmente programada de una boda en pleno centro. Modernez impostada de las chicas y los chicos del extrarradio, concentrándose en manadas a las puertas de los vomitorios de los centros comerciales. Disfraces de Songoanda, de pistolera, de policía sexy, de Puigdemont. Niñas y niños vestidos como espectros, con pelucas excesivas que darán alergia, me apuesto un huevo. Madres de hojaldre a punto de desmoronarse. La felicidad. La realización. El tiempo libre. El equilibrio. El amor. Mi ciudad va cogiendo dolorosamente los vicios de la tiabuena de la clase: ellas la envidian en secreto, ellos la desean abiertamente. Pero casi nadie le habla. Porque nadie aguanta su altivez, su soberbia, suficiencia y manía persecutoria. Mi ciudad, vestida de aspirante a perla del Mediterráneo. Dios qué desastre, no aprendemos. Por dónde irán ya los alquileres.
A todo esto, ya he comprado cinco libros, y no tengo ganas de ver exposiciones. Me estaba meando y he tenido que entrar a tomar un té. Una solución forzosamente diurética. Tiene cojones este puto primer mundo.
De camino a la estación, corazoncitos de cartulina roja en una valla, para apuntar lo que cada cual quiera. Me reía yo solo, soportando el peso de mi floja determinación de dejar de cargar las tintas con lo que te voy diciendo. Mi falta de espíritu para dejar de ir a verte.
De camino a la estación, me martillea que en San Juan, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.
De camino a la estación, en uno de mis libros, que la retirada es parte del combate. Y miedo me da, dos veces. Porque yo sigo sin saber a qué acudir ni de qué apartarme. Ni cómo, ni cuándo, ni adónde.
Y mientras, sigo solo, en esta vida que pasa.

VIII.
Sigo buscando esas cosas que tengan algo de talla o algo de aire, para estarme más tranquilo contigo. Pero no puedo esconderme de que cada vez que he pagado, en el fondo de la cartera centelleaba un tíquet de compra que tú me diste un día que no recuerdo. De pronto, algunos días después, limpiando mis cosas, me dolió la idea de desprenderme de ese tíquet que tú me diste. Y así hasta ahora, que sigo irracionalmente persiguiendo alguna señal de que tienes algo para mí.
Todo el día mareándome, en todos los sentidos, porque me pusiste el cambio en la palma de la mano con tus uñitas francesas, y detrás inmediatamente tus dedos, y subí a escondidas por tu brazo hasta tus hombros, rodeé el dibujo de tu barbilla, y me apresuré por precaución en tus labios, empecé a frenar en la nariz, me detuve un segundo eterno en tus ojos: gracias, hasta luego. Y me he echado al mundo a quitarme de todo esto.
Pero tampoco puedo esconderme de que todo lo que miro en el mundo tiene tu color. Y no sé cómo eres, ni cómo seríamos sumados uno o uno y lado a lado. Quizá será una equivocación. Quizá decepción. Quizá el conflicto, el dolor de siempre, nuevamente.
Pero siempre que te hablo o te veo, todo es más bonito, incluso cuando sólo estás en lo que escribo.

Jag.
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