Eres la
suma de lo que intentas, de cualidades que te nacen por dentro y de
vicios que se te pegan, por descuido, o con gusto. Eres la suma de
tus anhelos, ¡ay!, y también de tus tonturas y arranques de genio.
Eres la suma de lo imprescindible con lo indeseable. La de lo que
persigues, en tu ceguera, y lo que acabas aceptando, a regañadientes.
Eres la suma de un constante avance/retroceso. La suma de tus
apuestas y la suma de tus arrepentimientos. La de lo que te han
regalado y la de lo que peleas con denuedo. La suma de lo que te
encontraste con sorpresa, y la suma de sorpresas parecidas que algo,
de vital importancia, te jodieron. Lo que ocultas, lo que finges, lo
que enseñas, suma a lo que construyes con runa o con pellejo sutil,
con grandes esperanzas y profundos alientos, en fin, eres la
acumulación de tantas nadas que acaban sumando algo, a la gente, al
vacío, al ruido de cocina que al tiempo nos hunde y nos lleva en
volandas, la suma de tanto todo para, después del estrépito, acabar
en nada, que qué quieres que te diga, yo no firmaría en ningún
lado que lo que eres viene cabalgando una aritmética domada.
Eres la
suma de tanta vanidad que promete, la suma de tanto himno que
desfallece, de tanta pobre miseria que se reivindica con golpes de
patética honestidad, la suma de tanto gesto heroico que en la taza
se remolonea, la suma de tanto andar elegante, de tanto cojear,
mirada al frente, de tanto caer y levantarte, la suma de tanto
avanzar abandonándote, que a ver quién es el guapo que dice que son
sólo tuyas las mellas de tu belleza resplandeciente.
Desiste.
Evita enumerar los despropósitos que orlan tu entusiasmo. Sostén
flojamente tu plan, y cuídate de bajar al valle con falsas
tonadillas en los labios, cuídate de subir montañitas en falsa
camaradería, para acabar enarbolando las banderas de los otros.
Déjalos en sus desdibujados intereses, y echa cuenta de la compañía,
de lo que te está costando. Bájate del nervio, aléjate del azogue
y ponte a cubierto de reuniones de tontos que corean consignas, que
se jactan de amenazas asumidas en su lenguaje ordinario. Deja que
agiten sus argumentos efervescentes en filas de colores, mientras las
familias de los listos, desde sus balcones, les jalean con razones
difusas dibujadas en la sangre.
No sé
si hay un color que nos define, pues todo se mueve. No sé si hay un
lugar que nos corresponde. Porque ¿Quién eres? ¿Qué eres? Evita
tomar posiciones, encariñarte. Si quieres buscar tu sitio, ve con
cuidado de no ensuciar mirando. Sé paciente, honesto, flexible y
desvergonzado, pues tienes que encontrar, fuera de la lengua que
adocena, cosas desconocidas para expresarlo. Lo que eres está tan
cerca, y al tiempo es tan extraño, que si no quieres desgajarte de
la decencia, si aún temes acabar entregándote a lo impío, cuando
alguien te pregunte por la calle, quién eres, cuando te lo preguntes
a ti mismo en la casa, quién soy, intenta, por tu vida, aplazar para
siempre la respuesta. Pues sabe que serás más, sabe que serás
menos de lo que resulta de la cuenta de tu suma. Aguanta, sin
responder, el brío del corazón, refrena la mente imberbe que trota,
el estómago valiente, la piel desengañada. Aguanta la respuesta de
lo que eres, pues lo que eres se construye con preguntas que se suman
a la infinita enciclopedia de lo inexplicado.
Responder
es claudicar. Conformarte a lo que llevas acumulado.
Deja
convenientemente abierta tu suma, pues observa que no han cesado de
añadirse decimales desde antes de que tu polvo concretase. Deja
abierto lo que eres, pues van a seguir llegando facturas atrasadas,
mientras los bichos celebran con pedos alegres las buenas digestiones
de lo tuyo, especulando entre eructos, acerca de lo que eres. Y todo
sonará igual de claro, guste a quien guste, pese a quien pese, bajo
una losa limpita o en un descampado cualquiera.
Barcelona
6_8_2014
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