Pues estoy en esos días en que me
acuesto tarde, me despierto temprano, y en el tiempo de enmedio no he dormido
demasiado.
Estoy en esos días en que te pienso,
tan desconocida y tan de mi familia, tan de años luz abismos de distancia y tan
de piel parecida, corazón de mi talla.
En esos días en que no te vas de mi
cabeza, ni dejas de dar saltitos soltando risotadas sin voz en mis silencios.
Esos días en que los líquidos los
huesos las carnes los tengo revolucionados, y todo se arrebata se sublima se
desbarajusta, se mueve se aquieta, se enardece se tranquiliza a la vez y sin
sentido mientras te pienso.
Días en que despierto buscando papeles
en blanco, y todo está tan bien colocado en mi malestar completo, que te pienso
y me río en voz alta hasta acabar aceptando la escondida posibilidad de
lanzarme a besar lo primero que tenga a mano. La funda de las gafas por
ejemplo.
Admitiré pues, que estoy en esos días
en que, mientras te pienso, ver crecer un texto que me va gustando no es más
que dar aliento a lacitos floripondios parches componendas, que me hacen una
casa a medida en los barrios periféricos de la vida real, mientras avanza la
mañana.
Y a pesar de que entiendo desde una
parte muy mía que sin haberte tocado ya sé que tu alma me sienta como un
guante, tengo que aceptar la posibilidad de que en el peor de los casos yo no
soy quién, y tú a lo mejor no eres nadie, como para que nos pongamos juntos a
escenificar delante de la gente pasiones epopeyas, o compartamos anécdotas
planes sencillos de la mano, siquiera.
Estoy, en fin, en esos días en que
Facebook lo solucionaría todo diciendo que es complicado.
A ver, chica, es que es de cajón que
mejor que pensarte y ponerme a escribir, mejor que admitir en un poema que te
estoy haciendo sitio por dentro y ponerme a besar lo primero que encuentre a
mano, mejor que todo eso, hubiera sido todo más sencillo si me dejo de
historias y te beso a ti.
Detrás de ese beso, observo que
estarías tú. Y ya está bien de dárselo todo a la poesía.
Te pienso, y a todo eso que me sale
mientras te pienso, y sin conocerte demasiado, ya sé que le ganarías tú en
textura, temperatura y corazón.
¡Y dónde va a parar! Ése beso sí que
sería una solución.
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