Decirte
que siento que en realidad, nada es rápido ni es lento, si no le
aplicas tiempo a las cosas, a las personas.
Todo se
está haciendo, y si lo que se hace no tiene una opinión de sí, no
tiene tampoco ni fin ni ansiedad.
Las
personas, las cosas que las median, las que las relacionan, no son
rápidas ni lentas. Las cosas, las personas, SON en sí y si no se
pusieran expresamente a que les importase, no les afectaría lo más
mínimo la opinión acerca de lo que ellas mismas son.
Si
estamos en nosotros, si somos serenos en sí, y no hay lento ni
rápido, pues tampoco hay antes ni después, si te fijas bien. Las
cosas, entonces, las personas y todo lo que las relaciona, pues no
empiezan ni acaban. Y si sigues ésto ¿dónde queda lo que nos han
contado acerca de lo que es la vida y la muerte? Piensa, se ha muerto
Shakespeare, pero ¿se ha ido Shakespeare? No. ¿Se ha muerto Bowie,
ha pasado la Madre Teresa? No. ¿Y tu primer beso, se ha ido? ¿Se ha
acabado? ¿Ves?
Yo te
pienso, y según una óptica clásica, siguiendo el plan antiguo,
como quien dice, pues estás o no estás, estás o no aquí, estás o
no conmigo, a mi lado o de mi lado, de mi parte, por dentro o por
fuera de mi piel, dentrofuera de mi corazón preguntón, en mis
tripas sin mirarme, a puntito de tocarme y erizarme risueña la piel,
y queriendo sinquerer, o sabiendo sinsaber, y ahora a ver qué es más
cerca o más lejos o yó, qué, sé. Y te pienso todo esto en
simultáneo, y como no le he puesto tiempo, pues puedo. Lo pongo en
letra y punto.
Y te
pienso, a lo mejor porque soy débil, y con toda la tabarra que estoy
dando con este escrito, pues acabo pensando y opinando acerca de ti o
de tu alrededor, ya ves, y más que eso, ya puesto a entenderme
débil, me pongo a creer que mi vida tiene que cambiar,
preferentemente a mejor, oye, creo, es más, estoy pensando que tú y
yo y todo bicho viviente tenemos que ponernos a crear un mundo nuevo.
Y al mismo tiempo que me niego a entregarme a la opinión o a la
evidencia de que tú estás o no estás, con todo el largo etcétera
que he escrito antes, si he empezado diciendo que todo es en sí, sin
antes ni después, ni rápido ni lento, pues ahora tengo que ser
valiente y decir que tampoco somos ni tú ni yo. Ni nosotros ni
vosotros ni ellos. Me explico:
Cuando
te quedas solo enmedio de la inmensidad de la naturaleza, como
Thoreau en Walden o Tom Hanks en Náufrago, quiero decir en una
llanura o monte agitado por la ventisca o la tormenta, cuando te
pones adrede en el encuentro con eso que te contiene, como a merced
de cosas que se nos impongan más allá de nuestro pobre saber,
nuestra débil voluntad, cansada opinión, llegamos a la pista de que
en realidad somos uno con todo ello, como cuando una rueda del
autobús se monta de improviso en el bordillo de la acera y toda la
gente oscila al unísono hacia el mismo lado, como muñequitos. Como
que todo lo que es, somos, que todo lo que pasa, nos pasa. En fin,
pistas de que estamos hechos de la misma pasta que las tormentas con
aparato eléctrico, los incendios, los vientos alisios y el polvo que
vemos en suspensión cuando un rayito de sol se nos cuela por una
rendija de la ventana en la habitación cerrada a la hora de la
siesta. Somos uno con eso, y podemos decir que vamos con eso en el
mismo autobús, porque también somos el autobús. Sí, lo explico
como el culo, pero yo lo veo claro. Somos de ese todo, y entonces, si
nada nos distingue, es que somos todo y somos nada, ¿no? Si todo es
lo mismo, podemos ponerle el nombre que queramos. Total, si nada nos
diferencia del fondo que nos ponemos, para qué ponerle un nombre
¿no? Todo lo que decimos que somos son atajos, presunciones,
equivocaciones y alardes. Envanecimientos. Fíjate en la palabra: con
la vanidad te llenas de vacío. Te cagas, con el lenguaje.
Y ya
paro. Que todo esto era por lo de la rapidez y la lentitud. Por lo
del antes y el después. Yo, ya ves, siempre estoy pensando en lo de
los amores, y en lo que uno le pide a la vida. En lo que le pide la
gente, a la vida. En lo que esperamos, en el sentido que le damos a
esto. Y me pongo a escribirte y ya medio me olía que esto no me iba
a traer nada bueno. Aunque, bueno, tampoco me ha llevado a nada malo.
La conclusión sería que nada empieza ni acaba, puesto que no hay ni
antes ni después. Y siguiendo esta argumentación, tampoco habría
conclusión, ya puestos a meterle atención a la palabra.
Si
seguimos, sin antes ni después, sin tú ni yo, a qué pararnos a
medir nuestra velocidad. Sólo hay un ahora en el que, por no abrir
más el tema, estamos tú y yo mezclados, confundidos con el todo.
Para nada sirven los trajes que nos pongamos o la desnudez que
disfrutemos.
Somos
parte de un mismo caldo que es todo. Somos nada en eso. Somos
eternos, y sé que, como un aroma sin forma que flota en todo, tú y
yo nos vamos a ver serenos e invencibles en el justo instante en que
lo entendamos.
Jag.
26_3_16
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario