Antes, yo no sé cuándo de lejos, no sé cuánto de profundo, de extenso y calmado, de consciente, de tan volado, desesperado, antes, digo, no sé cuándo ni cuánto porque no sé, porque no puedo o porque no me acuerdo, porque no tengo tiempo, o porque ya lo tengo, ese tiempo, y no quiero re-tenerlo, porque ya lo tengo vivido, y cuando ya lo ves vivido, lo vivido es pasado, y si le echas demasiada cuenta, pues pierdes no sólo el aliento ensoñado de lo por-venir, sino que también pierdes del momento el bocado que se te da para vivir, que es uno, y que ya está aquí, surgiendo y pasando en una constante vertiginosa carrera despacito sin pausa ni marcha atrás corriendo andando. En fin, venir a decir que en ese antes en el que no profundizaré, ese antes en el que no me he de extender, ese antes de ahora mismo, yo tenía de mí una percepción/consideración más luminosa de quién era (y quién iba siendo hasta ahora), de qué hacía (y de qué iba haciendo hasta lo que hago ahora), también de quién hago y de qué soy (de quién hacía y de qué era desde entonces hasta hoy). Bueno, seguramente haber leído a narradores inconformistas y maltratados, y a jodidos poetas atravesados con las normas del mundo, no me está sirviendo para excusar que no me estoy explicando, aunque desde cierta óptica, en realidad eso, en el poema inofensivo de un cabreado de pueblo, qué más da, ni a quién le viene o le importa lo más mínimo. Lo que sí digo, pues para eso es un poema de mí, es que antes yo era o me veía o me sentía, incluso me movía más luminoso y constructivo para mí y para la gente, recuerda que ya lo he dicho antes, temo que te hayas perdido, o puede que mi escrito o yo o ambos dos te parezcamos demasiado exigentes o desordenados, pero por favor entiéndeme, entiéndenos, o haz un pequeño esfuerzo por entendernos, ya que te has parado a intentar leernos: yo me atraganto y me ahogo con lo que me viene o con lo que ya tenía, y ya puedes ponerle a eso la música y el adorno que quieras, las cosas, desengañémonos, no se dicen como son, sino atravesando el cómo somos y el cómo nos sentimos, y de igual manera, ni tú ni yo entendemos lo que nos cuentan por lo que nos cuentan en sí, sino atravesando el cómo somos y el cómo nos sentimos en el momento de los cuentos y de las cuentas, así que yo qué sé. Relax, me parece. Ya te digo que la gente jodida a la que busco para leer, no escribieron sus cosas para ayudar a explicarme ahora. Igual que les puse comillas para intentar entenderles o sufrirlos o disfrutarlos a mi pobre limitada manera, ahora yo te pido que me entrecomilles y me des margen cuando te digo que no me explico cómo era antes y cómo yo me atraganto y me ahogo por darme cuenta de ese cambio sobrevenido atravesando amores que ni de coña y maravillas que sólo se pusieron al alcance de mi nariz y de mis oídos a la distancia justa de que me llegase el aroma, el susurro lacerante de que la belleza no era para mí. Sí, por favor, entiéndeme, entrecomilla mi escrito que se atraganta y me ahoga, entiéndeme que no es sentado en un sillón de columnista opinador aclamado esperado bienpagado que te escribo estas cosas. Por favor, entiéndeme y entrecomíllame en rabia, deseo frustrado y estupefacción por no encontrarle asas a ese antes mío que yo te cuento desde mi presente cenagoso colapsado, ese antes que ahora no podría haber imaginado tan brilloso y limpio, incluso tan dócil y sereno con todo lo que vendría a sucederle después a ese antes, con todo lo que iría a acontecerme después a mí, que no es lo mismo, ese antes que fue, por lo visto, incapaz de imaginar ni por una vera, un pequeño después tan desalentado como el que se me hace grande ahora. No creo que haga falta jurarte que yo me atraganto y me ahogo con lo que me viene ahora, embarrado con lo que desde entonces era o tenía. Y al mismo tiempo me atraganto y me ahogo escribiendo este texto que se atraganta y se ahoga él mismo. Y así es como avanzo hacia lo que no sé desde lo que nunca he entendido. Perdóname por tanto que te escribo que no sé manejar ni me cabe en las manos. Perdóname si con el tiempo, con las palabras o los actos te me estoy revelando como un simple deficiente emocional, mermado constante por un eterno catarro sentimental que nunca se va, porque se cura resfriado cuando es alergia por este mundo hostil que confunde amar con ejercitar el poder, y en eso funda su normalidad, perdóname si me revelo enfermo sin cura del vivir por el sol pero malviviendo asolado, perdóname si me revelo ese que soy o ese que hago y que te arranca la risa nerviosa. Perdóname y te digo una vez más que no puedo explicarme. Podrías hacer un mínimo esfuerzo por entenderme o al menos situarme. Perdóname y gracias. Puedes también soltar esto por tu tranquilidad o tu equilibrio emocional, o por tu simple comprensible pereza. En ese caso, perdóname y gracias y adiós, pues muchas y muchos me han acabado enseñando la grupa cuando no les doy algo que coree su apreciación propia de la paz, de la concordia, del placer intelectual o sensitivo. Perdóname y gracias y adiós simplemente si este es el caso. Adiós queridos amores inconsistentes. Adiós amistad de la comodidad y de la frágil paciencia. Siento no haber colmado el cuenco de vuestra expectativa. Y también puede ser el caso de que me des la espalda y te marches riendo, yendo después a los sitios cabalgando alegremente burla, desprecio y ninguneo. En este caso específico, perdóname y gracias y adiós y suelta ahora mismo este texto y suelta todos tus lazos de mí. Ríete y putéame y ningunéame en todo tu gozo y libertad. Gracias, perdóname por no estar hecho de vuestra misma leche. Es bueno, en este caso, que sigamos cada cual nuestro camino. Es bueno que nos mantengamos lejos y ocupados cada cual en sus hechos insoslayables. Es bueno que cada quién haga su casa en su propia comunidad mental, en su propia afinidad emocional y que cada cual viva en buena conexión con su vecindario. Y que cada quién y cada cual tengan el consejo, el favor y la ayuda para quien exactamente los necesita en su grado y en su momento. Yo me volveré a ir solo de viaje, y si os reís de mi asfixia, de mi fracaso, recapitulo: perdonadme y gracias y adiós y que os jodan. Me reservo para otra ocasión el verter fantasía sobre la frustración de haber desperdiciado tanto en la ilusión de que íbamos a entendernos. Me volveré a ir, y por el camino voy a ir dejando caer las sucias gotas de esta agonía de habituarme a aceptar naufragios cuando emprendí descubrimientos, mordidas de los labios por dentro cuando armaba besos, encogimientos de hombros de los corazones cuando ofrecía la única flor que yo tenía, miradas miopes de condescendencia cuando me esforzaba por iluminarlo todo con mi intento. Adiós. Es muy cansado ir eternamente solo hacia el adiós definitivo.
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En todo rapto de furia hay un momento imperceptible en el que el espíritu cae como un despojo al suelo, exangüe, sin fuerzas, en el que tiene que aprovechar para respirar, escupir la sangre y acomodarse para un nuevo salto rabioso, perdido, patético, vergonzoso y derrotado, como en todos esos momentos en que al tiempo te sientes hundido por mísero y legitimado por comprenderte ineludiblemente falible y pobre y humano. En ese momento de indefensión máxima, sólo la rabia habla claro.
Todo este despropósito que pretendí poema, es para reconocerme hoy como ese que antes no veía y que hoy intento dibujar en este escrito de mí, ese que antes yo era, o me veía o me sentía, ese que se movía más luminoso y constructivo, te repito con dolor y celo, para que no te vayas y acabes olvidándome para siempre y me entiendas caprichoso imbécil alelado sin sustancia, ese que era yo antes, ese que era tan así de aquella manera como para creer que lo que soy (lo que iba siendo hasta ahora), que lo que hago (lo que iba haciendo hasta lo que hago ahora), estaban ayudando a construir como mínimo una fe en que puedo construir algo útil para mí y para los demás.
Una fe que servía para seguir por el mundo los pasos que me conducirían con honestidad a lo digno. Algo que iba a ayudar a las personas. Algo mínimo como una cerillita que yo traía encendida con el corazón en la mano, con toda prisa, porque en mí iluminaba poco, y no servía si sólo iluminaba para mí, una cerillita que traía a toda prisa, que se estaba apagando mi tiempo, y me quemaba la punta de los dedos.
Antes, no sé cuándo de lejos, no sé cuánto de profundo, de extenso y calmado, de iluso, de consciente, de tan volado, desesperado, antes, digo, yo estaba lleno de colores y de esperanzas. Creía sin sombra ni duda en la luz que yo tenía en mí, en la fuerza de mi corazón. Tanto, que mis destellos, más allá de lo que yo creía, eran iluminaciones, tanto, que mis alientos, más allá de lo que yo creía, eran vendavales, y tenía suficiente para mí y para multiplicar y repartir para todas y para todos.
Eso era antes. Eso pasaba y construía antes. ¿Te acuerdas? Yo no quiero saber cuándo empecé a terminar con esas cosas, y no quiero echarle culpas a unas fechas, a unos hechos, a unas gentes más ni menos que a otras.
Tampoco recuperaré mi fe, mi generosa gallardía, encontrando hombros sobre los que cargar las culpas.
Tan sólo decir que ahora esa fe por que mis cosas sirven para algo, esa fe por construir desde mí para que creciera humildemente todo, decir que todas esas cosas y esa fe ahora sólo encuentran lugar para ser y para vivir, en los escritos. En los escritos de antes, porque había una ansiedad de hacer algún bien, y una urgencia por transmitirlos y celebrarlos. En los escritos de ahora, tan sólo porque no me queda otra.
Así, ahora, tan solo en el lamento por mi fe perdida, un escrito inofensivo y con los ojos abiertos como éste. Una cerillita inútil y casi imperceptible, una llama vulnerable, asombrada y descreída contra la realidad fría y oscura del mundo en el que somos y estamos, como sea, mi escrito, tú y yo. Un poema hecho de mentiras, que aventuren, en lo posible sin dolores, cómo debería ser la verdad.
Jag.
26_12_17
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" " Gracias JJ.Me aliviaste un poco de mi.Tu cerillita se me fue haciendo tan indispensable,cómo al que estaba a oscuras en su curva.
ResponderEliminarNo sé cómo puedes decir las cosas tan bien dichas y quedarte después negando el solaco que encendió todo y dió muerte a la insuficiente cerilla.
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