que hay cansancios que descansando
no se quitan.
Ocurre que al mismo tiempo,
yo me acuerdo
de una parte mínima tuya,
e inexplicablemente de pronto uno
vuelve a ponerse en marcha.
Yo en estas cosas creo que soy diesel,
no soy especialmente rápido, y confieso
que soy duro por las mañanas,
todo me pesa y me cruje, pero,
una vez que he calentado,
ya me vengan kilómetros
acelerones frenazos volantazos
de tus llanuras y colinas.
Yo qué quieres que te diga,
es sentarme delante de un papel, olvidarme de tanto que me aprisiona a mí, y que supongo que también a ti, y tener de pronto toda la inspiración puesta en ir a verte y pedirte un beso de tu boca.
Todo
se me hace suspirable de repente,
todo tiene en este instante de luz
su potencialidad para la maravilla.
Y yo no tengo remedio,
mi castillo se desmorona de vergüenza
porque a veces siento
que tan sólo
he puesto números y quejas
en la jodida edad adulta.
Esto no puede comprenderse con facilidad, esto
no es para nada admisible,
y yo me digo, gravado sin remedio
por una honestidad que me arrastra
hasta el fondo,
tú qué vas a decirle
tú qué vas a aportarle
que no sea ropa heredada y malaúva,
que no sean discos que no conoce,
libros que no le importan y que
tú mismo tienes desperdigados, eh?
¿EH?
Y aunque parece que nunca acabo
de descargarme del todo del desaliento, a pesar
de tanto que me canso de mí mismo,
la noticia que hoy tengo para ti
es que me descubro intacta
la persistente inmadurez que me empuja
a andar agarrándome
a tu cara preciosa
para
continuar
adelante
con la ancestral conspiración de los trovadores.
-¿Y no te da vergüenza?- me preguntarás.
Y pensaré que esa no es buena pregunta ni para empezar algo ni para darlo por terminado.
Pero no repondré nada, seguiré manteniendo cara de medio siglo de tontura. No diré nada, porque ya me has pillado en el aire, ay, cierva del trópico. No diré esta boca es tuya, porque nada de eso se entendería en ningún tratado de vuelo sin motor.
La noticia es que tienes un papel
en el torpe y niño lanzarme una vez más,
armado hasta los dientes
con las mejores ropas
de mi vulnerabilidad,
completamente desasistido, para
ponerme delante del mostrador y decirte que
-Hola,
soy tu cliente que no tiene la razón, hola,
mira, que me ha pasado que de repente
pienso que no veas tú qué raro es todo esto,
que creo que se me ha ocurrido para ti lo más bonito,
o algo así, lo siento, normalmente
cuando estoy solo tengo mejor expresión oral,
y ya hago bastante conteniendo gestos
que no vayan a parecerte bruscos, por Dios,
no me pongas esa cara, que yo también me he asustado,
me ha dolido y me ha ahogado, toda
una sorpresa, ya ves,
como otras veces
me ha desvelado, me ha intranquilizado,
y me ha hecho más guapo y más luminoso,
tan sólo por pensar un momento que algún día
tenía que ponerme a decir que pienso en ti
delante tuya mirándote a los ojos.
Yo no sé cómo llamarlo, no creas,
ya sabes, estas cosas son como siempre,
y como otras veces,
siempre son distintas
Yo, como casi siempre,
no me atrevo a ponerle un nombre, para qué
dejar esto aprisionado
en que es deseo, en
que es supervivencia, o atracción
o tan sólo un torpe arrebato de gimnasia
de mi pobre corazón, yo qué sé.
Sólo sé que me ha ocurrido contigo,
o por ti, o para ti, o hacia ti, y qué importa
la preposición a las cosas importantes, y de pronto,
sin violincitos ni mandolinas, se me impone
que a esto habrá que hacerle algo, no lo sé,
ir a lo tuyo a decirte que es cierto
que no tengo nada, pero
que vayas haciendo sitio,
porque todo es para ti.
Que no soy nadie, pero todo esto
y lo que me escuches en adelante,
te lo digo yo.
Y si te lo digo yo, puede
que te suene raro,
delirante o desquiciado, puede
que oído de mi boca
te venga grande asfixiante
o chico irrisorio,
o pronto inoportuno
o tarde lastimoso
o nunca descarnado a secas,
pero si te lo digo yo,
bueno sí es.
Y por decirte algo bueno,
pues ya soy alguien.
Jag.
5_12_17
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