Torció sus letras a la rabia, finalmente.
Cabalga entre la gente en gala de cinismo, pero algo la conozco, y la verdad es que no le gusta perder, me parece.
Por eso a veces, medio oscuramente, ven aquí que yo sé, ven aquí que voy a cuidarte como nadie. Pero nunca entendió hasta cuánto he llegado a aborrecer los coros. Y ahora, que vuelo libre con mis alas de jaula, el espino pierde su flor, y la risa se le troca en baba de veneno.
Con mi desesperanza yo ya tengo más que suficiente.
Y suficiente tengo ya de las visitas que a los postres me dicen tú estás equivocado.
Tú no le hagas caso. Ella cree saberlo todo, pero nunca ha llegado a acercarse a esta lucecita que yo te guardo por dentro. Ya puestos a saberme solo, ingenuamente iluminado en eso, a qué reconvenir el gesto, a qué partir una letra siquiera, por alguien que sólo en su terreno se esfuerza en entenderme.
La vida no es de torres tan altas.
La vida se hace de triunfos sencillos, de pequeñas canciones silenciosas que escucho en mi corazón cuando veo tus ojos cada cierto tiempo.
La vida es pensar en ti, tan simplemente.
Para mi sorpresa, ella juega a no saber que eso no se elige.
Como si nunca hubiera entendido que amar no es un concurso. Que a veces, es una gotita que va entrando, cada vez que llueve, por una grieta, por un descuido, en el corazón de los edificios.
Y amar no es explicarme a nadie.
Amar no es defenderme de nada.
Amar es saber que te miro desde mi cuerpo de piedra, de broza, de hierro y zarza el amasijo. Y por dentro todo el aire de mi mundo. Por dentro mi abrazo respirando despacio rozando tu cara. Por dentro esculcando tu latido a través de las capas de ropa. Por dentro para ti toda mi mesa puesta. Mi despensa, mi respuesta a vivir. Mi paseo por el campo hasta encontrarte. Mis ganas de comer.
Jag.
16_1_18
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario