30 de septiembre de 2021

VIVIMOS EN CASAS, AUNQUE NOS SUSPIRAN EN LAS CALLES



En realidad no soy yo quién para pensar siquiera ese tanto que duele cómo te habla algunas veces la vida que tú elegiste. 


El amor es una pequeña pupila negra y dura que brilla silenciosa en el hueco profundo entre espinas que me miran desde sus puntas. 


Me descubro tenso y comedido cuando llego a saludarte tan cordial.


Creo que tú y yo tenemos esa cosa que está al fondo de iniciativas valientes de la miseria. No se va ni me espera, y quizá necesita envejecer para tomar aliento.


El amor lo es todo, y para eso hemos venido, para amar, como dijiste tan imprudente en el pasado. Después vamos por las calles, tan alegremente jugando a garabatos de alientos e ilusiones.


El amor está en todas partes, en este mundo que anochece.


El amor está cabalgando al trote en lo que celosamente callamos. En lo que nos guardamos.


No sabemos si sabe adónde va.


No sabemos si viene hacia nosotros.


El amor es esa palabra cansada de que le pongamos el sentido de la vida sobre los hombros.


El amor no va a ninguna parte.


Es una mierda elegante,

y al final lo acaba dejando todo

tan en su sitio. 


Con toda su altura y profundidad,

con todo lo sucio y lo exaltado,

con su redención,

amplitud y bajura, al final

desde su principio,

me duele la cabeza contigo. 


Y así todo eso, 

a lo mejor mi falta de fuerzas, 

mi costumbre por mi hambre, 

así todo va tan suelto, 

todo tan mudo y desmadrado, 

tan sencillo mutilado, 

a las horas que son en esta vida.


Jag.

18_9_21



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