Llegué a Barcelona en Mayo de 2003 por una parte, con la necesidad de encontrar y asumir nuevos retos a nivel personal, y por otra, reorientar mi trabajo. De entrada, tenía la suerte de mi parte: ya antes de llegar a mudarme había gente dispuesta a escuchar mis ideas, es más, me conocían de tiempo y ya negociábamos un encargo.
El contexto sobre el que se realizaba este trabajo era el del matrimonio entre una catalana y un marroquí que aún vivía en su país. Querían establecerse en Olesa de Montserrat, y los trámites para legalizar la situación se estaban alargando por espacio de dos, tres años. Parece que los respectivos gobiernos de aquel tiempo no estaban por la labor. Los giros y recovecos de la burocracia estaban poniendo a prueba la paciencia y aún la posibilidad de una unión para la que sólo hubiera bastado el amor. La razón de ser de mi proyecto era el ilustrar y dar aliento y apoyo a ese otro proyecto afectivo que la burocracia se empeñaba en dificultar.
“LAS MANOS DE DIOS”, de 2003, (puedes verlo en http://jagmosaicos.blogspot.com.es/2010/06/las-manos-de-dios-2003.html ) es un mural mosaico de 252 x 444 cm. que quiere dar la idea de un dios mediterráneo pluriconfesional que acoge y bendice la unión. Representa dos manos ornamentadas con un diseño de henna de matrimonio como las que se hacen en las bodas del magreb. Las palmas se muestran de cara al espectador, con los pulgares hacia fuera, escenificando el abrazo con que ese dios sin fronteras acuna la cama de matrimonio.
Fue un proyecto muy pasional. Además de ser mi verdadera ESCUELA DE MOSAICO, donde empecé a cortar, encajar y componer con teselas, además de eso, me encontré con la total implicación de la familia de la futura novia. Todos, de alguna manera, estábamos identificando el buen fin de mi proyecto con el buen fin de las negociaciones entre ambos gobiernos, con la realización de ese matrimonio. Encontré una ayuda inestimable en las labores de producción del material (gestión y transporte), así como en los trabajos de preparación del muro. Su participación agilizó en gran medida el proceso. También sus expectativas agilizaron –y aún aceleraron- el proceso. En cierto modo pesaba el hecho de que estaba probando mi primera tentativa con esa técnica El tempo de construcción de un mosaico es lento por definición: es un mapa de píxeles cerámicos que hay que reciclar, limpiar, cortar, pegar, lechear, limpiar y pulir. En la familia empezaba a cundir la impaciencia, la misma que tenían que dominar alrededor del proceso que finalizaría en un matrimonio legal. Esto mediatizaba su percepción del proyecto. Aquello les estaba pareciendo interminable, y bromeaban: Como la Sagrada Familia, decían. Parece que, con una impaciencia común a ambos procesos, también las bromas adquirían un tono compartido. Con el pasar de unos meses, el mosaico se terminó. El matrimonio, vía reagrupación familiar, se haría realidad unos meses aún más tarde. Dos finales felices que se celebraron en un mismo día, en un almuerzo con amigos: bienvenida al marido y “presentación en sociedad” del mosaico.
La familia seguía haciendo referencias a la lentitud de ambos procesos. La lectura era “POR FIN”. Y no sé si fue alguien de entre los familiares o del resto de comensales que sintetizó, en una broma algo negra, un temor que flotaba en el ambiente y que a mí me dejó claro que los destinos de aquel mural mosaico y aquel matrimonio estaban unidos.
Dijeron:
-Pues si después de cuatro años de papeleos para casaros y seis meses de trabajo en el mosaico, resulta que no os lleváis bien… ¿qué vais a hacer con el piso?
Ese tipo de bromas se hacen como para exorcizar, creo, como para alejar del todo la posibilidad sobre la que se está bromeando. La risa fue general, pero aquello me puso en guardia.
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