15 de julio de 2012

LOS PLANES



Siempre que te quieren, lo hacen de una forma que no entraba en tus planes. Y sí, estás amando y te están amando, pero descubres que amar es un puro pelear diario. Y que cada día está más lejos tu amor real de la idea que tenías del amor. Sí, el lío no se queda en lo del amor cortés y el amor profano.
Algunas veces, cuando amas y te aman te sientes desintegrado, ya no sabes la diferencia entre lo que quieres hacer, lo que debes hacer y lo que tienes que hacer... en fin, hay muchas, muchas cosas que no. Y quién no las ha vivido o las está viviendo. Esta fractura, esta descompensación que sientes cuando te quieren de una manera que no cabía en tu cabeza, provoca diversos estragos.
Algunos de los amados piensan que verdaderamente les merece la pena ese pelear diario para querer y ser querido por alguien. A estos amados les caracteriza un inigualable espíritu de lucha, viven en un esforzado empeño que les hace confundir la lucha en el amor, con el amor mismo.
Hay otro grupo de amados que prefieren no ver que no les merece la pena. Simplemente no ven fractura ni descompensación entre lo que tienen y lo que necesitarían. Avanzan hacia delante, hacia la Felicidad (¿) y dan hijos a los demógrafos y a las previsiones del Gobierno.
El tercer gran grupo de amados es el de los que piensan que no les merece la pena. Aquí vuelven a ramificarse las cosas, porque

Hay un grupo de amados a los que no les conviene expresar en voz alta su desacuerdo. Por razones religiosas, sociales y económicas, principalmente. Y por eso callan y siguen dejándose amar –o no- y continúan con el plan adelante hasta acabar contribuyendo con las estadísticas.
El otro grupo de amados es el de los que reconocen la fractura y el desasosiego en su amor (algunos por las buenas y otros por las malas) y se ponen a buscar soluciones. Es clásica la solución que aportaban los poetas románticos del dieciocho o del diecinueve, que cuando la piba de sus sueños se metía a monja o se casaba por poderes con un viejo de las américas, los menos se colgaban de la lámpara de cristalitos del techo. Pero eso los menos, que todo el mundo sabe que la muerte por ahorcamiento se certifica al comprobar la existencia de ciertas inoportunas e indecorosas manchas en la zona púbica de los pantalones. Era ciertamente embarazoso encontrar a un poeta desdeñado y muerto con el cuerpo erguido. Todo erguido, con perdón. La mayor parte de los poetas románticos del dieciocho o del diecinueve optaban por la solución de darse un pistoletazo en la sien y esparcir sus ideas por los brocados, los cortinajes, la cristalería, la plata y la alfombra persa. Y tenían, antes de disparar, la esperanza secreta de que alguna criada soltara una lagrimita mientras limpiaba todo aquello. Este tipo de muerte, obviamente, era el preferido. No quedaba igual de romántico una criada llorando a los pies del señorito, impecablemente vestido y con el arma aún aferrada con la misma determinación, que un juez y unos policías con cara de asco descolgando a un muerto erguido, todo él erguido, con perdón. Y a ver cómo lo cogen para no tener que tocar esos pantalones pegajosos. No hay comparación, el que se colgaba es que lo tenía todo perdido, hasta la dignidad de su muerte. Sí, los poetas románticos del dieciocho o del diecinueve eran muy decididos con respecto a sus amores y a sus soluciones, y con veintipocos ya estaban rabiosamente enamorados del amor o paralelos al horizonte por propia mano.
En la actualidad, con un atrezzo mucho menos exhaustivo aún queda gente que elige esta opción u opciones parecidas. Casi nunca queda tan bonito como cuando lo hacían los poetas románticos del dieciocho o del diecinueve. Ahora tiene todo como un aire putrefacto y miserable, con los policías trasteándolo todo, las sirenas, los destellos de la ambulancia, los flashes, los periodistas, los vecinos, Dios mío, los vecinos, la familia, los amigos, los curiosos, los morbosos, los desvergonzados y los mártires. Ahora no es como entonces, creo que se ha perdido algo de poesía o romanticismo por el camino. Ahora la gente suele alejarse de esos extremismos, somos como más de centro en cuanto a las soluciones.
En la actualidad, la gente que ha sido vencida por la fractura y lo reconoce abiertamente y mantiene una postura activa con respecto a su superación, se dedica a cultivar sus cuerpos y sus espíritus. Por eso proliferan los centros de dietética, de sanación, de yoga, los masajes integrales, los gimnasios y las saunas de carretera, las terapias ocupacionales, las tertulias, los cursos de pintura al óleo, los cursillos de manualidades, los clubs gastronómicos, las cacerías organizadas y las peleas de perros clandestinas. Prolifera todo esto porque falta el amor.
También hay gente que baja a comprar algo con un billete de 500 € y los encuentran tres meses después en una venta de la autopista de La Mancha diciendo que todavía no ha encontrado cambio. Y no tienen cara de echar de menos a nadie. Ya me entiendes.
En fin, conozco a mucha gente cuya pelea actual es salir de un bache de amor. Cada uno tiene su propia solución, y una es más cobarde y otra es más decidida, una resulta más eficaz y otra más desgarradoramente inútil. Creo que es estúpido y muy cansado enumerarlas. Todo son complicaciones cuando hablamos del amar y el ser amado. Y así estamos todos, dando vueltas y más vueltas en la noria. Más de uno se lo ha pensado dos veces antes de sonreír con intensidad a cualquier niña bonita que pasa por la calle.

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