15 de febrero de 2017

IMPEDIMENTA


No hay espacio para la solemnidad en esto. No hay maneras para la poesía en esto. Pues es sólo el zamarreón desesperado que me saca la contradicción pura.

Por un lado, quiero vivir ágil y liberado, consciente levemente, de que me hago con pequeños trozos encontrados. Eso es bueno para el vivir intuyendo, para aguzar el olfato del corazón, y vivir adivinando el tacto y el sabor de lo que no está, de lo que creo, de lo que sé que aparecerá. Cazador/recolector. Intuitivo, resolutivo y oportunista. Rapidez y agilidad, en mi sentido y en mi bolsa. Y deseo. Y acción.

Por otro lado, el amor por lo que recolecto y acumulo, a pesar de saber vivir con poco, de entender y creer sólo en el momento presente. Y entonces, ese amor hace que todos mis trozos encontrados adquieran un valor incalculable. Libros vírgenes inmaculados. Libros subrayados, las esquinas dobladas, escritos en los márgenes, recuerdos sueltos que gritan en sus hojas. Y restos de desayunos que marchitan. Dibujos de besos que pasaron y por siempre me acompañan. En el pie, en el corazón, en las manos las cicatrices, el sexo salvavidas, las cartas, los tickets y recortes, las obras y conciertos tristes que a ellas y a mí nos emocionaron. Muñecos y trozos de juguetes que desde la calle me miraban. Basura que tenía formas y colores que me esperanzaron.

Los dibujos que no siguieron construyendo. Tentativas a las que se les agotó el progreso, que siguieron vestidas de promesa de mundo nuevo, y se acabaron olvidando de mí, o que cuando se decidieron a saludarme, ya me encontraban decepcionado.

Y sin embargo, ¿no será posible reavivar la llama de aquellas esperanzas?

Y sin embargo, ¿no será todo no más que el malevo miedo a que la luz de mi momento presente se acabe marchitando?

Pero yo sé que ella me escucha, desde su casa. Ella me atiende. Ella me habla cuando puede. Ella se ríe, y me revoluciona, y me busca la boca en los ojos. Ella me deja que le lea la letra menuda, y entonces se me escapan los besos por la calle. Y toda la gente me lo ve en la cara. Mi luz con su luz, para cuando el sol parpadea. Y su nombre completo en mi boca. Y su olor y su sabor, y comernos juntos la fruta que nos separa. Y flores en su cuerpo, mientras le encuentro el camino.

Ay, escribo ahora un texto sobre vete tú a saber, y siempre me apareces. Estás en todo.

Y cuánta pesadez en mi ligereza. Y clasificaciones, memorandos. Y libretas y libretas de inventario.

A veces bromeo. A veces me acuerdo de mis jefas cocainómanas clasificando exactamente a las seis en punto sus desvaríos y desaguisados. Y de los jefecillos de la Kasa, reciclando todo lo que de importante, en segundos, se tornaba prescindible y olvidado. Vinagre de gourmet, escribí en su día, y cartas abiertas a las rosas del pánico. Cuánto idealismo llevaba, y dejad de perseguiros con tenedores, y veníos a mi taller y hablamos.

A veces bromeo, y miro a la montaña. Bromeo y no me lo creo. Bromeo y no echo gota. Y las cosas que me poseen en este escrito, y los colores de las carnes de la mujer que amo. Bromeo y Julieta, y los sietenotas, berreando que algunas veces hasta los cordones de las bambas parece que están vivos los hijosdeputa. Y si me entrego a lo amoroso, enseguida me pongo farruco, y sueño con una bombatómica que cae en la ciudad que quiere un barrio digno, y sólo se queman todas mis cosas.

La impedimenta, que es lo que propicia que los ejércitos sean ligeros, sorprendentes e incisivos; o lentos, profundos y resistentes.

Tengo que encontrar ese equilibrio.

Para que besar sea juego, y el amor sea fuerte.


Jag.
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