27 de febrero de 2018

PASEO AL SOLECITO



1.
En todo lo ensoñado va uno caminando por un hilo. A un lado miras, y dices anda ya. Al otro lado, flota una vaga bruma de optimismo. Y qué quieres que te diga.

2.
Me he cruzado en el campo con un guardiacivil retirado que iba caminando con las manos cogidas a su espalda. Como yo iba andando rapidito, no sé si me ha hecho un ruido indescriptible, o directamente ha pasado de mi saludo.

Tres pasos por detrás de él, paseaba su esposa, creo que me ha dicho buenos días, con una voz sin fuerza que parecía venir de un pajarito que ha anidado en el centro más escondido de sus entrañas.

Yo iba paseando contigo imaginariamente, así puedo cantar e ir modulando la voz, que también es ejercicio. Te iba hablando en voz baja, como suelo hacer con las cosas altamente improbables que me parece que me dan la vida:

-¿Ves? Es mejor que nos queramos así mismo. No quiero PARA NADA acabar como las parejas en las que el espíritu va siempre detrás del cuerpo.

3.
Cuando yo te imagino a ti, siempre estamos a la par, caminando de la mano. Te hablo y me respondes cosas bonitas incluso.

Pero no hay que escribirlo todo, no vaya a ser que.

Jag.
27_2_18


.

En realidad,

soy José.

Estoy vivo.


Jag.
27_2_18


.

¿PERO QUÉ ESTÁS PENSANDO?


Hoy he escrito tu nombre completo antes de esto.
Siempre he estado de una manera en que me sentía demasiado pequeño para algunas cosas, y demasiado grande para otras.
He tenido momentos puntuales, en que veía claro, fugaz y poderosamente, que eso de la pequeñez y la grandeza es una chalaúra. En esos momentos de rara y profunda lucidez, vi que uno es la mezcla de lo que siente con el atrevimiento que le pone para afrontarlo. Después de esa conjunción, ocurrió siempre una especie de explosión que lo cambiaba todo, borrando lo feo y realzando lo que realmente sirve de nosotros mismos para vivir. Era siempre como un vuelco en el alma, un respiro nuevo y fresco que entraba en el corazón.
Y eso lograba en mí algo bueno que se acumulaba. Algo que antes no había, y se quedaba.
Casi siempre durante tardes de domingos de mierda, acabo cayendo dolorosamente en la cuenta de momentos así que he dejado pasar. O porque no entendí el momento, en su hondura o pertinencia, o porque no encontré o no busqué la manera. Pero los perdí. Y dejé pasar algo de mí con ellos.
Tú y yo hemos tenido más de una mirada de esas que a ti y a mí se nos clava en las respiraciones. Yo lo sé. Pero nunca he hecho nada más allá de llegar a algún sitio, tambaleándome como un bicho recién atropellado, y juntar el aliento justo de escribirte una cosa detrás de otra que no creo que sirvan absolutamente para nada.
Demasiado chico o demasiado grande para mirarte a los ojos y tocarte una mano a la vez, por ejemplo. O para decirte las cosas abiertamente, subir ese escalón, a ver qué pasa con la vida inmediatamente después, y que como mínimo se quede subido de una vez.
Pero no he hecho nada. Me he ido, y he gozado de mi luz yo solo, y me he comido solo la oscuridad de verme demasiado poco para hacer en ese momento lo que la nobleza de mi corazón tenía en su mano.
He escrito tu nombre completo y me he ido al campo, contigo paseando por dentro. Y me siento tan raro y tan a gusto. Normalmente tengo un nudo bajo el esternón, y me falta la respiración, o estoy falto de preguntas y abrumado de respuestas.
Es como si mi vida normal me diera un líquido invisible que se agacha cuando yo me agacho, y se alza cuando doy un salto, para siempre mantenérseme al borde de la barbilla.
Algunas veces pienso que la vida nos ha encontrado y yo lo estoy desperdiciando. Siempre parezco a punto de empezar a llorar o a romper cosas. Menos mal que me veo demasiado grande o pequeño para eso. A veces pienso que escribir todo esto es mi manera de hacer algo sin hacer nada. Y yo sé que todo esto va a acabar sirviendo, a la vez que sé que nada sirve para nada.
Me veo como un perro sin amo, que sigue un rato a un desconocido, lo huele, moviendo el rabo, y desaparece de su vida sin ruido y sin pedir nada.
Los domingos de mierda por la tarde, llego a pensar que no merezco el amor. Porque a pesar de llevarlo a todas partes en el corazón y en la boca, lo siento y lo defiendo tontamente, pero en realidad, no le tengo talla.
Y si es así, dónde podré esconderme para que el amor no me vea la cara.

Jag.
25_2_18


.

Está todo tan lejos,


que tú y yo
nos podamos hablar,
nos entendamos,
perfecto, sencillo,
redondo, ubicado.
Que quieran
el ansia, el resuello,
el aliento, el mordisco,
para construir
una calma
conmigo.
Que aquí o allí
una temperatura
se adecúe, pertinente,
con la mía, y duerma
conmigo abrazada.
Está todo tan lejos.

Jag.
23_2_18


.

21 de febrero de 2018

TODO ESTO


Yo pensaba que la vida entera es un texto de amor. Y como sólo se escribe y se vive una vez, sin tiempo casi a ir leyéndola, también pensaba que a la vida hay que ir con todo. Con lo mejor, si tienes tiempo de elegirlo, o por lo menos con lo que tengas a mano.
Pero después pienso en quién soy, en cómo y en qué estoy. A qué dedico mi voluntad y en qué vienen a resultar mis intentos. Y bueno. No puedo dejar de pensarme como una bola de polvo que sale de debajo de la cama, compuesta por los restos de quién sabe cuántas cosas, cuando recién acabas de limpiarlo todo.
Me da por llorar de risa o al revés, cuando me veo en esa bola de polvo rompepelotas, llevada y traída por el viento, por el simple arrastrar de una maleta, con su triste rotulador fluorescente, subrayando a todas horas todo lo que considera de una importancia capital, no vaya a ser que se le escape algo.


Aquí la serie completa de "ES QUE NO TENGO ROPA DE DIARIO".
Incluido el VIII. (Inédito)
Gracias.


Este texto se escribió como presentación en FB de otra entrada del blog: "ES QUE NO TENGO ROPA DE DIARIO". 

ES QUE NO TENGO ROPA DE DIARIO



I.
¿Pues tú sabes lo que te digo? Que en este escrito paso de ponerle un signo a la expresión de mi estado de ánimo. Viendo en conjunto lo que voy escribiendo a partir de haberte encontrado y mirarte con cierto sesgo-que-se-me-impone-no-sabes-tú-cómo, encuentro que mi actitud es como de reverencia, y creo que eso a ninguno de los dos nos conviene. Creo que esto a ti te va a dejar demasiado expuesta a las infalibles trampas del halago, que acaba haciéndonos resbalar peligrosamente hacia el envanecimiento. Y eso a mí me acabaría pesando, primero, por excitar inútilmente la vacuidad en tu belleza, que sólo la entendería generosa, imparcial y activa, y segundo, porque me hundiría saber que por mi mano va a cambiar la temperatura de tu espíritu tan sólo actuando en tu autoconcepto, favoreciendo que con banalidad te pienses simplemente admirada, sin aportar en nada a un crecimiento en tu vida. Que yo te mire así como te miro, no es para decirte lo que ya sabrás, ni para formar parte de ninguna colección.
Tampoco me anima precisamente releer todo lo que sin que tú sepas te escribo, y comprobar que, con las presencias, con los escritos, ni tu actitud ni la mía evolucionan ostensiblemente. Y más inútil me siento. Más incapaz en los medios que finalmente estoy poniendo para que tú y yo acabemos hablando.

II.
Al final, "Vitamina" me está pareciendo una especie de libro plano que sólo viene a decir de mi curiosidad y de tu falta, simplemente. Con tu actitud marmórea, de ahí no salgo, por mucho que me invente. Esos textos, uno a uno, tenían su sentido en el momento de hacerlos. Pero con esa colección no puedo dejar de pensarme como un árbol metido en un macetero de forja, colocado por un alcalde cualquiera en la boca de una calle para evitar que un camionero con todo perdido brinde al gobierno una estupenda cortina de humo sangrienta, que nos haga hablar de cosas bien distintas a que estamos gobernados por mafiosos e ineptos, votados por una dolorosa mayoría de pobres ignorantes.
No quiero que "Vitamina" sean escritos de género. No quiero que me confundan con un receptor de los suspiros de la gente. No quiero adhesión facilona. No quiero admiración vacía ni consejos de suficiencia.
Escribo estos textos sólo por la insatisfacción de no poder vivirte de otro modo.
Así que ya ves qué panorama más tonto tengo. Embarrado hasta el cuello en modos y actitudes de otro siglo. Conquistar es contra la voluntad, y cómo te podría mirar a la cara entonces. Seducir es contra la inteligencia, y qué me estaría interesando de ti entonces. No quiero textos de género en Facebook que interesen a lectores de reality, que arruinan la posibilidad de la poesía en su apreciación banal de los argumentos. Voyeurs sabidillos que confunden el erotismo con el calentón.
Miedo del todo, y rechinar de dientes.
Estoy delicado y dañino como un cablecillo despellejado al aire, pero ya casi no sé qué decir, ¿sabes lo que te digo? Todo va a ser para mí un dejarlo pasar mirando a otra parte. Hasta que todo esto se cumpla o yo me gaste.

III.
Desde siempre he entendido que esto era Hola ¿quién eres? ¿cómo estás? Hola, estoy aquí para darte lo mismo que tú tienes para mí. O que pienso que tienes para mí, o que ojalá que tengas para mí, yo espero (de esperar y de esperanza, al mismo tiempo), que andemos juntos en esto, con esto entero llevándolo a medias, entre los dos la carga, quiero decir, entre los dos el gozo, la alegría, el trabajo, quiero decir, si a ti te parece bien. Yo quiero. Que lo sepas.
Aunque soy propenso a levantarme un dia cualquiera y saber que cualquier día como hoy mismo, puede ser el día de no puede ser.
Por la calle me asalta el pensamiento aferrado a la boca del estómago de ese amor que tampoco. El de ya te lo he dicho todo y no va a pasar nada. El de todo va a quedarse en un suspiro sin causa. El amor sin futuro que no espera resolución. Ese que no puede ser.
Meto la mano en el bolsillo, y aprieto, y no hay nada.
Un libro puede ser tan corazón,
tan para siempre.
Un libro, y más de un libro
pueden ser cómo.
Y decirnos a ella y a mí la manera.
Y puede ser no encontrar tu palabra,
que no me digas nada
en toda la tarde,
que yo esté cansado
decepcionado de vivir,
sin épicas baratas ni estertores,
apasionado y solo,
y que un zumbido metálico
se sienta tan a gusto
en mi cabeza.
Puede ser.
Puede ser tú misma,
ser cualquier por favor,
antes de mí no te mueras.
Puede.
Y lo de antes de un de nada
que se hunde para siempre eternamente.
Puede ser.
Aunque me achico y reconozco que se me encoge con ella el brazo decidido. Y como que domo el ansia y el acto me flaquea. Que no tengo derecho a amarla impunemente. Y me callo y me lo guardo y no doy un paso más aunque todo esto me esté mordiendo por dentro y la vida pase para siempre. El alma desaparece y la montaña tiembla. Y me voy resignando por el camino, y me digo que no es amor lo que siembra dolor y discordia a cambio de un momento de dulzura.
Pienso en ella y me digo quita.
Pienso en ella y me digo pasa. Y sigue adelante. Mira más allá de lo que sientes, y mantente honrado. Ofrece el amor tan sólo mientras puedas permanecer leal, honesto. El amor puro es limpio, valiente y ofrecido. El amor es generoso, jovial y profundo como un niño. Pasa. Sigue adelante y no hagas para que todo se pierda.
Todo es aburrido y lógico, tan como siempre. Contenido y prudente, aunque a ver cómo se le explican estas cosas al corazón, que sólo entiende la verdad desnuda a través de los ropajes. El corazón, el que todo lo cuida en su talla y nunca posee. A ver cómo se le explica de tanto suspiro, de tanto rayo de sol desperdiciado. A ver cómo lo hago. Y tanto abrazo que se alarga, perdido y mordiéndose los labios. A ver.
La vida se está yendo, ya lo sé. Que ya no aprieta tanto mi paso, ya lo sé. Y mi mano, que ya no calienta tanto como antes.
Pero esa trasnochada honradez que me ciega los caminos para hablarle.
Y me pregunto, si además claudico contigo, ¿volveré algún día a las ganas? ¿a las ganas verdaderas?
No lo sé. Yo sólo quiero hacer honor a la vida, e intento poner el amor en todo, pero no siempre me parece que esté saliendo bien.

IV.
A este paso, se me escapa el bus, y tengo que salir pitando, aunque el móvil no ha cargado del todo. Por el camino me para un amigo de hace tiempo, preguntándome por los libros. Hemos cambiado dos veces de teléfono y de novia y de trabajo, de libro y de suspiro. Y está bien que hablemos. Te hago una pitada y nos tomamos algo más tranquilos. Vale.
Aún así, no logro resistirme a pasar para verte aunque sea un poco. Entiendo que no va a servir de nada si no tiene que servir de nada. De todos modos, yo tengo que ser yo, aunque tú no sepas nada de mí, ni de ti en mí, ni de mí contigo en la mente el corazón el cuerpo. Y total, para claudicar y decir ya no puedo siempre hay tiempo. Siempre puedo construirme un protocolo amable que me diga que en la más absoluta oscuridad es donde más brilla una estrellita. Que siempre hay una lucecita encendida, etc, y así me va.
Entro, y mírate lo preciosa que siempre me estás. Contigo siempre acabo poniendo una prórroga generosa al momento de nunca más. Y me digo que tengo que ponerme a tiro por si algún día se te escapa una pregunta que yo me muera de ganas por contestarte. Otra vez. Otra vez pisando tu suelo recién fregado. Otra vez. Otra vez alejándome de Faulkner y de los grandes. Otra vez detrás del simple pálpito. Otra vez hasta luego-hasta luego. Otra vez dándote la espalda ardiendo. Otra vez pero cómo voy a decirte cuánto me gusta tenerte delante aunque tan sólo sea por un momento. Otra. Otra vez, que siempre es una vez más desde que empecé, y una vez menos hasta no sé cuándo. Quizá el desengaño. Quizá la rabia. Quizá miopía, fuerzas de la Naturaleza, simas, desbordamiento de los ríos, explayarse de los océanos de arenas ardientes del desierto hasta las mismas puertas de mi casa. Yo no lo sé. Ay, amor, que se me hace tarde, y ahí te quedas. Todavía no sé cuánto me llevo, cuánto te dejo, de lo que de mí no quiere separarse de ti.

V.
El aire está frío. El sol, tan claro, casi obligado se sostiene en vilo. Tan tibio, tan sinsangre y engañoso.
Y en qué voy a poner yo ahora la furia y la belleza arrebatada que tengo escondida en las entrañas.
Voy por la calle con prisa renqueante. Y estoy pensando que lo más inteligente es que quiera algo más que tener algo contigo.
Por la calle, un hombre con un gorro de papel habla con la boca llena en la terraza de la churrería. Y seguramente hay algo de mí en eso, aunque malditas las ganas que tengo de desmenuzarme.
Sigo por la calle y qué curioso, debajo de un sombrero extravagante, una antigua alumna me dice quiero leerte los poemas de mi libro, le digo vale algún día, me dice ya sabes que estoy aquí para lo que te haga falta, le digo que sí y me he puesto a lavar la manzana en la fuente. Y mientras pienso ay, tengo que descansar de todo esto. Muerdo. Muerdo y me callo y te recuerdo. Muerdo. En el solar de al lado de la Estación Provisional de Autobuses de mi pueblo está tirada la estructura metálica de un carrito de bebé. La hierba alta la invade, la sostiene, y parece el trono de la Virgen del Rocío y olé. Basura y vergüenza, mientras viene el autobús. La gente se acumula en la marquesina. Y muerdo. Otra vez.

VI.
Por el camino, parece que los almendros se han puesto a chatear con los desagües de Fukushima, y están floreciendo a conciencia, a primeros de febrero, en cuanto el temporal se ha sentado a hacerse un cigarrito.
Me sale una letra tan bonita ahora, no te la podrías creer.
Por el camino, urbanizaciones interminables de gente que sólo pisan de noche su casa, porque tienen que pagarla. Las mejores horas de sol, para el jefe. Ay, otra vez te me has movido por dentro, como una punzada. Yo te quiero hacer una foto en el mostrador.
Por el camino, al fin alguna pintada buena.
"Llámame sin ll".
"Mi amoto es léstrica", en la desembocadura del río.
Pero no puedo seguir escribiendo en el autobús. Me ha dado un sudor frío que casi no puedo sostener el bolígrafo. Tengo que quedarme con las ideas, o ya verás tú la que voy a liar yo aquí. ¿Llevaré una bolsa suelta en la mochila? Sí. La recuerdo. Tengo que cerrar los ojos ahora. Respirar despacio y hondo. Apoyar la cabeza en el cristal frío de la ventanilla. Me viene bien. La radio, acariciando toscamente, I'm gonna feel the heat with somebody, perdón señor, ¿está ocupado?, I'm gonna dance with somebody, amabilidad en mitad de este mareo de la muerte, no, siéntese, por favor, with somebody who loves me, muchas gracias.
Qué sencillo parece, Dios, todo de pronto.

VII.
En la ciudad, he comido en la casa de la alegría. A ver si. Minutos antes, he abandonado a su suerte una sudadera rebajada a punto de extinguirse. No pude evitar pensar que lo mismo me habrías encontrado guapo con ella. Pero no la necesito, realmente. En la puerta habían tirado un puerro.
En la ciudad, faldas que parecen cortinajes en rosa sucio terroso. La felicidad ansiosa de los turistas de fin de semana, atravesando la felicidad igualmente programada de una boda en pleno centro. Modernez impostada de las chicas y los chicos del extrarradio, concentrándose en manadas a las puertas de los vomitorios de los centros comerciales. Disfraces de Songoanda, de pistolera, de policía sexy, de Puigdemont. Niñas y niños vestidos como espectros, con pelucas excesivas que darán alergia, me apuesto un huevo. Madres de hojaldre a punto de desmoronarse. La felicidad. La realización. El tiempo libre. El equilibrio. El amor. Mi ciudad va cogiendo dolorosamente los vicios de la tiabuena de la clase: ellas la envidian en secreto, ellos la desean abiertamente. Pero casi nadie le habla. Porque nadie aguanta su altivez, su soberbia, suficiencia y manía persecutoria. Mi ciudad, vestida de aspirante a perla del Mediterráneo. Dios qué desastre, no aprendemos. Por dónde irán ya los alquileres.
A todo esto, ya he comprado cinco libros, y no tengo ganas de ver exposiciones. Me estaba meando y he tenido que entrar a tomar un té. Una solución forzosamente diurética. Tiene cojones este puto primer mundo.
De camino a la estación, corazoncitos de cartulina roja en una valla, para apuntar lo que cada cual quiera. Me reía yo solo, soportando el peso de mi floja determinación de dejar de cargar las tintas con lo que te voy diciendo. Mi falta de espíritu para dejar de ir a verte.
De camino a la estación, me martillea que en San Juan, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz.
De camino a la estación, en uno de mis libros, que la retirada es parte del combate. Y miedo me da, dos veces. Porque yo sigo sin saber a qué acudir ni de qué apartarme. Ni cómo, ni cuándo, ni adónde.
Y mientras, sigo solo, en esta vida que pasa.

VIII.
Sigo buscando esas cosas que tengan algo de talla o algo de aire, para estarme más tranquilo contigo. Pero no puedo esconderme de que cada vez que he pagado, en el fondo de la cartera centelleaba un tíquet de compra que tú me diste un día que no recuerdo. De pronto, algunos días después, limpiando mis cosas, me dolió la idea de desprenderme de ese tíquet que tú me diste. Y así hasta ahora, que sigo irracionalmente persiguiendo alguna señal de que tienes algo para mí.
Todo el día mareándome, en todos los sentidos, porque me pusiste el cambio en la palma de la mano con tus uñitas francesas, y detrás inmediatamente tus dedos, y subí a escondidas por tu brazo hasta tus hombros, rodeé el dibujo de tu barbilla, y me apresuré por precaución en tus labios, empecé a frenar en la nariz, me detuve un segundo eterno en tus ojos: gracias, hasta luego. Y me he echado al mundo a quitarme de todo esto.
Pero tampoco puedo esconderme de que todo lo que miro en el mundo tiene tu color. Y no sé cómo eres, ni cómo seríamos sumados uno o uno y lado a lado. Quizá será una equivocación. Quizá decepción. Quizá el conflicto, el dolor de siempre, nuevamente.
Pero siempre que te hablo o te veo, todo es más bonito, incluso cuando sólo estás en lo que escribo.

Jag.
11_2_18


.

TODO PERDIDO


He donado mi cuerpo
a la Letra.

Jag.
20_2_18


.

No espero nada de ella,


ni de ti, ni de mí.
Muerdo la manzana,
y el sol está empezando
a encontrar sus fuerzas.
Es ese calor sin destino,
que se va
entregando generoso
por el campo, por las calles.
Es ese calor mío
que conmigo
vaga sin rumbo,
entra, sale,
se queda un poco
en las habitaciones.
Mientras todo
se va apagando.

Jag.
17_2_18


.

Anoche


se me quedó frío
el dedo del mensaje
que no te envié.
Estuviste todo el día
tan adentro,
toda la vida
tan mi hermosa.
Y temblé,
y me dije
que en tu casa sobra.
Te tengo en la boca
una gota
de lo que te digo,
en el corazón
un mar
de lo que
no te puedo decir.

Jag.
16_2_18


.

ESTA MUJER


Me haces sin querer, vivir sinvivir
todo el día en el doloralegría
de verte tan claro el olor de siempre,
saborear tu color de nunca.
Y con letra que toca
te canto el sabor, y no puedo
evitar lo que ay,
lo que está en mí,
lo que soy.
Y esto que te huelo,
te veo, saboreo
es tan lo que oigo,
tan invisible,
tan sin beso
te lo doy.
Tan de hoy.

Jag.
15_2_18


.

FUJI 0,90


Quizá no soy el hombre que te enciende si te pido no me dejes solo.
Y a lo peor no tengo el acento que te eleva ni el verbo que tu entraña holla. Y no ha servido de nada verme temblándote y a punto de caerme redondo ante el atisbo de una mínima atención tuya. No ya un ánimo, no ya una conciencia pequeña de saberte constructora como mínimo de lo que me queda del día.
Y me rechinan conjunciones completas de cartílagos, se me desmontan gestos ofrecidos y voluntariosos que echaron el primer pie a lanzarse a saberte, a explicarme de tu alma el recoveco.
Y la sonrisa se me acabó quedando sin aire, y se me fueron agotando los inventos que me alentaban a curiosearte.
Quizá mi negrura tiene razón.
Quizá no soy el hombre que te enciende si te pido no me dejes solo. Pero no tengo doble fondo ni trastienda desde la que construir decorado para engañarte. Quizá no va a servirte mi temblor, mi amar balbuciente, mordisco de pasión diente de leche, y qué te hago.
Y qué te digo, desde el fondo de mi caída. Qué te doy desde la remota luz que te tengo tan adentro y que tan inadvertida te pasa.
Quizá todo esto está hecho de una naturaleza truncada, quizá estoy en la resulta de una equivocación que adopté por mascota en un tiempo inmemorial, de cuando leía mis primeros libros, y conmigo se ha ido haciendo grande como una estrella imponente, como un demonio invitado, como una sombra acostumbrada que a todos sitios me acompaña, y se me solapa y me usurpa cuando me pongo delante de la gente a la que sin remedio empiezo a considerar una flor en mi vida, un tesoro inexplorado, una montaña inexpugnable en la que sentirme de pronto fuerte y querido por la respiración de las constelaciones, por la mecánica de los destinos entrelazados, los ecosistemas que sonríen al unísono y la paz ansiada desde siempre por el mundo.
Al amor sencillo me refiero. Y quizá precisamente por eso, algo está mal en mi cabeza, en la apreciación que hago de la vida. Quizá sólo estoy equivocado en algunas disyuntivas vitales, y pierdo por momentos la serena convicción de que sin saber profundamente de ti, ya puedo amarte sin miedo, porque conmigo te está amando toda la vida, que te conoce como la palma de su mano. Quizá esa tranquilidad de amarte desde mi más recóndita hondura hasta tu profundidad más oculta, porque estamos hechos de la misma caricia de la tierra, que colma de gozo vegetal la ladera de los volcanes.
No puedo dejar de pensarte yegua. No puedo dejar de pensarte con hambre, pese a todo.
Quizá todo eso, y quizá llego a pensar que me he visto insuficiente demasiado pronto. Quizá debería haber persistido en pensarte falta de paso y de aliento. Falta de imposible y de pálpito. Falta de locura, de ingenuidad, de delirio. Falta de mi, y de mi arañazo.
Quizá llego a pensar que te falto si pienso que no soy el hombre que te enciende cada vez que en silencio rezo para que no permitas que todo lo tuyo se me marchite.
Que te falto, en realidad, cada vez que a mi modo te pido que no me dejes solo.


Jag.
10_2_18


.

7 de febrero de 2018

ES TODO REDACCIÓN



Pues no están tan lejos los días en que me iba a caminar por el campo buscando como un aire que no tenía. O más bien: sabiendo que ese aire siempre ha estado en mi, y probaba a saber que todo consistía en variar los itinerarios de mis días e intentar tomar una senda que me alejara de la lectura negra, del suelo encharcado, de la debilidad de los cimientos del alma, las ventanas maltrechas hacia la gente, las manos dudosas para el gesto, y esa sonrisa bovina, contenida, dependiente y expectante, doblegada a la extraña posibilidad de un repentino viento favorable que me iba a llevar, alineados los astros, hacia tus brazos.

Sentía que esa era una manera peculiar e infalible de encontrar tu mano de cara, tu gesto de mi parte, tu posibilidad que me sale al paso y me saluda amablemente y me dice que descanse.

Me canso.

Me canso de vivir escribiendo mi cuento yo solo. Me canso de encontrar pistas de evanescencia en los inicios de un encuentro que yo me he inventado. Tantas, tantas veces desgranando argumentos en conversaciones posibles que nunca aterrizan, y lanzados hacia unos fines que sólo yo escucho y no entiendo. Me canso. Hay cosas que definitivamente no son para vivirlas solo.

¿Sabes cuánto duraría nuestro abrazo si por mí fuera?

¿Sabes cuánto de mí dedicaría a saber de tu olor, si por mí fuera?

¿Y de tu sabor, si por mí fuera?

Me duele todo lo que se parezca a claudicar. Me duele mi negrura que me cierra tu paso. Me duele tu opacidad. Tu dejada timidez. Tu falta. Tu aire distraído. Tu azúcar y tu sal, cada cual en su lugar correcto, ordenadas en tu estante. Me duelen. Me duelen.

Y todo silencio. Y todo dejado de la mano de una alegría vana. Todo adornado hacia lo siniestro, resignado a la dolorosa lógica que arrastra a todas las cosas hacia su fondo, hacia el suelo duro, hacia la noche que no va a despertar nunca.

Yo me callo siempre, y todo está siempre confuso.

Yo me callo siempre, y nunca sé dónde voy a poner el huevo.

Me callo siempre, y por el camino hacia casa, en mitad del frío inclemente, me van asaltando planes infalibles, tipo tengo que comprar sin falta tres colores bonitos de cartulina, o nunca sabré qué tengo que hacer para que me quieras como la gente que se da repetidamente besos incontrolados por la calle, aunque haga un frío que te deje los labios al borde de la muerte, o haga un calor pegajoso del carajo. Planes generosos, tipo tengo que hacerles fotos a las hojitas de algarrobo que se me están secando en la mesa, o nunca más voy a tener de ti ni un solo gesto amable.

Es todo redacción, amor mío. Tengo que amar y punto. Y no dejarme llevar por mi torpe gusto en acabar pensándote desde presupuestos básicamente desastrosos, tipo ya hemos llegado a nuestra máxima profundidad o intensidad. Como que tú ya sabes hasta dónde llega el saber lo que yo te quiera, que a partir de ahora todo esto va a ser poco menos que deslizarnos sin control por una amable infinita llanura templada, sin mayor aventura o alegría o sobresalto. Como que nosotros vamos a sernos una mutua compañía tibia que va a ir frenando hasta poco a poco ir quedándose sin aliento, inmóvil, perdida en mitad de la normalidad de este mundo cobarde.

Esas cosas que me dan absoluto terror y me sueltan la barriga.

Esas trampas que me acabo poniendo tan naturalmente en el corazón, que me alejan de ti como posibilidad, superponiéndose con ruido a mi pregunta de por qué no va a ser posible de alguna manera contigo.


Jag.
7_2_18


.

6 de febrero de 2018

Yo, ahora mismo



soy ese que está
queriendo mirar la luna
que está más allá del techo
de su cuarto.

Y más allá de la casa
del vecino de arriba, y su techo,
y nuestro tejado, que compartimos.

Yo, ahora mismo,
estoy como cansado
de ciertos asuntos que
se me presentan
anudados atascados
fuertemente, asuntos
cómo no, relacionados
con el buenamente amar y
el satisfactoriamente
ser amado (clásico
entre los clásicos de la
exaltación/podredumbre
emocional, por otra parte)

Que la echo de menos,
pues sí.

Que no sé qué hacer
con ese vacío que
su indiferencia me deja
en semejante parte,
pues también.

Pero ay,
es que soy
tan pobremente humano.

Apenas ese
que siempre te ha tenido
amor imposible, tan
susceptible
de contener trazas
de deseo callado.

Tú sólo fíjate
lo poco que te digo
para lo clavada
que te tengo
desde siempre.

Que la echo de menos,
pues sí.

Pero no le digo lo suyo,
porque más te debía a ti.

Y aquí me quedo,
queriendo mirar la luna
que está más allá del techo
de mi cuarto.

Y más allá de la casa
del vecino de arriba, y su techo,
y nuestro tejado, que compartimos.

Con el corazón tan solo de ella
y tan lleno de la falta de ti.


Jag.
6_2_18



.

4 de febrero de 2018

LIVIANDAD



Por momentos creo que esta esperanzada sucesión de inspiración-expiración ha dejado de tener sentido.

Yo sé que todo consiste en crear tu propia fe, tu propia manera de entender el mundo infinito, y justificar por tus medios el hueco que ocupas en la vida. Pero ocurre que a poco que proyecto las ilusiones de lo que ansío, todo se viene abajo tarde o temprano, con soberbio  estrépito o con una cruel lentitud.

Por momentos pensé que me has visto, has brillado un momento mínimo por mi atención, y luego te has desmoronado en tu propia opaca realidad.

Renuncio ahora a cantar los colores y las luces que despiertan en mí tu presencia en el mundo. Desisto de intentar destacarme como algo bueno o útil para ti, de entre todo lo que acabe brillando para ti insistentemente en tu paisaje.

Me duelen todas estas palabras. Y no es de mi naturaleza dejar de pedir a la vida lo que necesito y peleo por merecer y dignificar.

No soy quien agosta su gesto por vergüenza, ni por miedo, ni por cansancio. No soy quién para dejar de desear, y no soy quién para ningunear la líquida firmeza de que te amo.

Esas palabras no son las canciones de un tonto.

Esas palabras no son silbos casuales que vienen soplados por el viento al pasar por entre las cañas de la orilla del río.

Pero contigo no sirve nada de lo que hago. Nada de lo que soy o te muestro te mueve.

No es fácil lo que quiero, pero sí es sencillo. Ya lo he dicho esto tantas y tantas veces. Que no pase a menudo no significa que sea raro. Que no sea frecuente no es que no vaya a existir.

Tu frialdad distraída sólo me está dando a elegir entre la nada de mi silencio y la tristeza de mi gallardía.

No es amor si no es presente entusiasmado de ganas de futuro. No es amor si te pesan los ojos las veces que te miro. Qué tan poco puedo esperar de ti, entonces. Qué poco espacio me dejas para darme, para tan siquiera imaginarme en ti.

Con todo mi dolor yo tengo que volver a una estúpida y aburrida liviandad. Dejar de desear abrigo para tu corazón con quien soy. Dejar de poner mis fuerzas en los ojos, mi aire en tu atención, por si un día, de pronto, la verdad nos asalta y nos ahoga. De gravedad o de risa. De hastío o de entusiasmo.

Siento perder la fe en que yo podría acompañarte.

Tengo que parar con todo esto. Atender a quien ya me quiere tan sencillamente. Escuchar a quien se le llena el corazón y la boca cuando hablamos. Tocar a quien suspire con mi mano.

Yo tengo que dejar atrás estos días negros en que sólo pienso que por nosotros tú no pones nada. Estos días en que me acabo diciendo que esto no es amor, si es que con tu decidido empeño en no hacer nada, acabas haciendo que me sienta solo.


Jag.
4_2_18



.

DESMENTIDOS



Cada vez
que te miro,
te pienso,
te llevo conmigo,
y acabo
haciendo un poema,
en realidad,
no quiero escribir.

Quiero vivir.


Jag.
3_2_18



.

COMO ENAMORADO DE UN PÓSTER



No es culpa tuya
lo que parece.

No es culpa tuya
de la nieve en la boca
del volcán.

No es culpa tuya
de tu viento parado
sobre el océano dormido.

De la tormenta
que está apagando
esa llamita de calor tan vivo
que yo te guardaba.

La ilusión, la promesa
de un paraíso
está despertando,
tan bruscamente,
de su sueño.

No es culpa tuya
si de repente
todo mi corazón
encharcado
de quizás, abatido
tan certeramente
de nunca,
de qué dices, de
no te entiendo,
ni lo sueñes.

No me miras,
no me esperas
ni me intentas.

Y tu corazón no tiene
canciones
que acompañen mi canto
cuando asomo
por el quicio
de tu puerta.

La pared de ascenderte
hoy se me hace
fría y lisa
como un plato vacío
escurriendo el agua
de limpiar comidas
que olvidaste.

El océano dormido.

El caballo cansado.

El río sin risa.

La cara seca.

Ahora una nada desnuda,
y no es culpa tuya
que mi fuego no te silbe.

Que no te accionen
mis ganas.

No hay letras tuyas,
de ti no tengo palabras.

Ni gestos, ni signos.

Tanto frío, y tú sin tener la culpa
de que me vea enmedio
de este puente descarnado,
tan cerca de esas orillas
a las que no puedo cruzar.

A ver qué hago ahora
con todo eso
de lo que
no te puedo culpar.


Jag.
2_2_18



.

QUÉ ESTÁ PASANDO



Cosas que me dejo suceder
sin entenderlas,
y mientras,
tú, tan ahí mismo, dependiendo
de mi gesto, de mi dieta.

Tú, ahí lejos, sin saberte
con mi aliento en tu mano.

Con tu corazón
tan en mi adentro.



Jag.
1_2_18



.

POR LOS CAMPOS



Pues hoy, tan sencillamente, salvando la respuesta educada, correspondencia con lo obligado, lógica consecuencia deducida de lo conveniente, hoy, digo, yo no sé en qué voy a dejar descansar el suspiro.

Mucho menos, en qué he de poner el acento, el gesto.

Soy de pueblo, por muchas vueltas que dé. Y todo lo veo desde siempre tan sencillo. Amar y ser amado es el poema mínimo que he sacado de todos los libros que conozco. Que me quieras al mismo tiempo que yo te quiero, que suena menos grave. Como más cercano.

No quiero bruscos estertores antes del tiempo de los campos de lienzos blancos  contigo. No quiero voces raras. No quiero mensajes altisonantes antes de que nos lancemos a los campos, maravillados como niños en verano, vestidos sólo por la hierba, corriendo y celebrando juntos lo que la vida nos ha puesto en la mano.

Hoy yo no sé de qué tengo que hablar para que acabemos sentados juntos en silencio como mínimo.

Hoy yo no sé el grado de contención o premura, el de la pasión, el del atrevimiento que te sugerirá que va a ser bueno que tú y yo vayamos juntos de la mano.

Hoy no sé en qué voy a poner la alegría o el silencio. No sé en qué voy a derramar mis colores, mis palabras mejores, las galas de mis ansias, para que un día que no está en nuestras manos,
de repente me digas oye

que te vengo observando desde un tiempo prudente, oye

que te iba pensando como algo sorpresivo, y hoy

me he levantado viéndote como algo nuevo desde una luz extraña, oye

si me hicieras el favor de pararte un poco ahora, si quisieras

descansar un poco a mi lado.

Que te quedes tranquilo,
es lo que vengo a decirte. Que
nadie tiene garantía ni dibujo cerrado de lo que poco a poco se le va formando en las entrañas cuando alguien pasa insistentemente casi a traición tan cerca de una como lo has estado haciendo tú.

Descansa ahora y sé como dices.

Siéntate conmigo
y dime quién eres,
antes de que el viento maligno
se nos lleve a rastras,
y vamos a ver
cómo son las cosas
que van a irnos
pasando por delante,
mientras tú y yo estamos
juntos y sentados.

Y cosas así que se me ocurren desde siempre.

Cosas así, sencillas y desapegadas de los grandes discursos de los libros antiguos. Cosas que se alejen de las grandes debacles con brillos de cuchillos y lágrimas hirvientes, cosas sencillas que gustan a los corazones puros que no quieren aprender a pensar. Nada de uñas crispadas, negocios en el precipicio y tormentas en el horizonte.

Sólo tú y yo. Y nuestras cosas sencillas,  con la respiración pausada que necesitamos para sobrevivir en la claridad.

Todo eso hasta que nos llegue el tiempo de los campos de los lienzos blancos.

Entonces sí, amada.

Entonces, calor y espuma.

Entonces, la sed, amada.

Entonces, mordisco y hambre, y dolor de abrazo.

Y gritaremos lo que tú quieras, y nos reiremos de nuestros cansancios.

Y gozaremos llantos de alegría, y picores maravillosos haciendo nuestro dibujo con las lágrimas de toda nuestra sangre derramada.

Quedamos en eso,
entonces, amada.



Jag.
1_2_18



.