31 de diciembre de 2013

GUARRO

Me das la vida con todas esas cosas en las que no quieres pensar.

Ya quisiera yo saber qué harás con esas cosas que te encuentras de improviso y no se pueden planificar.

Con esos momentos en que nuestros brazos fueron niños espontáneos y juguetones, jugando a las cosquillas, a los arañazos.

Esos que traen besos fortuitos

que te hacen daño, por lo que dices,

que te hacen bien, por lo que veo.

Y estoy que no vivo por saber que todo se escapa en un momento, detrás de tus miedos o de los míos.

De tus juegos o de los míos.


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NUDOS

Supongo que acabaré aprendiendo a dejar de andar de un lado a otro, como el camarero de un sitio elegante, que te sigue paciente y silencioso, sosteniéndote la copa, mientras deambulando sin prisa, buscas la mesa en que te sentarás. Sencillamente, en la vida llega el día en que el bolígrafo se gasta, y se acabaron los ensayos. Hay que tomar partido aunque no tengas pistas sobre la opción digna.

Me he dado cuenta de que, como si cada uno de nosotros llevara el extremo de un hilo infinito que con sólo vivir se va desmadejando, me doy cuenta, digo, de que con tanto elegir, avanzar, dudar, corregir y desandar, preocupados como estamos todos en mantenernos agarrados cada cual a su hilo propio, no conseguimos más que tener la vida llena de nudos que nos impiden el libre movimiento. A fin de cuentas, unos y otros vamos buscando acomodos, climas más amables, sin dejar de estar pendientes de los movimientos y decisiones de la gente que nos importa. Llegamos a identificar los nudos con la propia relación que los forman, con la persona misma. Le prestamos toda la atención a las condiciones y nos despistamos de lo único que realmente importa. Pero, ¿y si de improviso empiezo a ver que esa atención no nos lleva más que a mierdas insostenibles, a situaciones de pasado melancólico que se remolonea, alimentando al presente en precario, y lanzando semillas de negras sospechas para el futuro? De repente, y pensando en esos nudos que hacemos entre unos y otros, viendo las resultas de tanta contención, honestidad, valentía, respeto, audacia invasiva, viendo que haga lo que haga, en mi caso prevalece la tensión del nudo por encima de todo, viendo que ni llega a compensar lo comido por lo servido, me planto. Ya está. Que las grandes decisiones se tomen solas. Estoy harto de mis tontas estrategias sin futuro, de vivir colgado dibujando expectativas para acabar mascando frustraciones, mientras improviso algo relacionado con sobrevivir, más que con vivir. Basta. Se me acabó esa buena cara.

¿Sabes? Será por el cansancio en la convicción o porque acabo perdiendo, sin remedio, la tensión competitiva, que estoy más bien desmotivado de eso de ir tirando de mi hilo. Me estoy quitando, o algo parecido. Los nudos, así, se me relajan con todo Cristo. Y de pronto hay aire, un espacio en el que caben cosas que ni sospechaba. De pronto ella me mira con un deseo simple y descubro que quiero algo así, hecho de besos sencillos que no quieren servir a las grandes ideas. Supongo que estoy cansado de todos esos nudos que he ido dejando por todas partes en mi vida, en mi tonto deambular en pos de colores dignos para el bordado de mi estúpida bandera del Innombrable. Sólo la poesía merece tanto dolor de cabeza.

Quiero todo el amor ahora mismo, y no dejo de pensar en ella, fíjate.

Los nudos se me relajan milagrosamente bajo un cielo limpio. ¿Y mis grandes enigmas, dónde quedan? Pues ahí mismo están, al lado justo de mis desafíos más nobles, dormitando como paquidermos ociosos, despreocupados e inútiles, que tengo que sortear para continuar mi camino.

No quiero pensar. No quiero sentir. No quiero más que besos que se abandonan a la pura entrega. Besos que sólo se sirvan a sí mismos.



Coín, 31_12_2013


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UNA DE ARENA

Esto es para enamorarse

y no tener donde limpiarse.


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PROPÓSITO

Estoy cerrando la nevera. 


Ábreme las piernas.


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30 de diciembre de 2013

Intensidad, ligereza.

A veces, los argumentos devienen en caprichos, las convicciones y sentimientos profundos se desenmascaran, y vienen cabalgando el impulso y la apetencia, entonces muchas cosas atascadas se desenredan.

Y le das forma a una especie de liberación.

A veces, entiendo súbitamente que mis sonrisas están bien puestas, que mis silencios están bien administrados.


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6 de diciembre de 2013

DESEMPLEADO DEL MES




Soy el desempleado del mes. Mantengo un entusiasmo interno en lo que hago a diario, que además es lo que quiero hacer.

¿Las entradas? Parece como si la pasta tuviera que atravesar un quicio estrecho de cien metros de grosor. Llega escasa y lentamente. Cuando cada mes compruebas que tras pagar el alquiler y comprar verdura, ya apenas te queda nada, empiezas a releer cosas.

Y también escribes más.


Passeig del Born. 28_11_2013


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ESE PODER OSCURO

Me doy con la lengua en la parte trasera de un incisivo inferior. Una y otra, una y otra vez. Me he descubierto como un filo nuevo, y estoy ahí, dándole y dándole, como el que afila un poder oscuro. Al mismo tiempo, pienso que una chica como tú es de las que te acaban dejando. Aparte de conocerte menos de lo justo, de no saber si tienes treocuatro novios, o peor aún, uno solo, aparte de eso, si una chica como tú está soltera, a no ser que muestre una evidente patología mental o sea la hija de un mafioso, tiene una cola de veinte, entre desquiciados y gente poco cuidadosa con la tensión, tersura, uniformidad y temperatura constante de su propia piel. Si a pesar de esto, el Destino se muestra generoso en sus delicadezas, y determina una excepción en el orden natural, esto es, una chica como tú se fija en uno como yo, con el ánimo encendido por tomarse algunas exclusividades, si ocurre esto, digo, una chica como tú, con el correr de los días acaba sabiendo que no bastan tormentas de lujuria ni océanos de comprensión para convivir con ese ser que yo tengo.



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NO SUELO IR A BARES,

y mi vida social se basa en llamadas de amigos y amigas que consiguen sacarme de mi pasmo natural y me arrastran fuera del agujero. Cuando no ocurre algo así, el resto del tiempo es del estudio a la biblioteca. Hay días en que el ocio se me reduce al camino entre un lugar y otro. Luego, dormir, y al día siguiente igual. Si no fuera por las panaderas, libreras, cajeras de supermercado, bibliotecarias y fruteras que hay por todos mis trayectos, con mi modo de vida, conocería a cero chicas. Va por todas ellas este escrito. A veces, con sólo un bon día consiguen que vaya uno por Barcelona con un andar más vaciloncillo.


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14 de noviembre de 2013

TORPEDO

Proyectil disparado desde un submarino. Muy mal visto en los eventos sociales, aunque no exento de cierto toque jovial de singular eficacia.


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POR BABOR

Modismo aceptado convencionalmente por la marinería que surca las aguas internacionales. Forma en que hay que pedir las cosas en alta mar, cuando no te las quieren hacer por estribor.


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13 de noviembre de 2013

ADOLESZHEIMER

Dolencia que mitiga la certeza e induce a olvido al sujeto de que entra en la edad madura y aún no ha decidido vivir fuera de casa de sus padres.


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ENCHALADA

En una fuente o bol, mezcla de verduras sin sentido, aunque aderezada con el encanto de la estupidez.


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11 de noviembre de 2013

OBVIÁCEO

Sustancia que predispone al sujeto, hasta límites adictivos, a basar su discurso en obviedades.


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FANALIDAD

Cuando, tras haberse consumado el desastre, queda en el aire la vaga certeza de que lo ocurrido no sirve a ningún fin. Cuando lo fatal no tiene ningún sentido.


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OBVIA

La consorte, lógicamente.


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MACREMÉ

1. Labor de ganchillo realizada en caliente con gachas de harina de avena y leche que, servidas en bandeja, la verdad es que no combinan con todo.

2.Chal o toquilla confeccionados en la citada labor que continúa vistiéndose, a pesar de haber caido en desuso.


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13 de octubre de 2013

POEMAS

Ahora –con el pelo aún mojado- leo poemas.

He preparado un montón con mis libros preferidos, y con los pies descalzos me siento en una habitación silenciosa.

Abro libros viejos y queridos, también libros nuevos y anhelados largamente, y hago garabatos en decenas de fotocopias que había olvidado –fotocopias de poemas-.

Estoy cansado, me siento limpio, pero no hay mucho que me impulse a dar saltos de alegría. Incluso diría que me estoy cansando de los poemas.

El único que ahora entiendo es uno en el que tú y yo estamos abrazados, desnudos y de rodillas.

No importa si uno de los dos está incómodo. O llorando.


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Está lloviendo. Fuerte.

He estado toda la tarde en tu casa. De vez en cuando te tocaba el codo con un dedo. O los rizos con disimulo. También te he visto hablando con tus amigas de otras amigas. Te miraba los labios moviéndose y descubriendo los dientes y la punta de la lengua. Bebías té con leche. Comías un croissant. Te deseaba.

Después he mirado distraído el mobiliario. Tú estabas sentada en un sillón con tapicería floreada, yo en la esquina de un sofá de pana verde, apoyado en su brazo, que me parecía demasiado brusco para estar mirándote los labios. Un poco de dureza en la tarde tranquila.

Cada vez que decías algo, imaginaba que yo estaba a dos centímetros delante de ti, recibiendo el poquito de aire que sueltas al hablar. Imaginaba un sitio cerrado y umbrío donde dormíamos solos el uno al lado del otro. Y yo con un ojo un poco abierto y pegándome un poco más para que no se me escape nada, para respirarme todo el aire que sueltas al dormir. Entonces alguien pedía de pronto la mermelada, o soltaba bruscamente una cucharilla, y yo volvía a tu casa. Miraba el palmo que separaba mi sofá de tu sillón, y veía un océano entre nosotros. No podía dejar de pensar en tus labios respirando lejos de mi.

Ahora es de noche. Estoy solo y llueve muy fuerte. Mi cama es cómoda y cálida. He puesto varios cojines en mi espalda. Nada me es incómodo, nada puede dolerme. Pero la distancia entre el brazo de mi sofá y el respaldo de tu sillón se ha abierto. Ahora me tapo y te escribo, porque ahora estaría bien que pudiese tocarte el codo con un dedo. O los rizos con disimulo.


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Ahora mismo,

mientras paseo acariciándote el meñique, en alguna cuneta del mundo están apuntado a un hombre.

Mientras te miro con el rabillo del ojo –intentando hacerme una idea aproximada de tu ternura- y me lleno con la frescura del viento, a este hombre –que está sintiendo con la cara el pulso de la tierra- le han dado dos tiros y se desangra.

Mientras paseo dándote un beso en la mejilla o en un hombro, pienso que en este momento sólo podría morir de mal amor, o de mentira, o de soledad renovada. Nunca he visto a ese hombre, probablemente no lo echaré de menos si algún día me hablan de su muerte, pero mirándote siento que algo me une a él.

Ahora mismo, este hombre y yo –que paseo contigo- estamos sacándole un jugo especial a la vida.


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8 de septiembre de 2013

PIENSO EN VIAJES

 
Pienso en viajes y pienso en personas concretas y en personas posibles.
Pienso, entonces, en mí con diferentes marcos.
Imagino construcciones nuevas para mí, viejas para sus vecinos.

Pienso en esas casas,
con sus personas concretas,
con sus personas posibles,
y las imagino hogares para mí, para sus vecinos,
recién salvadas las distancias.





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14 de agosto de 2013

NINGUNEADO



Puede ocurrir que, en un determinado momento de lucidez o de hundimiento, ayudado por el trato deficitario o la mirada burlona, despectiva e impaciente de quienes te rodean e incluso te atañen, te juzgues un muertohambre. A veces, a mi mismo me ha sobrevenido esa incómoda impresión, en lo referido a amores y trabajos.

Lo llamo ser o sentirse un muertohambre, porque el sentimiento puede venir indistintamente de alguna podredumbre que tienes instalada en el amor propio, o también puede venir inspirada por el trato –en el amor y sus variaciones, en los trabajos– con los demás. Sea el caso de ser o de sentirse, sea real o imaginado, inspirado alevosamente o tergiversado por el descuido o la malicia de los otros, siempre eres, te sientes o hacen que te sientas como una oferta prescindible, una aportación insignificante, e incluso un simple peso muerto.

Cuando he tenido esa impresión, el amor no me ha parecido amor, la amistad me ha quemado y los trabajos, la relación que implicaban, me estaban quitando mucho más de lo que me podían dar. El respeto por lo que soy o significo, siento que muere para los demás, y veo que languidece en mí.

El respeto es a las relaciones lo que el caldo a un potaje: está dentro y está fuera de todos los ingredientes, es el aglutinante que da nombre propio, carácter al conjunto y, en última instancia, es el depositario del sabor. Sin caldo en el potaje, sin respeto en las relaciones, las cosas se queman sin cocer, y no dejan de ser una amalgama inconexa e incomestible a la que no le cabe nombre ni, por tanto, uso.

No puedo sobrar. En diferentes fases de mi vida me he dicho que mejor estar solo que ser una mala compañía. Un garbanzo que da un paso atrás, antes de precipitarse por la boca de una olla sin futuro, sabe, inspirado por una débil luz de su interior que:

1.   Hay más potajes en el mundo, y
2.   Si no puedes ser potaje, puedes ser semilla.

Todo este redondeo absurdo es para exorcizar el hecho terrible y repetido de que, en algunos amores, en algunos trabajos, me han ninguneado.

Toda esta tontura es sólo para señalar que en los sucesivos quebrantos que ha ido sufriendo mi orgullo, me retiré casi siempre sin lucha ni resistencia, pues, a pesar del dolor de verme como carga, digno sólo del desprecio, vi con maltrecha claridad, que mi dignidad era demasiado honda e inabarcable como para ser valorada (por mí, por los demás) en aquella concreta situación. Y llegar a pensar eso, me liberaba: YO no soy esas situaciones, y tampoco soy las opiniones de quienes se dejan llevar por esas situaciones.

El ganar poco o nada, el no ser valorado en algunos trabajos, en algunas mujeres, traía, para mí, la medicina que me ayudaría a superar el doloroso escozor del ninguneo. Al moverme para sacar a mi propia dignidad de una situación indigna, vi en su desnudez la única ventaja del muertohambre: si eres poco, si te valoran prescindible, banal, molesto, a la hora de abandonar y perder, eres TÚ el que tiene poco que abandonar. Eres TÚ el que no tiene nada que perder. Si te desprecian, te liberan. O algo así.

En fin, si tu dignidad no encuentra acomodo en una determinada situación o contexto relacional, el que encuentres la fuerza, la decisión de abandonar el acuerdo, la coyuntura, por tu propio pie, consigue que hagas una eficaz limpieza de tu panorama. Te moverás por supervivencia, sí, pero en esa sola intención, en el puro movimiento, encontrarás trazas del amor propio que habías perdido. Esa decisión, ese movimiento, más que el lugar al que te lleven, te darán paciencia y entereza y seguridad para que encuentres los trabajos, los amores, los espacios más favorables a la dignidad que nunca deberías haber visto mancillada.


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COMO TODO LO DEMÁS


Hablando de los zapatos, incluso hablando sólo de uno de los que forman el par que llevas puesto, cuando te molestan, cuando directamente te hacen daño, lo mejor es cambiarlos, seguir buscando los tuyos.

Esta simple solución, que puede parecer una insultante obviedad a rubios/as y moreno/as, por increíble que parezca, no siempre es elegida como primera opción. Y esto lo escribo destilado de mi propia experiencia, ya ves.

A veces nos quedamos pasmados ante las soluciones más fáciles. Como si nos sobrara el tiempo o la energía, a fuerza de insistir en los misterios de la vida, buscamos y buscamos las vueltas a lo que el sentido común nos presenta, desde el primer momento, como unas puertas abiertas de par en par.

Yo, personalmente, tengo una habilidad pasmosa para andar dando rodeos a lo evidente, y acabar sembrando mis propias desdichas. Y claro, si ofendes a la prudencia, al sentido común, lo acabas pagando, más pronto o más tarde.

Hablando estrictamente de zapatos, uno maneja toda clase de razones ilusorias, atenuantes y argumentos inventados para prolongar, lastimosamente, lo que uno quiere ver posible en lo que realmente no lo es. Yo tenía una novia que decía que para conocer a una persona hay que mirarle los zapatos. Creo que no le faltaba razón, aunque el tema es mucho más amplio si atendemos a que lo que uno ES lo tenemos siempre mediatizado con lo que uno mismo cree que es, lo que uno quiere ser, e incluso lo que aparenta ser. En fin, que hay muchos zapatos susceptibles de calzarnos, antes de que demos con los nuestros.

A veces, en la vida normal, sin aviso, ocurre que te encuentras con el zapato soñado, a un precio increíblemente rebajado, en el estante de pares sueltos. Puede ocurrir que no son de tu talla, pero te los pruebas y empiezas a verlos perfectos. Uno dice que es cuestión de buscar un calcetín más fino, cuestión de darle grasa por fuera y por dentro, y los más abnegados lo arreglan conteniendo la respiración. ¿Pero por qué tanto invento? Uno dice que es por la boda, otro porque no tiene tiempo, y otro que por la desesperación, pero oye, es un color TAN bonito, es una línea TAN elegante, que qué importa ese pequeño sufrir al principio. Uno se dice que todo lo nuevo molesta. Así que lo paga, y se lo lleva.

Luego uno se pone esos zapatos TAN elegantes, TAN preciosos, TAN rebajados, y se echa a la calle con ese aire suficiente de ¨nadie está en mis zapatos¨, y va uno por el mundo, sabiéndolo o sin saber, con ese andar aparentemente distinguido, con ese gesticular controlado, con esa sonrisa tensa del que está en unos zapatos TAN de otro pie. Y lo doloroso no es el dolor de los pies, qué va. Lo doloroso es que uno asume ese dolor como algo necesario, ineludible. Normal. Uno se dice, entre dientes, hostia, sí que duele, la horma está dura, la costura está apretada, la suela está rígida. Nada, hay que seguir caminando, a ver si la horma se ablanda, la costura se relaja y la suela se elastiza.

En la vida, entre chispacitos de dolor, uno se dice que, caminando, el zapato se hará al pie, pues para eso es el pie de quien lo ha pagado, ¿no? A ver quién te convence de que justamente está ocurriendo lo contrario: es el pie, de entrada, el que se está adaptando al zapato. Y uno tiene esa pereza, uno tiene esa elegancia para acabar sobreseyendo los fallos propios porque, total, quién va a echarle cuentas a ese mísero dolor que uno lleva escondido en el zapato. Son las cosas de lo nuevo, insiste uno mismo, las cosas que conlleva el mantenerse con la mirada suficiente, el atuendo calculado. Que no hay elegancia sin sacrificio, se dice uno, y bueno, ¿qué es una simple rozadura? ¿quién ha de notarla –te dices, ufano– mientras no consiga alterar la rectitud de mi porte? Bueno, la notas tú mismo la rozadura, claro ¿a quién más si no habría de hacerle notar su mensaje? Porque la rozadura, si te fijas, no es más que la advertencia de que no es perfecto el argumentaje que te has montado. No es mucho más. En esa zona, te está avisando de un roce no deseable: la piel se calienta y te hace una bolsita de aire. Duele, ¿verdad? Nadie lo ve, te dices, por suerte. Pero, a cada paso que das, el pie, puntualmente, te va diciendo que aquí, aquí, aquí, etc, él no puede adaptarse al zapato ¿Lo escuchas?

No. Lo oyes, pero no lo escuchas. Era tu oportunidad de corregir, tu posibilidad de volver al sentido común, pero no, tu solución fue correr a casa y descansar de tu ropa de calle, de tu sonrisa compuesta y jugar a que cada día ya ha pasado lo peor. Y será el yodo, será el agua con sal el torpe andamiaje que sostendrán las prórrogas de tu dignidad.

Y uno duerme, y hasta sueña, hasta la hora que marca el despertador, en que todo se da nuevamente por comenzado. Así que uno se levanta, y aunque haya dormido abrazado, en compañía, es en la intimidad de uno mismo que, mascullando sandeces, decide NUEVAMENTE ponerse otra vez esos zapatos. Duele, joder, y a nadie deberías echarles las culpas, pero uno tiene ese estilazo de caminar dolorido, por la mañana temprano, puteando al Bundesbank, a la consistencia de la burbuja, o maldiciendo los enredos en los que te mete tu prima, que va a acabar por joderte las reglas del juego democrático.

Uno sigue adelante, ¿no? Todo será mejor después del cafelito, se dice. Todo será mejor cuando haya volteado la mañana, se dice. Pero el dolor persiste, tú. Y una buena mañana ves con claridad que han ido pasando los días, y la rozadura degeneró en ampolla, y en tu obstinada intimidad, la ampolla opositó a callo. Y no es más que tu testarudez, que se enquista: invitado por tu dejadez y agasajado por tu indolencia, el callo es un dolor que se te queda a vivir en el pie. Con el zapato que lo provocó y con los que te vienen perfectos. Igual que la ampolla era una señal que te sugería cambiar, el callo es un cambio impuesto. Un dolor estable, una fealdad que se queda.

Y uno dice que ya va, que a qué tanto dramatizar por un dolor mínimo y una fealdad inapreciable. Uno dice, total, no es con la belleza del pie como va uno a conquistar el corazón de una dama, que no es con la belleza del pie como se gana uno un puesto remunerado. Uno se convence de que esas cosas son males menores, que se disipan enmedio del torrente de azares y alevosías que conspiran contra tu felicidad. Que no hay que exagerar, vamos, viene uno a decir, desde sus zapatos.

Pero has de saber, testarudo impenitente, que la Naturaleza sigue más allá de nuestros tontos y débiles argumentos, sigue siendo sabia más allá de nuestros conformismos y escapatorias. La Naturaleza no se va a quedar en la fealdad que llevas escondida. No es ese el fin de su enseñanza. Pasarán los días y los días, y notarás un pinchacito en el tobillo, y pensarás ¿será que va a llover? Pasarán las semanas, y encontrarás que el pinchacito se sube a la rodilla. Te dirás qué raro, y desde tus zapatos, te cruzarás con el sentido común y sentirás que te saluda con frialdad. Y pasarán los meses y el dolor seguirá subiendo: de la rodilla a la cadera, y de la cadera a la espalda. Entre atónito y resignado, te dirás, cómo han pasado los años. Pero a esas alturas, la Naturaleza habrá acabado por perder su parte condescendiente contigo. Estallará ante tus lamentos y te llamará imbécil.

Imbécil porque tiraste por la borda la mayor parte de sus advertencias, porque arruinaste sin remedio muchas de las oportunidades que tenías de negociarte digno ¿Dónde pusiste la atención, dime? ¿Dónde concentraste el tino, la decisión, antes de que fuese demasiado tarde?

En la vida te acostumbras a componer alabanzas al vigor de tu flequillo. Te preparas para saborear la dulzura tensa, la piel de fragancia mandarina, la música de las estrellas, pero, ¡ay, pobre infeliz! ¿No has caído en la cuenta de que todo lo bueno es caduco? Los dulces, la fruta de temporada, el vigor de la sangre. ¿No lo has notado? Pondrás tu más bravo empeño en esas tetas que te miran de frente. Bien, pero te advierto que acabarán perdiendo su puntería. El paso del bóxer al gallumbo, del encaje que invita a la faja que contiene, ese paso, conlleva una cuota obligatoria de inocencia que palidece. El amor más colosal busca descansar en breves remansos de alegría. Agradece hoy la fuerza, la salud de tus entusiasmos, pues el blanco, con el uso, va deslizándose hacia una amarillento pálidamente irreversible. Tu claridad va a ser menos clara y tu vida acabará siendo ley de vida. Muchas de esas cosas venían impuestas por la biología, la termodinámica y la química molecular. Sus lógicas dicen que todo lo que es natural se gasta, se cae y se muere, sí, pero, ¿recuerdas cuántas cosas estaban en tu mano? ¿Recuerdas qué hiciste con ellas? Relájate un poco y piensa claro. No es el caso en que tenemos que hacer las cuentas de todo lo demás. Piensa sólo en aquel zapato que no te venía bien: por mantenerte firme en las precarias convicciones de tu hormona, los pagaste y te los llevaste. No te correspondían, pero seguiste adelante, y asumiste el dolor que te lo advirtió. Menospreciaste a tu paso el paso de la rozadura a la ampolla, y de la ampolla al callo. Y no paró todo en la fealdad que aceptaste a escondidas. No te acostumbraste, pese a tu jactancia, a convivir con el dolor. Lo peor es que obviaste sus advertencias. Las ninguneaste.

Tu vida, así, se ha visto deformada por tu testarudez, por tu orgullo. El dolor dictó nuevos juegos al pie. Y esas condiciones las heredó el tobillo, magnificándolas en movimientos verdaderamente perversos que condicionaron a la rodilla y dañaron la espalda, pues tampoco pudieron ser asumidas por la cadera. Sólo así, tan sencillamente, manteniendo hasta el final una simple decisión errónea, sobrellevando el dolor, llevas una vida maltrecha en tus preciosos zapatos.

Con esta manera que tienes de llevar tus cosas, las que se refieren a elegir unos zapatos, y a todo lo demás, piensa qué fácil hubiera sido, en su momento, evaluar que lo que no es de tu talla, lo más prudente es evitarlo.


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23 de julio de 2013

PERSPECTIVAS.

Eres
protagonista de tu película.

Eres
secundario
en el plano-secuencia
de todos los demás.


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que todo lo bueno
se disfruta o percibe
(mejor)
con los ojos cerrados.

Y a pesar de ello,
qué no daría por mantenerme despierto
a tu lado.


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12 de julio de 2013

ME ABURREN LOS SUEÑOS DE LOS OTROS


Aunque puede parecer inspirada por una total falta de empatía, esta es la conclusión a la que llego, después de rumiar un rato alrededor de una frase tomada de Arshile Gorky:

El material del pensamiento es la semilla del artista (...) y de la misma forma que el ojo funciona como el centinela del cerebro, yo comunico mis percepciones más íntimas, mi visión del mundo, a través del arte”.

No tengo claro que, usando sus percepciones más íntimas, el arte comunique la visión del mundo del artista. Al menos, no creo que siempre pueda afirmarse eso. Me parece que incluso no es lo más deseable.

Lo que entiendo por tu visión del mundo, viene propiciado por herencias culturales, sociales, educativas (con sus adhesiones y reacciones a la contra), sumadas a los aprendizajes deducidos de tus experiencias. Esos aprendizajes, además, vienen condicionados por tu situación social, laboral, emocional y perceptiva. Por tus anhelos, fantasías y necesidades. En definitiva, tu visión se cuece en tu interior más profundo. Aunque los ingredientes vengan de fuera, eres tú el que administra las cantidades, hace los cortes y mide los tiempos. Tu visión es subjetiva, esto es: respetable, personal y condicionada. También limitada y reduccionista. ¿Es comunicable tu visión? Sin entrar a valorar las razones básicas por las que una persona se plantea comunicar a otra, o a un colectivo, su “visión personal del mundo”, el hecho, incluso la elemental intención de exponer tus percepciones íntimas como motivo, o contenido o mensaje, me temo que no hace más que subrayar el abismo que te separa de los demás. Conseguir que alguien muestre interés por tus opiniones y percepciones personales ilustra la afinidad pero no garantiza la comprensión. Comprender es compartir. Igual que el interés, la comprensión es siempre cosa de más de uno. Ni siquiera dirigiendo el interés desde ambas orillas, con toda la buena fe, la necesidad o la constancia, podemos garantizar la comprensión. Mucho menos la comunicación. Yo creo, más bien, que la práctica del arte sirve para que el propio practicante (el artista) ponga en juego un campo de pruebas donde puede volcar sus percepciones personales, sus emociones e ideas, con el propósito de definir y modelar ante sí mismo esa personal visión del mundo. Otra cosa es convertirlas en mensaje a compartir, porque, ¿acaso esa perspectiva personal, que viene a ser una opinión, no es igual de respetable que la del espectador que la recibe? Otro tema espinoso es el de la profundidad en esa indagación por la visión propia del mundo: me estoy refiriendo a que expresar/compartir tus pensamientos, a través de tus obras, con los demás, no garantiza para nada que artista y espectador estén embarcados, comprometidos conscientemente en la búsqueda y afianzamiento de sus respectivas “visiones del mundo”. No puedo evitar estar refiriéndome solamente a cierto artista consciente y comprometido, que busca a cierto espectador que, a su vez, se siente consciente y comprometido en la búsqueda de su propia visión del mundo.

En el pasado cometí la ilusión de imaginar que realmente había alguien a la escucha. Hube de cargar con mucha decepción hasta darme cuenta de que casi nadie, a mi alrededor, ve la relación entre sus percepciones más íntimas, sus motivaciones personales y la creación de su visión personal del mundo. Casi no existe esa conciencia, ni en el lado de los creadores, ni en de los receptores del arte. Más bien, cada cual se acerca al arte desde múltiples motivaciones e intenciones, no siempre conscientes ni definidas.

Y en realidad, ¿a quién leche le importan tus percepciones íntimas, si cada uno tiene las suyas, igual de dignas y respetables? A nadie. En un primer momento me sentí frustrado, pero eso me ayudó a saber que estaba confundiendo las cosas. Mis percepciones íntimas, mis motivaciones personales, lejos de constituir mensaje, lejos de ser un contenido o tema a compartir, son sólo un MOTOR. Otra cosa son las ideas y emociones que puedan venir deducidas de esas motivaciones y percepciones. El mensaje, el proceso que lo define y elabora, vienen de la digestión de esas ideas y emociones específicas, que movidas por las decisiones, se transforman en hechos. Las decisiones serán reflexionadas o impulsivas, los hechos serán más o menos pertinentes, mejor o peor entendidos, pero nacen en tus percepciones y motivaciones personales. Esos hechos son la parte que se ofrece abiertamente al público. Son la música que se oye, la obra que se ve. Esos hechos son la parte pública de tu intimidad.

En los años en los que todavía me percibía sólo como lector, sólo como espectador de las artes, como “usuario”, puedo decir que ya me sentía extraño en el papel de consumidor pasivo de lo que se me ofrecía. No tenía formada una noción de “construcción de tu visión personal del mundo”, pero de alguna manera elemental, acudía a los libros, a las exposiciones, con cierta ansia de conocer más que lo que me ofrecían en su superficie, acudía con la necesidad de ver y escuchar pistas que me ayudaran a responder ciertas preguntas vitales. El paso del tiempo no es lineal. No es un segundo que pasa y da el paso al que viene. El paso del tiempo incide en tu profundidad y en tu capacidad para profundizar en las cosas. También en la amplitud a la hora de percibir y abordar las cosas. El paso del tiempo te va abriendo a lo que todavía no considerabas “yo”. El paso del tiempo, en fin, me está ayudando a completar una frase que intuía desde mis tiempos más tempranos: aquella necesidad de ver y escuchar y contemplar y disfrutar y no entender absolutamente nada y sentirme mísero y pequeño, privilegiado, elevado, aquellas ganas inocentes de participar en algo que me venía demasiado grande, pero que me excitaba, aquella tonta curiosidad, aquella ingenua temeridad de ir a acercarme a todo eso, con el paso del tiempo, he comprendido que estaban ayudando a que yo definiera, construyera y comprendiera mi propia visión del mundo. Entiendo que, más o menos conscientemente, en aquellos tiempos, estaba asistiendo a un DIÁLOGO real, que ha acabado desembocando en mis actuales opciones vitales. Comprendí (aunque nunca me veo a salvo de sentirme equivocado) que la construcción de mi visión personal del mundo pasaba por la práctica artística.

Supongo que resulta ingenuo, desde mi posición actual, esperar que voy a tener espectadores con las mismas ansias y enfoques que yo tuve. Supongo que, a la hora de consumir lecturas y obras artísticas, cada cual tiene su propio nivel de implicación, necesidad y premura. Suena ingenuo, pero a pesar de ello, mantengo una ilusión sencilla: si los libros que leí me ayudaron como persona, mis textos pueden aspirar a ayudar a las personas; si los cuadros y las actitudes de los artistas me acabaron dando formas de entender la vida (mi vida), pues mis obras quieren ayudar, contribuir y continuar con esa intención. Todo eso, sujeto a revisión, pulido, mejora y refutación, queda en el campo de mis motivaciones personales, en el de mis motores íntimos.

Y por lo visto, todo esto está bien mientras se mantiene en la esfera de lo privado, pues a poco de salir a la superficie, esas, mis bases, más o menos puras, no hacen más que chocar con el hastío, la irresponsabilidad, la asintonía, la indolencia y un enervante etcétera. Cuando empezaba a afirmarme en mi modo de vida, cuando empezaba a modelarme y asumir que elegir mi opción era renunciar y alejarme de tantas cosas que eran igualmente vitales y necesarias, cuando empezaba a ver que elegir nunca se acaba, no sé por qué, empecé a formar la idea de que pertenecía, al menos, al colectivo de quienes han hecho elecciones parecidas. Fíjate.

El primer choque de mis puras motivaciones personales fue con la decepción: no existe tal colectivo. Básicamente, incluso entre artistas, no paso de ser un bicho raro. A veces es hasta peligroso revelarte como artista, cuando estás rodeado de artistas. Sí, es mejor estar calladito y seguir adelante con tus pobres ilusiones y verdades tambaleantes.

De todas maneras, la comprensión, el verdadero encuentro, no son más que maravillosos chispazos que se dan muy de cuando en cuando. Y siempre lejos de tus intenciones. No hay que impostar la voz, no hay que vivir como si fueses un powerpoint, no hay que redactar mensaje. Cuando es posible el encuentro, la comunicación real, el aliento en sintonía, todo se conjuga y se pone a las órdenes del momento. Entonces no importa si los interlocutores son artistas o no, no importa si tienen un rico acervo cultural, si tienen repleta la nevera, si tienen interés, si tienen ansias, necesidades, descubrimientos o iluminaciones a compartir. No importa que el lenguaje sea ininteligible, no importan los déficits. Cuando se tiene que dar el contacto, SE DA. Por eso intento mantenerme callado y seguir a lo mío. Las cosas buenas que he encontrado no siempre han venido por mi intervención. No han venido por mis presentaciones en sociedad, al menos no han venido de la mano del guión que yo manejaba. Por eso, mejor callado.

En lo que respecta a los artistas, ese colectivo que tontamente pergeñaba, es mejor mantenerse alejado de los cauces que los presentan como lote coherente. Es insufrible el intento de presentar el capricho, la intuición, la sospecha, el atisbo, la indolencia, la valentía, el desparpajo, la picardía, la abierta desverg¨uenza y la arrogancia manifiesta de cada cual como muestras de un TODO. Como artista y persona, me resisto a estar censado en ello. Me da urticaria el que me asocien a cierta gente. Por suerte, puedo decir que ya pasó para mí el tiempo de cierta estupefacción. Ya superé el conflicto de construir mi modo de vida a partir de ciertas maravillas que leí cuando era un niño, a partir de sentirme un enano ante ciertos cuadros, sentir que quería una vida honorable como la que deducía en aquellos momentos de sorpresa, maravilla y éxtasis, y avanzar el paso, empezar a creer que yo podría intentar lo posible, y acto seguido, verme rodeado de imbéciles arrogados, con los que nada tenía para compartir. Ya pasó ese tiempo de roce pegajoso y enervante, ya pasó el momento de conflicto: mis decisiones son mías y allá cada cual.

¿Se me ve como artista? No tengo que argumentar ni refutar nada. En silencio, trabajo cada día para dignificar eso: mi trabajo, mi día y mi silencio.

Y basta ya de tontas distracciones. La vida es un boli que se gasta, y no la voy a usar en un pliego de desmentidos. Sencillamente, sólo actuando con cierta honestidad, ya me siento adherido a los artistas que me ayudaron a ver eso: el valor de la honestidad sin condiciones.

Actuando con mi naturalidad, ya me siento suficientemente a salvo de los OTROS: todos esos artistas que, en el peor de los casos desvirtúan y tergiversan las cosas que a mí me dan la vida, y en el mejor de los casos, me cansan profundamente. Me cansan lo que se pierden en vericuetos estilístico/formales, que te dicen, sacando pecho, que su arte se define como pintura de zombis a spray, como proclamas indignadas en endecasílabos, o tonterías por el estilo, usando un tono sobreactuado que pretende dejar constancia de su personal contribución a la historia de las ideas. Me cansa que confundan las maneras con el mensaje, me cansa que olviden que son personas que viven entre personas, a pesar de ser artistas. Me indigna que saquen las plumas iridiscentes del cuello, que confundan al espectador, dándole a entender que las elecciones formales del artista son lo que hay que entender. Me indigna que dejen crecer el sobreentendido de que las (gratuitas) percepciones íntimas del artista son el abrevadero donde todo interesado en la cultura debe ir a saciar su sed de algo que nadie se ha molestado en definir.

Con el título de este texto ni quiero apostar por una visión ególatra y enmimismada, ni quiero ensuciar sin remedio las posibilidades de una sana empatía. Con ese título quiero acercarme a una confesión sencilla: soy un artista que está cansado de los artistas. De los músicos, de los escritores. No de todos, claro. Sólo de los OTROS. Los que, a conciencia o por descuido irresponsable, acaban alimentando distancias, creando escalones. Los que eligieron su opción para establecer una jerarquía ante los demás, una distinción. Me aburren sus sueños, y sus maneras, aunque tengan su punto de acierto o sofisticación, me tocan los cojones. Estoy cansado de revolucionarios de postal, que sueltan pueriles manifiestos sin contenido, de espaldas a la gente, pero buscando la cámara. Estoy cansado de los que juegan a derribar sin derribar nada, absortos en su propio ruido, cansado de los que ni imaginan que antes de derribar hay que tener una alternativa en mente, al menos. Estoy cansado de tontos fantasmones que vociferan hasta que les dan un plato de lentejas, que pierden alegremente las fuerzas cuando les cae un polvo fácil, un halago barato o una subvención. Estoy cansado de los que relamen el verbo y descuidan el control de los esfínteres. Cansado de los que dicen estar cambiando la vida y se limitan a poner pegatinas por la ciudad, estoy cansado de sus berreos y vanos improperios de pijo jugando a la rebeldía. Estoy cansado de esa transgresión, de esa mala cara que caduca cuando papá decide ejecutar la opción heredero.

Y tanto cansancio es muy cansado para mi. Es cansado que me afecte y le preste atención, aunque no puedo evitar estar siempre pensando que, de alguna manera, es trabajo de estos OTROS está relativizando el mío. Enmerdándolo, ocultándolo. Sus mensajes calan, a veces, mejor entre la gente. O por habilidad de unos o por comodidad de otros. La vida que nos venden es distracción, evasión y banalización. Todo es humor barato e inmediatez de consumo. Y yo podría callarme y seguir, simplemente, a lo mío. Para qué perder mi enfoque, para qué distraer la eficacia de mis fuerzas, debería permanecer concentrado en descubrir, seguir y corresponder a mis pistas. Pero entonces, ¿qué pasará con el amor propio de la gente? ¿Qué pasará con las cosas que se enfrentan a tu propia comodidad natural? ¿Qué va a pasar con todo lo que pone a la gente entre comillas, y les rompe seguridades y las obliga a replantearse las cosas? Algo ha de pasar y yo no tengo corazón para mirar sólo por mi y quedarme tranquilo. No tengo nada, y debo construir todo, en soledad. Construir algo que es para mí y para todo el mundo, algo que es demasiado para mí. Yo tenía la ilusión de compartir la carga, no por librarme del peso, sino por repartir la alegría. Pero los OTROS son mayoría. Y saturan el mundo de imágenes vacías y gestos convenientes. Cargan el aire y ensordecen la melodía. Por eso la mayor parte del tiempo tengo que manejar en soledad la certeza de que el arte, la escritura, la música, más que disciplinas, son modos de vivir que desarrollan al Hombre, construyéndolo o destruyéndolo, pero ayudándole a definir su lugar en el mundo, ofreciéndole herramientas para el emerger y sostenimiento de su conciencia, para el esclarecimiento del sentido de su vida.

Estoy cansado de compartir esto con iguales que no lo son.

Yo quiero vivir y dejar vivir. Y quizá con el título de este texto no hago más que rendirme a la intransigencia. Pero soy humano, y estoy cansado de ilusiones fomentadas en la trampa ,el desliz, el desvarío y el equívoco. Quiero dejar vivir, pero por encima de esto quiero vivir, esto es, vivir alejado de los tramoyistas y prestidigitadores que falsifican la pureza, alejado de quienes se ríen del amor porque no tienen valor para anidarlo en sí. Por eso yo, que he gastado más de la mitad del boli yendo de un lado para otro con mi lamparita enmedio de la negrura, yo, que forjé la ilusión de encontrar compañías fuertes, adhesiones profundas, yo, que vi cómo esas compañías se desmoronaban en la autocomplacencia, en la dejadez, en la inercia, yo, tengo que aprender a afirmar en voz alta que me aburren los sueños de los OTROS.

Soy quien soy por lo que he visto y leído, entre otras cosas valiosas y/o espeluznantes. Voy revisando y dirigiendo lo que soy con lo que pinto, escribo y doy a compartir, entre otras cosas. Cuido mi conciencia y defino, con ella, mi lugar en el mundo. Compartir esto con la gente, intentar comunicarle que ese nivel de cuidado e implicación también está en su mano, decirle que, si se atreven a afrontarla hasta las últimas consecuencias, también disponen de esa capacidad de dirigir y crear su vida, son el único mensaje que se me ocurre. Y quiero comunicar eso, puro y alejado de mis pamplinas y mis “percepciones más íntimas”.

A pesar de mi cansancio, a pesar de que me espolea la insatisfacción, no encuentro principio rector más noble ni ocupación más digna.


JAG.
Jaume Fuster-Francesca Bonnemaisson. 9-Mayo-2013


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18 de junio de 2013

POLOS DE AIRE, BOSQUES ESBOZADOS


A veces has soñado con una mujer preciosa, a la que apenas conoces, y la vida se comporta como un esquivo caramelo amargo. Me refiero, claro, a la vida de cuando ya has despertado, que no se da por aludida y permanece indiferente a que, en el sueño, la besabas en la espalda, tiernamente, mientras su voz suave articulaba algo limpio que te confortó y que no recuerdas, una vez despierto. Compruebas dolido que a la vida le da igual si en el sueño esa mujer te estaba mirando de frente y sonriendo, mientras manejabas la impresión borrosa de que ella te miraba desde dentro de ella misma, que encontraba sin esfuerzo un lugar o un momento para acabar asomándose a ti, como si fueras un campo que por allí pasaba, soltándole sus besos, como si fueras un río donde ella se agacha a llenar su cuenquito.

Da igual, te has visto despierto y ninguneado, pues la vida, ese animal caprichoso, sigue a su aire, salvaje, libertina. Te has quedado solo, y permanece en ti ese beso que le diste a la mujer en la espalda. Has despertado y aún mantienes como un tesoro indescriptible el sabor imaginado, aún conservas el olor, el calor latente de la mujer inspirada en tu abrazo. Sigues, al levantarte de la cama, sabiendo que ella, con su corazón indescifrado, te está mirando, y en su mirada tranquila, a su manera, te abraza. Y están de más los certificados que definan si su mirada es tangente, secante, o concéntrica. Su mirada va contigo y tu beso va con ella, de forma irremediable. Permanecerá, seguramente, ajena a lo que sueñas, seguirá con su vida normal, cruzando semáforos en la ciudad y zarzales en la campiña. Ella va a seguir con sus sueños propios, con su olor, con su sabor, y presumiblemente sobrevivirá sin tener que echarte cuenta, pero tú sabes que el mundo ha cambiado. Tus razones se han llenado de pálpitos, porque ahora hay un perfume nuevo, una carne que no comprendes, una más, y te tensa una desazón abstracta, basada en ciencias que no están escritas ni comprobadas, pues ella es una mujer real, allá donde se encuentre, y tú te has quedado saboreando besos que has soñado. Como polos de aire, como bosques esbozados que nadie intuye.

Ella reinará en sus cosas importantes, y tú mascarás algo indescifrable, y la vida seguirá adelante. No sabrás en qué parte pondrás tu trocito de amor instantáneo. ¿Lo podrás en espera? ¿Lo transformarás en algo? El amor, se supone, tiene otros criterios acerca de lo productivo. Ignorarás qué hacer y sólo sabrás que es fatalmente tarde, que es demasiado temprano para improvisar protocolos con que regar las flores de tus jardines abstractos.

De lo que ella sonríe, de lo que ella te mira, en la vida real, la que admites delante de la gente, también en el momento soñado, de eso que queriendo o sin querer te brinda, tú sabes que lo que imaginas tú mismo, tú mismo lo estás creando. Lo que piensas a su alrededor puede resultar fútil, engañoso o descerebrado, pues tales son los hijos de una conversación, cuando no llega a celebrarse. Sientes su beso brumoso, y te sorprendes creyendo en algo.

Su presencia se mantiene, y lo soñado pugna por mantener tus hilos de contacto con esas cosas necesarias que te faltaron al nacer, tantas cosas imprescindibles que te echaron a los caminos del mundo, voraz y alelado, como un lobo que se pierde en la sierra, venteando el precioso aroma de una verdad, que aunque pequeña y esquiva, te mantiene aferrado al hambre de vivir.

JAG.

Les Corts. 18_6_2013




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LOS MEJORES MOMENTOS DEL FIN DE SEMANA


Aunque casi todo lo bueno ha pasado el domingo, mantengo el título del encabezamiento para glosar los momentos que he rescatado:

  • Momento 1. He dormido todo lo que tenía que dormir, y al abrir un ojo, algo avanzada la mañana, me he relamido con el recuerdo de que el transporte de los trastos que me acompañan, los que sirven y tendrán función inmediata, y los que no tanto, es decir, MI MUDANZA, está HECHA. Soy plenamente consciente de que no está todo conseguido, habida cuenta de que una casa no es un hogar hasta que no preparas un arroz, al menos, y ves un partido de Telecinco, lo sé, y eso queda pendiente de futuro, mas, ¿qué más puede desear alguien que, recién despertando en domingo ya sospecha que todo en esta vida es prestado? ¿Eh?
  • Momento 2. He ido a ver a Jay W y hemos comido juntos. Cada uno en su plato, pero compartiendo un ramen de pollo y un curry verde. Yo la he visto MUY GUAPA, aunque es justo decir que ambos estábamos muy ZOMBIES...
  • Momento 3. Nos hemos acercado a casa de Ema y nos hemos dado un abrazo estupendo. Luego he pensado que lo único malo de un abrazo bueno es que no podemos mirarnos a los ojos.
  • Momento 4. Aún en casa de Ema, he jugado con su hijito Freeman. He perdido porque él tiene rayos de fuego en las manos. Ha sido un momento delicado, agridulce. Crítico.
  • Momento 5. Hemos vuelto a casa de Jay W, porque habíamos quedado con Joey. Ha sido un encuentro divertido y fructuoso, pues:
  • Momento 6. He vendido y he cobrado.
  • Momento 7. He paseado con Jay W, y me he dado cuenta de que alrededor suyo siempre pasan cosas amorosas. Se lo he hecho saber. Le he dado las gracias y un beso. Las dos cosas gratis, de corazón y para siempre.
  • Momento 8. Me he cronometrado la caminata hasta casa. A ver: me he despedido de Jay W a las 20:54 en Fontanella con PÇa. Catalunya, y a las 22:00 ya estaba en el ascensor de María Cristina-Les Corts. No está mal...
  • Momento 9. Ya en la cama, he escrito este texto.
  • Momento 10. Medio dormido, me acuna la placentera sensación de que estoy dando pasos efectivos para ir aprendiendo a callarme en el momento preciso.

JAG.
Les Corts. Junio 2013


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DECENCIA


Con el pundonor de Rafa Nadal,
con el dominio de Fernando Alonso,
con la elegancia de La Roja y el anuncio de Campofrìo
quieren enmascarar SU CRISIS.

Nos bombardean con esos mensajes ejemplarizantes, pero son ELLOS los que deberìan aplicàrselos: con su crisis de DIGNIDAD no hacen màs que ahondar en situaciones desesperadas.

Que se vayan. Son ELLOS, con su ineptitud vergonzosa, con su descaro, los que ensucian la "marca".

La gente normal sigue levantàndose a trabajar, estudiar, sellar el paro, amar y construir sus propias ilusiones, pese a todas las dificultades. Ninguno de nosotros necesita ejemplos para hacer lo correcto. Tampoco desvìan nuestra atenciòn con tanta banderita y celebraciòn, que no se hagan ilusiones: sus desmanes estàn desnudos ante nosotros.

Que no cubran el expediente con declaraciones vacìas e inùtiles.

Que no apelen a lo emotivo con la muletita arriba y abajo.

Que se vayan, que ya haremos la "marca" nosotros.

JAG. Junio 2013.



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14 de junio de 2013

ALGO TUYO

Camino solo
y siempre voy pisando
sobre algo tuyo.

Algo que no me quiere abandonar.


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TRAICIÓN


Te has pasado
al milagro de ellos.


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HACER EL MEMO


Cuento una idea, mientras tomamos una cervecita en la calle. Parece que la idea gusta, o al menos es bien recibida por la concurrencia. Uno del grupo dice:

–¡Oh, es una idea estupenda! ¿Cómo no se me había ocurrido A MÍ antes?

Después he intentado mantenerme sereno, mientras pensaba que tengo que aceptar la energía que proyecto.


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1 de junio de 2013

UNA DOBLE DEUDA

Cuando voy a un libro con mis preguntas, es raro que no encuentre en él ninguna respuesta. Algunas veces, algunos libros han dado respuestas a todas las preguntas que les llevaba. Algunas veces, incluso, algunos libros me han dado tantas respuestas, que cuando he hecho cuentas, he comprobado que mis preguntas estaban en déficit, que debería haber preguntado más o mejor, qué vergüenza.

De ir a preguntar y verme respondido, a medias, plenamente, o sobrepasado, me vino el gusto, la necesidad, el atrevimiento o la costumbre de querer saber.

Meterte con los ojos abiertos en eso de querer saber es encaminar tu voluntad hacia unas cuentas que nunca van a salir: vas con tu pequeño bocadillo hacia un estómago infinito. Saber no es saber, es querer saber más. Es un modo de vida.

Cuando te has acercado a ese querer saber por tu necesidad o tu curiosidad, es cuestión de tino, suerte o insistencia que te veas recompensado; pero lo que normalmente ocurre es que te sientas obligado a querer saber, por todas las respuestas que has recibido por preguntas que no has preguntado. Querer saber es sentirse en deuda con quienes, sin recibir preguntas, aportan respuestas. Querer saber es también querer estar a la altura de esa generosidad, e intentar tener cada vez, ante el aluvión de respuestas, más y cada vez más dignas preguntas. Querer saber es estar en deuda.

Y quizá queriéndome separar adrede de todos los que han hecho de ese querer su vida, añado, por mi parte, una cierta pregunta que percibe una certeza: si acercándome a los que eran ricos en respuestas, me apasioné por saber, y me aceptaron y respondieron, a pesar de ver revelada mi pobreza, si poco a poco voy recogiendo algo que no tenía, algo que a veces ni había pedido, ¿es posible que pueda compensar esa deuda dando lo que tengo a quien guste, necesite o se atreva?

Así, mi querer saber no es tanto lo que pido como lo que quiero dar, porque, ¿no es posible que, con mi mano tendida al mundo, buscando mi sitio, pueda equilibrar mi deuda, dando alguna respuesta a quien no sabe que está lleno de preguntas?


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LA INDEPENDENCIA.

Si eres trabajador manual, dependes de la burbuja.
Si eres trabajador mental, dependes de los recortes del I+D.

Si eres tú, siempre tienes trabajo.


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27 de mayo de 2013

HONRAR LA VIDA

¿Y si en el tránsito del nacer al morir te das cuenta un día de que ni haber nacido ni la muerte segura están en tu mano?

Mientras tanto, enmedio del despropósito, nadie te está enseñando a morir.

Nadie te muestra que, peor que la muerte en sí, es prolongar indolentemente el tiempo que sin pedirlo te han dado.

Nadie se está ocupando en señalar que, peor que morir, es vivir perdiendo la vida.


Gràcia, 26_ Mayo_2013

24 de mayo de 2013

GRAN DE GRÀCIA


Un poema difícilmente ayuda a dejar las cosas asentadas.

Un poema sirve para glosar los huecos de todo lo que no te dije.

Un poema es perfecto para atreverme a saber que tu mirada de ayer en la cola del súper se lleva algo mío. Algo que no quiere dejar de acompañarte.


 Gràcia. 24 Mayo 2013


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23 de mayo de 2013

DIOS EN FORMA


A veces parece que tengo la voluntad guardada en un bolsillo roto, y a cada paso que doy, me voy dejando un poco de esa voluntad por el camino. Esos días son más desangelados, y las cosas que pienso, las que siento que debo componer para mantener mi vida dentro de los márgenes de la dignidad, pues tienen menos consistencia, menos fuelle. Parece que, en esos entonces, sólo me va quedando convicción para construirme trampas para mí mismo. Prejuicios en mi contra. Pruebas que me impongo, que no he de salvar.

A veces te miro y te proyecto una mirada triste y fatua que no tienes. A veces te pienso y me domina esa corriente eléctrica que se le impone a uno enmedio del descontrol, de la ira, de la tragedia, y que le da a uno fuerzas insospechadas, como para derribar muebles con una mano. A veces te siento y el mundo que componemos, las cosas que más o menos componemos a medias, se me presentan como ruinas en potencia, desalientos, imposibilidades, equívocos y tropiezos mal disimulados entre absurdos macizos de flores. Me torturo sabiendo que la voluntad se me está escapando, pierna abajo, y desprecio el escaso acierto que tenga para intentar cerrar el boquete, y me cierro a la remota posibilidad de mantener la barbilla alta, buscando posar la mirada en el horizonte más limpio posible. Todo parece un dolor de muelas ilocalizado. Te miro y te pongo los gestos decadentes, las tontas delicadezas del señorío endeble. Te invento mugre para taparte el brillo natural, me giro y dedico el resto de la tarde a componerme un decorado de resignación. Aún cuando no se ha firmado derrota, ni se ha librado batalla ni se ha intuido siquiera la mera hostilidad. A fin de cuentas, no hago más que maquillar con sonora arrogancia mi torpe cobardía. Se me cansan las ganas, parece, de vivir en permanente tensión competitiva. Se me cansa la convicción, supongo, para vivir en forma, e intentar sacarle punta a mi buena voluntad, para ser más exhaustivo con mi sensibilidad y más trabajador con mis señales. En fin, sé que en mis buenos tiempos esos obstáculos que te pongo no serían tales. Me quitaría los impedimentos de un manotazo, seguramente.

Sentado o de pie, con una tranquilidad suficiente, yo sé que, puestos a proyectar irrealidades subjetivas sobre lo que cada uno acabará percibiendo del mundo, es igual de fácil justificar ante uno mismo la dicha arrebatadora de una tormenta de miel en el paraíso, que el sentir que la vida normal es el tropiezo fatal que te hace caer de boca y romperte el espejo del alma en el revolcadero de amor de una pareja estable de jabalíes verrugosos del infierno. Igual de fácil, no me engaño. Al final, la realidad tangible estará tan cerca o tan lejos de una posibilidad como de la otra. Entre engañarte a ti mismo con una alegría subjetiva y mortificarte con una tristeza inventada, igual de subjetiva, mejor la primera ¿no? Las dos son, como realidades, igual de reales. Frutos de tu mente pachucha, a veces, de tu corazón calenturiento, según tus reservas, raros trofeos conseguidos por tu emotividad huidiza y falta de tensión.

Es más inteligente, de entre todo lo que proyectas, hacerle cuentas a lo útil, lo productivo, lo favorable, lo constructivo. Lo divertido, incluso. La vida real no es más que una superficie de color uniforme que espera tu definición, que tendrá los colores que tú le pongas. Esa vida “real” es prima hermana de la cara con que la afrontas. Vivir es componer con la mezcla de lo que percibes y lo que proyectas.

Como la zorra que escupe vinagre a las uvas que no alcanza, yo me pongo a pensarte como la representante de una clase antagonista, como una simplona dilapidadora de fortunas. Como si sólo malimaginándote pudiera evitarte, alejarte sin más, de mis ansias.

Aunque ahora no dispongo de las fuerzas para planear lluvias melosas contigo ¿por qué no dejo de pensar si sería posible un puente entre nosotros? ¿Quién podrá negarme contundentemente que en algún rincón de tus intenciones hay algún tipo de voluntad de acercarte, poco a poco, a mi, a lo que soy, a lo que imaginas o percibes? ¿Con qué pruebas podría negar una pasión mínima hacia mi? ¿Quién podrá afirmar que en la cinemática de tu porvenir es imposible que tu corazón no vaya a dar pasos de curiosidad, de apuesta por mi?

Aún siendo consciente de nuestros grados de separación, tampoco dispongo de rudimentos para negar con convicción que acabarás encontrando la humildad o el ímpetu de dibujar por tu mano la física de tu propia naturaleza y llevar, según tu dibujo, según tu intención, con trazo firme o pulso titubeante, con esquema certero o esbozo desalentado, tu vida a mi encuentro. No tengo fuerzas para provocarlo, pero no encuentro argumentos para negarlo, pues, ¿quién puede decir los colores de lo posible o de lo imposible? Sólo el dibujante.

Sólo quien dibuja su vida sabe que en ese juego dibuja su destino, y sabe que está en su mano elegir los colores. Y está por encima de equivocarse, provocando catástrofes, o de ser certero y construir palacios en el aire. Por encima de lo idóneo o lo desafortunado está la certidumbre de poner un poco de bondad o de utilidad en el mundo propio y en el de los demás. En ese juego de crear la vida, no importa demasiado el tener una mochila de certezas o una maleta de inseguridades. En ese juego, si uno de sabe en el juego, es su propio dios, con la maravilla o con la debacle que acabe construyendo. Y en ese juego, que es privado y es universal, bailan los medios con los fines, el antes con el después, porque la percepción de esa decisión creadora, está fuera de las fuerzas lógicas: el dibujante, el dios, está aportando su decisión consciente, su decisiva consciencia, a las fuerzas elementales de la Naturaleza, de las que forma parte.

Así, aunque ahora me esté inventando este amor nuestro, esta compañía tiene la fuerza de alguna divina convicción que tiene escondida el Hombre. Así la siento, como un alimento secreto e inexplicable que no sale de ningún mercado ni terreno de siembra. No es un alimento recolectado. Aunque es inventado, provoca, precipita las fuerzas que están por encima de lo concreto y lo tangible, Desnuda la realidad de las cosas. Es el alimento que se le opone a la adversidad, y le da aliento a esa fuerza misteriosa que da al Hombre razón e impulso para abrir los ojos, para que se vea a sí mismo como el único motor de la rueda de su propia dignidad.

Amar es jugarse la vida. Es un ejercicio de maestría en la paciencia y la humildad. Y eres el mismo coloso vencedor y el mismo corpúsculo a merced del azar, hagas o no hagas, esperes o des los pasos. Por encima del triunfo o el fracaso, amar es saberte protagonista del amor. Triunfa quien lo sabe y obra en conciencia, consecuentemente. Muere de inanición quien sólo espera o recolecta lo que cae en sus alrededores. No importa si se siente bien alimentado: vivirá ciego y equivocado. Y entonces, ¿por qué quedarnos en la pobre opinión de que las mieles son sólo posibles en la imaginación? ¿Por qué no pedir todo a la vida? ¿Por qué no salir a la vereda silbando nuestra mejor canción, en toda su sencillez y descaro, con la convicción de que con el humilde impulso de nuestra voluntad estamos aportando, en nuestro momento, con nuestro acento propio, una parte vital a la banda sonora del universo?

Así, en mi canción, voy a limpiar las notas negras, las opiniones desfavorables (elecciones arbitrarias, al fin) que nos mantengan alejados. Adiós a los torpes juicios que me acerquen a los jabalíes verrugosos del infierno. Así dibujo mi convicción. Si después se revela que finalmente he patinado, si al final, el sordo dolor de las equivocaciones pudre mis estructuras, ¿qué importancia tiene? En AMOR, nacen y mueren, se alzan y hunden buenos dibujantes, músicos magníficos. Portentosos creadores, míseros mortales que avanzan en la derrota, con una tonadilla en los labios. Mantienen intacta la sonrisa en algún lugar recóndito, pues todo el que ama, todo el que crea, acaba siendo consciente de su propio aliento divino.


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17 de mayo de 2013

IGUAL QUE UN RELOJ PARADO


tiene dos horas exactas al día,
yo tengo en un momento fugaz
la certeza
de que todo lo que escribo
es verdad.


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14 de mayo de 2013

LOS VOTANTES


Queremos una democracia
con alto contenido
en fibra.


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HAGO COSAS

que me salvan la vida y al mismo tiempo me sumergen en un estado de completo nerviosismo.

Me salvan la vida porque veo que, a pesar de que están desconectadas de las resoluciones que hay que tomar para llevar a buen término la mecánica cotidiana (ingresos, éxito personal/social, etc;) esas cosas que hago, aunque sean extrañas a los demás, me ayudan a definir mi papel, lo sitúan en el momento y el lugar que ocupo, esto es, me ubican en el mundo y dignifican mi vida.

Las cosas que hago me sumergen en un estado de completo nerviosismo porque, aparte de que raramente ayudan a mantener satisfactoriamente las cuestiones relacionadas con la cotidianidad, aparte de eso, me exigen una cuota de concentración en mí mismo, aunque sea para observar activa y profundamente la realidad que todos vivimos. Demasiadas veces, creo, la conciencia se alimenta de soledad.

El mundo está lleno de cosas que yo no sé y todo el mundo sabe. Los días buenos me siento curioso, los días malos me veo ignorante y segregado.

El mundo está lleno de cosas que yo sé y que nadie sabe. Los días buenos me veo campeón del amor por todo cuanto ofrezco, los días malos me siento un imbécil arrogante, que de puerta en puerta, disfraza su ineptitud para la normalidad regalando tesoros incomprensibles que abarrotan los trasteros de la gente.


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