27 de diciembre de 2018

LA REALIDAD

La realidad
para quien la trabaja.
Jag.
26_12_18


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ROMA

Roma
no se destruyó en un día.
Jag.
20_12_18


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LEJOS

Ya sé que valgo
mucho para ti, mas,
la verdad, espero
estar bien lejos
cuando tengas
algo nuevo
que contarme.
Jag.
15_12_18


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ACTA

Una cosa es perder, y otra distinta es que te hagan perder. La primera incide en tu honestidad: te ayuda a verte a ti mismo, lo que te faltaba o te sobró, y te sugiere herramientas o al menos la necesidad por el cambio. La segunda, es simplemente una seca injusticia. De eso, no se puede sacar más que una indignación estéril. ¿Qué puedo hacer cuando la propia legalidad está disfrazando su arbitrariedad? No puedo hacer nada.
Soy de la primera generación de hijos de trabajadores que accedió a la Universidad, gracias a la generalización de las becas de estudios. Estudié así una carrera que amaba, y mi modo de vida, no sólo mi trabajo, sigue basado en ese amor. Aunque me creí el cuento de la meritocracia, no me preparé por los títulos: lo hago, hasta hoy mismo, por amor a lo que hago. Por lo visto, eso no sirve para nada.
Porque este país es un país de señalar. Los inquisidores les dieron poder a los dedos de los vecinos, que en esa costumbre, continuaron ayudando a los represores, siglos después. Señalaban desde la envidia, la ignorancia, la venganza, o la simple mediocridad de sentir ese momento de poder. Por suerte, también están los dedos que te distinguen, los que te señalan y te salvan. Pero esos dedos no se los dieron a la gente. Esos dedos se los quedaron unos pocos, para señalar a gusto: señalando a veces desde la envidia, la ignorancia, la mediocridad. Los dedos no son buenos ni malos, son de la gente que los usa. Nos quieren convencer de que lo justo está en los dedos de quienes se arrogan la capacidad de decidir, a su arbitrio, qué es justo y qué no lo es. Y así nos va.
Rabia. Y vergüenza. Y no ser como ellos, es lo único que tengo.
Al final, me siento un privilegiado, por tener tantas veces, tan cerca, tan en carne viva, la dura evidencia del margen de mejora que tiene este país.
Jag.
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21 de diciembre de 2018

EN EL MISTERIO



Después de casi haberme acostumbrado a que las barras eran naranjas casi cada día, incluso rojas los domingos, por fin hoy ha sido claramente verde. Me ha empujado una decisión repentina, como desde el estómago, a levantarme esta mañana y lanzarme hacia un rumbo pardo, dudoso, con la miope determinación de un ungulado que se vuelve loco de sed en mitad de una inmensa nube de polvo. En la calle descubrí que el día era azul, y ya pronto supe que estaba demasiado abrigado para el aire acondicionado. Las dudas me llevaban a la negrura, al pantano sin fondo, a la baja calidad de los pensamientos, pero decidí preguntar buenamente antes de dar el día por perdido. Me dolió la espalda y me dolió el asco, pero gané el arte de los árboles y la magia del vuelo cuando ya casi no me lo esperaba. Luego, en su momento justo, la sed, el hambre marciana, zambullida en una ensalada infame. El sol lo estaba poniendo todo precioso, a pesar de que tú y yo estamos a estas alturas tan extraños, tan sabiendo con seguridad y desde dentro, que llevamos un tiempo fundiendo a negro para siempre.

Ya no me importan tus llamadas como antes, pero anoche soñé contigo.

Veo desde demasiado lejos que estés haciendo planes, y cuando me pienso delante tuya, tan torpe, tan inocentemente ofrecido, me cago en el misterio.

Poco importa en estos momentos que te ajustes el sujetador, las medias delante mía. Todo está perdido, me temo, en este cansado languidecer enfebrecido. Pero anoche soñé contigo.

Estaba desnudo, de pie, inmóvil delante tuya, y tú me dabas friegas por el cuerpo con un aceite templado y oloroso. Como si fuera una especie de muerto de pie, al que querías honrar debidamente. Incluso cuando estabas de rodillas para darme el masaje en los muslos, notaba tu respiración, tan acelerada.

Que el pasado nunca concluye me está pareciendo una mierda, y no encuentro gota de amor en que te duelan los huesos. Ha pasado el tiempo de las palabras, y aún del sentido, de las ganas, de los gestos, y tú no te has enterado. Ha caído del todo la negrura de una noche que no va a terminar nunca. Pero ahora estoy despierto, y no se me quita de las entrañas ese sonido de tu respiración, el leve murmullo cálido de tu aliento atropellado, que se me iba posando por todo el cuerpo, mientras lo recorrías con tus manos, en mi sueño, tan lentamente.

Alguien que no me conoce de nada, me está diciendo que debo esperar lo mejor. Mira tú qué sencillo lo ve todo la gente. Yo sé que a lo lejos, en algún lugar distante, lo natural es que una cuarta de tierra cubierta de hierba maltratada, se esté humedeciendo en este momento de rocío. Qué bonito, hostia. Y qué inútil que me hagas exhibiciones de lágrimas en estos momentos, y que tu cáliz viva intranquilo por mí, y que tu pañuelo sea un mundo. No tengo que darme a todo. No tengo que elegir nada, que vete tú a saber en qué momento me pilla la hormona lo que venga a quererme para siempre desde su espíritu sereno, por su coño revuelto o hacia mi chakra del ático. Todo es punto y seguido y penoso y chispeante sorprendente mezquino pomposo miserable esperanzador en vuelo caída libre. En la cola del autobús, la mujer del pelo blanco me estaba mirando claramente. A lo lejos, sobre el fondo de cielo arrebolado, entraba desde occidente una gaviota rasgando el horizonte. Súbitamente, me dije que si en el momento justo de pasar por encima de la luna rosada yo cerraba fuertemente los ojos para no volver a verla nunca nunca más, todo esto va a ser poesía, porque yo lo digo.

Y ya ves, querida, así que fue.

Quién iba a decirnos a ti o a mí que yo iba a manejar tan irresponsablemente semejante poder.


Jag.
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9 de diciembre de 2018

5 de diciembre de 2018

A TRAICIÓN

Ahora mismo desde tu fiebre sólo sé decir que no sé quién soy dónde estoy. Que no sé qué tengo. Y por tanto no sé pedir ni qué doy. En el bolsillo tengo un rollito de papel de cuando nos vimos en tu pueblo. 

Ese aire que tienes cuando nos abrazamos. Ese quedarte con el cuerpo de brazos cruzados, con los ojos comiéndome calladamente, mientras te estás abriendo como una flor por dentro. 

En el bolsillo tengo una chapita de metal hiriente aplastado. La toco con los dedos mientras camino hacia ningún lado. Todo está a punto siempre de morir, me dice. Todo está a punto siempre de no haber sido nunca lo que habías pensado.

Toda la verdad mintiéndote. Toda la tristeza llorándote, y toda la indignación riéndose, mientras se desnudan las máscaras.

Me siento vagamente así de libre y de solo, mientras estás un poco enferma y aprovechas para escribir sin remordimiento. 

No sé quién soy ni sé dónde estoy. Estoy mortalmente cansado de la alegría babosa de los satisfechos cuando sale el solecito en invierno. Y presiento que estoy en el peor sitio del mundo para bajar los brazos. Nadie se está muriendo por intentar poner un poco de luz verdadera en esta vida miserable. Estoy en el peor momento para dejar de amar a todo por encima de todas las cosas. Porque la verdad es que la cosa está para amar y no ser como el resto. La cosa está para desnudarnos y escupirnos las dudas y cagarla pero bien y mala suerte y predicar con el ejemplo.

Y no ser como ellos.

La verdad es que no quería pensar ni en ti ni en la gente normal.

Me miro caminar por la calle desde las esquinas que ya he doblado, desde los aleros de los tejados que me ensombrecen. Y veo como un fantasma que pasa flotando por sobre todas las cosas y vaga sin rumbo sin pararse con nadie. Como un poli de asuntos internos, que trabaja en sospechar de todo el mundo. Que no puede ser compañero de sus amigos, ni amigo de sus compañeros. Un fantasma despreciado, aplastado, descolorido.

La verdad es que no quería pensar ni en ti ni en la gente normal.

Yo sé que el amor nos funde sin que nos pongamos a ello. Que nos atrae y nos enfrenta y nos lanza y nos desintegra, hasta convertirnos en una nube de polvo sin forma. Que por sí solo nos usa para que formemos los planetas, los átomos verdaderamente necesarios. Yo sé que el amor no nos está perdiendo de vista ni a ti ni a mi, en nuestra cumbre, en nuestro desfallecer.

Yo sé que soy la verdad y la alegría.

Yo sé que soy la bondad y la justicia.

La fuerza, el entusiasmo.

Pero qué dolor pensar tanto en cosas que nunca están en mi mano. Qué dolor sentir adelantado lo que nadie va a ver, lo que nadie va a abrigar.

Qué dolor vivir rodeado de gente que nunca duda. Qué miedo de saber lo que ellos quieren.

No soy nadie, por lo visto, en este país de señalados.

Leo y escribo y no soy como ellos, amor.

Creen que pinto cosas, pero en realidad estoy creando mi vida desde las capas profundas hacia donde me abran los ojos. Hacia donde me abran la piel, la flor, las puertas de las casas.

Y pienso por mí mismo contra el viento.

Y para perder, aquí estoy, ganándoles a ellos.

Porque amo. Por encima de todas las cosas.

Porque tú dices que enseño, y doy, y huelo bien. Porque tú dices que soy guapo y me enfado cuando toca. Porque tus ojos callados me han desnudado del todo y me han visto normalito verdecillo pan caducado.

Y no sé nada de nada.

Y no quería pensar ni en ti ni en la gente normal. No quería nada que no estuviera ahora mismo en mi mano.

Aunque a traición se me ocurren poemas sobre a qué hueles cuando te estás despertando.

Jag.
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Y así.

Un paso, respira,
otro paso, aguanta.
Y así.
Ya está dentro de mi
todo lo que está
de mi parte.
Jag.
4_12_18


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La gente normal,


la que conoces,
la que
te cruzas 
por la calle, la que
trabaja contigo,
cerca de ti, la que
te da
me gusta,
me encanta me entristece,
la que se enfada,
la que no pincha,
la que no habla,
la que no ofende
ni te da
ni te pide nada. Esa gente,
¿cómo es por dentro?
Jag.
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TODO NORMAL

De viernes a domingo,
ASCO.
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MI PAÍS


La gente de
dejarse llevar,
que ante lo injusto
mira para otro lado,
diciendo ser gente
de paz,
que no hace mal,
esa gente,
no es
gente de bien.
Jag.
1_12_18


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NOVIEMBRE AGUA


Helado
noviembre
descarnado,
me queda
para ti, mi
adiós para
siempre,
te dejo
sentado,
vergonzoso,
en tu dedo
señalado.
Sospecho
que no sabré
volver a ir
a escucharte decir
lo poquito
que faltó
para querernos
siempre siempre.
Pero nada,
me he levantado
cansado de tirar
mi luz en agujero
sin fondo,
a una avellana,
en el hueco caliente,
durmiendo dejaba
mi última mirada.
Moví mis libros
hacia otro lugar
que no sé,
que tampoco
me querrá
lo suficiente.
El camino
renqueando,
sin nombre,
sin traza,
sin lugar,
aunque conmigo
va a viajar,
ten, Noviembre,
por seguro,
para mí, para todos,
mi corazón,
mi aliento.
Jag.
1_12_18


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SARGENTO,


cuando llegamos,
el caracol ya no estaba allí.
Jag.

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