27 de noviembre de 2012

La sencillez

proviene de la acumulación
y el paulatino depurado
de las complicaciones.


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HIGIENE POSTURAL

Al negar o afirmar,
tu cabeza puede estar clara y decidida.

Pero vigila que los pies
estén fuertemente asentados,
pues la vida sigue,
más allá de tu intervención.


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11 de noviembre de 2012

EN SINTONÍA

A pesar de que la mayor parte del tiempo me reconozco ingenuo, casi patético, me sobrevienen de tanto en tanto ciertos chispazos de una briosa convicción que hace que todas las piedras que mira mi corazón acaben convertidas en oro. Llámalo amor, o búscale un nombre de hondura o pomposidad equivalente. Alguno que no tenga que alargarse en explicaciones para expresar la más maravillosa alquimia. Son esos chispazos de luz instantánea la única energía que puede abrirnos, a ti, a mí, a todos, de verdad los ojos. Esos chispazos, que no se pueden forzar, que no se pueden pedir, son la única puerta que se nos abre para que, asomados, podamos ver las cosas desnudas de falsos atavíos.

A cada cual llega, en su momento o en su grado propios, esta posibilidad de ver su sendero propio iluminado. No pueden trazarse itinerarios conjuntos, y es ocioso planear el momento, el grado y la compañía. Por mi parte, desperezado de la dicha del descubrimiento de esas posibilidades, me dispongo a disfrutar de esas energías, pues no son constantes ni siempre vienen a favor. Te pienso, por mi parte, y no dejo de adivinar, desde un rincón inexplicable, las notas de nuestra sintonía. Ya creo tararear una tímida línea de bajo, incluso aventuro el sordo rumor de las percusiones. Y pienso estas notas, y me encuentro en su tempo, y te pienso, y las vivo como un tempo compartido.

Nada dura. Y si algo durase sería algo externo, extraño a nuestra propia naturaleza. No sabríamos verlo, no podríamos disfrutarlo. Agua y aceite. Los remansos en los que percibimos la vida como una canción tienen su tiempo, su anchura, su límite. Son eso, pequeñas aperturas por las que, en un momento maravilloso, podemos asomarnos y comprobar, en un instante, el complejo mecanismo de la gran sintonía que lo gobierna todo. Nos contiene, nos lleva y nos trae. Por eso es bueno aprovechar el momento a favor, el momento de limpia claridad en que nos sentimos, desde dentro, parte insustituible en el gran meollo. De pronto, por mi parte, sin tiempo para esperarte, para contrastarlo contigo, encuentro esa especie de sentido total que tienen las cosas que esperaban, en el tiempo o en el espacio, algún elemento precioso que no estaba en su mano, que no podía estar en su plan, para realizarse. Ahora parece que sí. Ahora, aún cantando solo, siento una cierta sensación de eco que me acompaña. Como quien se adivina frente a un espejo en la absoluta oscuridad, canto solo pero sé que podemos ser parte de la misma canción. Te adivino.

Es ingenuo, sí. Suena patético, repito. Como los exabruptos del que contó sirenas donde había manatíes. Es esencialmente incomunicable la dicha de sentir tu lugar inscrito en la mecánica del todo. Y no sé si es música o simple obsesión lo que me hace intuirte en las tinieblas. No sé si es sólo una especie de ilógica estupidez, pero me suena a tono. Y no voy a embarrar mi suelo limpio. Sé que proyectar es manejarte en terreno equivocado. Sé que nos alzamos para caer, pero hay que aprovechar ese momento de tu máxima altura. El aire está limpio y gozas de tu mejor perspectiva. El suelo está lejos, y puedes descansar de la derrota y del dolor.

Antes de que todo se apague, yo sé que soy una tímida luz que avanza en la negrura. Lo que dure. Cantaré mi canción limpia en este mundo enfangado. Y me ilumina imaginar que tú puedas componerla, cantarla conmigo. Incluso me vale que hayamos empezado a componerla, a cantarla por separado. La certeza de la posibilidad de esa sintonía me llena el corazón de momentánea energía inagotable. Nuestros días, así, no se sucederán con frialdad, pues ambos sabemos, cada uno a su manera, que componemos juntos un canto que no está equivocado. Es la canción que cantamos tú y yo y otros que no conocemos, en tiempos y lugares distantes, pero es una canción que dará amparo a la gente en sus tiempos más oscuros. Imagino que esa melodía, compuesta en esa soledad que es tuya y es mía, es una melodía compuesta por todos, y va a alzar en los espíritus airosas torres, y va a abrir hermosos espacios habitables en los corazones.

No quiero otra cosa que no sea perseguir ese tono, seguir venteando ese aroma esquivo que nos une a todos. Sin señales, sin partitura, tenemos que coger al vuelo las canciones que otros empezaron y cantarlas con ellos. Tenemos que continuarlas, sin señales ni partitura, y hacer lo posible por que esas canciones nos sobrevivan, pues otros como tú y como yo, que se verán solos e ingenuos, las continuarán, aportando su parte a la gran sintonía, que nunca acaba. Y así seguiremos, endureciendo la piel, templando las vísceras, haciendo de nuestra vida un silbar con alegría, enmedio de un mundo sucio de vulgaridad y ruido.



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THE HIGHER LAW


Ya quisiera yo hablar de las cosas que avanzan, 
caballos de madera, de fuerte estructura, 
que soportarían el peso de un niño hasta su madurez, 
con ruedas de giro holgado, suficiente. 

Caballos de madera hechos por mi mano, 
con mi cara en técnicas aditivas, 
con corazón cálido, alma vital, viento salado del sur, 
del mar a la montaña y del río al llano. 

Hablar de las cosas en las que tu sonrisa me tienda la mano. 

Ya quisiera yo hablar de esas cosas que 
hacen brillar los ojos y sirven 
para que la gente camine junta y avance hacia delante. 

Hablar de cosas que cantan y no de las que no han de nacer, 
en momento oscuro, revelador.


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No por mucho preguntar

te responden más temprano.


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Mil hojas.

¿Sería una catástrofe ver las cosas poniendo en un segundo plano el enamoramiento, la desazón, el descontrol de las emociones, y priorizando el cambio por el cambio? ¿Sería lícito, sería aconsejable el provocar los desenlaces, el tener ese cambio como fin último? Seguramente, y sería lo más sensato no hacerse preguntas –o dejarlas preguntadas como al aire, sin considerar una espera mínima por sus respuestas- en este estado de empantanamiento mental/emocional en que me veo. Quizá lo más sensato sea dejarlo todo correr, una vez más, si es que, como mis escasas fuerzas revelan, no encuentro la bravura del amor. Mejor estarme callado y sentado en esa penumbra mediocre que es la indecisión, pues, ¿por qué con sólo pensarte me vienen a la boca no más que dudas y preguntas? ¿Por qué sólo me veo moviendo miedo en esta especie de apuesta cobarde? ¿Qué me está engañando, qué me está mediatizando, limitándome la apertura de la boca y el ímpetu del corazón? ¿Se me están tambaleando los cimientos sobre los que yo montaba ese artificio esplendente que acabé llamando amor?

Tengo que parar de hacerme estúpidas preguntas en este estado. Sólo conseguiré enmerdar mis partes limpias. Lo inteligente es fabricar o esperar a la energía que me ayudará a salir de mi obstinado lado melancólico, y ver las cosas en una dimensión más justa. Quizá más desapasionada y aburrida, pero puede que más real. Sobre todo porque, con tomar una cierta distancia de mí mismo, me oigo y no me reconozco. No me admito. Porque,  ¿a qué decir de mi amor, que es mi parte más grande, que es mi más profundo don como un “artificio esplendente”? No quiero ponerme de parte del desaliento. No es justo desperdiciar en banalidades y absurdas quejas los momentos preciosos que nos ha regalado la vida. Sentirte vivo es aprovechar tu tiempo. Y tienes que encontrar virtud e impulso para merecerlo. Vienes a la vida a criar cuerpo, agrandar los pulmones y ensanchar el corazón. Vienes a encontrar la máxima elasticidad de los tendones y a estirar las articulaciones de la emoción. Vives para tomar conciencia de tu libertad y para ganártela. Fuera de eso, todo el sentido que pongas a tu existir es engaño y desazón. Si mi alma resbala hacia la negrura, es mejor callar y construir tiempos mejores. En silencio, con paciencia y humildad. Y no malgastar. No ensuciar la vida de los demás, ni pasar de largo la tuya.

Siento que no tengo derecho, por mi escasa energía de hoy, a ponerte entre paréntesis, como si una remota posibilidad de tu amor fuera algo sin valor. No tengo derecho a ponerte en duda, por mirarte desde las mías, no tengo derecho a menospreciar mi valor  ni mi cobardía, pues son un estado momentáneo y, en realidad, no definen adecuadamente el tamaño ni el alcance de mi fe. Si te he empezado a amar desde la pregunta ¿qué derecho tengo, bobo irresponsable, para, por falta de aliento puntual, rebajar la calidad del amor, juzgándolo desde las estrechas miras de las respuestas?

Las preguntas se echan al aire, y se van amplificando, abriéndose al horizonte, como gases flexibles y conformados en la apertura y en la mezcla. Las preguntas, como los amores, tienen su sentido en la expansión, en el crecer. Lo que uno llama respuesta no es más que una cata puntual de esas expansiones. Son pequeños refugios, descansos que nos inventamos, que sólo ilustran un punto, un momento. Las respuestas son claudicaciones ante el movimiento perpetuo del todo.

Tengo que dejar de atormentarme en el temor a que no comprendas mis debilidades, y acabes perdiendo la paciencia por la parte más humana de mi cansancio.



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NADIE

ha de mirar por mi.

Pues de esfuerzos con pobre fruto,
de largas horas sin brillo
está conformada
mi alegría.


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Un barco que se aleja.

No sé tu nombre. Te has ido.

No tengo que fingir bien ni mal, dolor ni alegría. No tengo que opinar, no tengo que elegir el cómo me siento qué.

Ni ante ni hacia quién.

Amar en libertad es el goce ligero del dulce desamparo de un paisaje limpio.


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No quiero

escuchar un silencio más alto que otro.



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Suelto caprichos,

que crecen por su cuenta,
y vuelven seriedades.


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POR QUÉ LOS ENAMORADOS PARECEN GILIPOLLAS.

Porque no tienen una percepción firme del tiempo y del espacio.

Porque confunden los apetitos con las necesidades.

Porque se preguntan demasiadas cosas a sí mismos.

Porque siempre proyectan sus deseos sobre la realidad, con lo que la deforman.

Porque nunca saben claramente qué están viviendo.

Porque viven diluidos en el objeto de su amor y así, deforman también la percepción que tienen de sí mismos.

Porque sienten frío y creen que es amor.

Porque tienen hambre y quieren comer amor.

Porque a pesar de tener todo el día el amor en la boca, confunden el amor con el picor.

Porque creen que no pueden hacer nada sin amor.

Porque no entienden el término medio: sintiéndose optimistas flotan por el aire, sintiéndose pesimistas se tiran de cabeza al barro.

Porque la obsesión por el objeto de su amor les hace olvidarse del resto de la Creación.

Porque se sienten castigados y eso les envalentona.

Porque se sienten gilipollas y les da igual.

Porque se sienten enamorados y eso es un orgullo adicional para ellos.

Por eso.

Por eso los enamorados parecen gilipollas.


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El Bocadillo.

Tengo un mensaje esperando en el móvil. Puede ser alguna gilipollez de alguien, y también –Dios no lo quiera- una mala noticia en serio. Yo prefiero pensar que es un mensaje de la mujer que amo, un mensaje que esperaba y que no me lo esperaba hoy. Que me cuente algo bueno en pocas palabras, algo bueno para los dos, o algo bueno sólo para mí, en el peor de los casos. Algo bueno para ella sola... de eso no me fío, sobre todo si supone además algo malo para mi...

El caso es que el móvil me ha pitado el mensaje y me ha pillado haciéndome un bocadillo. Acabo de ver en una pelicula un rollo zen de samurais, y dice que cada momento tiene su lugar o algo por el estilo, y eso me ha convencido. La verdad es que puede decir cualquier cosa el dichoso mensaje en espera. De todo me ha llegado, y a cualquier hora. Y he pensado que a ver si después del mensaje pierdo las ganas de bocadillo, y que el cuerpo no lo tengo yo para grandes alardes.

Voy a comer y que espere el mensaje. Si es urgente lo lamentaré mientras hago la digestión o –Dios no lo quiera- toda la vida. Además, que van a dar por la tele la repetición del gol que ha metido un fulano, que dicen que ha sido un pasote.


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7 de noviembre de 2012

Con un pie en el suelo.


Estoy casi recién llegado de una minigira de trabajo: monitor de pintura y juegos cooperativos para grupos de empresa en Lleida, el lunes, y en Valencia, el martes.

En la actividad de Valencia, una rubilla con gafas, que va a trabajar en un nuevo MediaMa_ _ _, me suelta que hacer bien un color es una cuestión de amor.

Después, en otro juego de creatividad/organización, se pone a hacer cosas, por su cuenta y fuera de guión, con plena conciencia de que su iniciativa va a favorecer y perfeccionar el resultado final del trabajo colectivo.

Lo que ha hecho, lo que ha dicho así, tan sencillamente, me puede, me inspira a nivel humano.

He estado todo el viaje de vuelta dándole vueltas.

No hablo de lo que conseguía sonriendo, con la voz.

Por supuesto, he tenido la precaución de no preguntarle el nombre.

Este post es por las cosas que van desafiando la física, por las que le añaden anchura y profundidad a la realidad. Por esa chica que sabe de qué están hechas las cosas, vendiendo USBs y móviles allá, a lo lejos...
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3 de noviembre de 2012

ESE PUNTITO DE CONSTANCIA.

En algunos momentos, no sólo en los malos, me asalta la poderosa impresión de que estoy en cosas artísticas por cortito, y no por lo contrario. Lo de ser artista por ser un negado para la vida normal. Esa vida normal, a mí, no me ayuda a que haga otra lectura.

Cuando haces cosas artísticas, visto desde dentro, casi puede decirse que te dedicas a estar encerrado en ti mismo. Carl G. Jung decía que “el que mira afuera, sueña, y el que mira adentro, despierta”. Luego está lo del “conócete a ti mismo” y cosas por el estilo. En fin, muchas citas podría poner para justificar mis introversiones, pero la base es que cuando miro afuera, me siento un inepto. Cuando te acostumbras a estar más de la mitad del tiempo confrontándote y poniéndote obstáculos para saltártelos, acabas poniéndote quisquilloso con las cosas y contigo mismo. Te tiras así las horas y los años, saliendo a la calle a por una barra de pan o cosas así, paseando manchas perennes en pantalones de pana, en camisetas de propaganda y viendo siempre desde  lejos verdaderas bellezas inaccesibles para ti, para tu gusto o al menos para tu consuelo. Y te acabas creyendo el papel de pobre inepto para la elementalidad, para la vida en directo.

Hoy me he dado cuenta de que, si a pesar de todo esto y más, sigues aguantando el tirón y no das el brazo a torcer y sigues en esas trece, si sigues adelante incluso sospechando que todo esto te viene grande y en realidad no estás en tu sitio, que todo esto es fruto de que en plena pubertad te coincidió un momento raro de la hormona con un libro de Dostoievski, o Platero y él en la época del instituto, o Rothko o calendarios de Picasso o de algún otro, y te acabaste zambullendo, pobre de ti, en LA ELECCIÓN EQUIVOCADA, si sigues adelante a pesar de estar convencido de que a lo mejor no eres más que un caso concreto de la psicología no patológica –de entrada-, lo que queda de un pobre niñato que sólo quería un poco más de atención que la media de entre los que consiguen acabar la FP, si sigues insistiendo en el equívoco, a pesar de que la vida te vaya de culo la mayor parte del tiempo, y lo sepas, y ese saberlo y seguir adelante te adorne para siempre con un magnífico humor de mierda, porque sabes que intentar desandar el camino hasta convertirte en una PERSONA NORMAL, ya es cuando menos complicado, porque a estas alturas, presentas credenciales y sólo te toman en serio para ir a marear la perdiz, y ya no hay más remedio que insistir en el alambre, y con ese nivel de ingresos, sólo puedes permitirte una casita de alquiler bajo en Zancadilla de la Torre, Avenida de las Pieles de Plátano, sin número, esquina con Palos de Ciego, y a pesar de que el tiempo se te espesa enumerando las contras de tu vida, y sigues en lo tuyo, interesándote en todas esas cosas que te acaban encerrando en ti mismo, si sigues porque sabes que algo maravilloso e inalcanzable está en juego y escondido, y como un bobo despreocupado has ido pasando así de adolescente interesando a joven promesa, y de frustrado te diriges a vieja gloria otoñal sin haberte enterado de pasos intermedios que te hubieran permitido meter mano para enderezar la situación, si te has tragado todo cuando has visto cómo te adelantaban mediocres por la izquierda, ineptos por la derecha, ignorantes por arriba y oportunistas por abajo, y si a pesar de todo esto sigues intuyendo ese algo maravilloso en lo que haces, si además consigues pagar el alquiler y poco más, si a pesar de conocer todo esto de ti aún hay gente que te envía mensajes de amor o de aliento y muestras de interés por pasar tiempo contigo, hostia, al final, esto es tu vida ¿no?




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A TU DISPOSICIÓN.

Pienso en tus cosas, y aunque sé que de forma autónoma estarás viviendo tu vida, a mí no deja de agarrárseme en algún sitio indeterminado un grado mínimo de indemostrable certeza por nuestro contacto. Me encuentro sólido, a pesar de todo. No encontré pisadas en la maleza, ni señales en los astros, no encontré afirmaciones terrenas ni pistas en los cielos de que vaya a ser yo quien va a procurar tu acomodo. Contado suena banal, sentido suena torpe y afirmado suena impertinente, pero tormentas peores se descargaron en risa, y con solidez evanescente, veo mis alientos asentados en tu vida.

Pues sólo con estar cerca, enviando un mensaje, interesándome, apareciendo de vez en cuando como para hacer bulto, preguntando en voz alta por tus cosas, relacionando en público las tuyas y las mías, llamándote en mitad de la noche para darte la imprescindible referencia de un pintor, escritor, filósofo, saltimbanqui, educador, cantante, erudito, cocinero, gañán de la escena pública, héroe de la idea, malabarista de la consciencia del saber o personaje famoso por la exquisita belleza de su pellejo interior, por su ruindad, capacidad para la reflexión lúcida, para la polémica pertinente, señalado por la talla del enfoque de su saber o por su simple y atronadora zafiedad, sólo con estar al quite, siempre que pueda, a darte la respuesta que tenga, sólo con estar despierto cerca tuya, por si necesitas un apoyo visual, una mirada cómplice, un gesto de consuelo, un guiño de comprensión, sólo con mantenerme ocupado en mis cosas, pero con un ojo puesto en tu mundo, cuidando de no convertirme en un estorbo, pero manteniéndome a la vista, aunque sea de refilón y desenfocado, sólo con mantenerme contigo en mí, ya sé que estoy poniendo algún tipo de sabor o reflejo coloreado o aroma o bonanza o extrañeza o rara atmósfera o nueva claridad o sombra acogedora en tu paisaje, a tu disposición, sólo con ser YO, con lo que tenga en ese momento, sólo con aparecer y seguir empeñándome en ponerme en tu trayecto, sólo poniéndote delante alguna de mis formas, sé que estoy aportando algo al sabor que vas teniendo en la boca, a la temperatura de la cara, al relajo o la crispación de las manos. Yo lo sé. Y eso me empuja a seguir adelante.

Y está bien que mantenga la atención concentrada en tus lugares más inverosímiles. No sólo porque cada noche al acostarme quiero dormir con la impresión de que he hecho lo posible para que mi bien suceda, no sólo por eso. También porque tus maneras viven presas de una divina y turbadora estadística. Debo mantenerme pendiente de todas tus formas, de todos tus disfraces.

Cuando consigues creer que el amor está en tu cuenquito, de pronto se evapora, se mezcla con las nubes, y se va a llover a otra parte.

Adónde va todo esto no lo sé. Alguno recogerá las semillas que levanté de la tierra, las que regué con mi sudor. Para comer no me queda otra que confiar en la grandeza del campo. Y no puedo planificar nada con respecto a lo que realmente me importa. Bastante tengo con manejar esa ensalada de impulsos momentáneos que tengo que callarme para que esto –y yo mismo- no nos salgamos de madre. Bastante tengo con intentar saber si hay conciencia en tu reacción cuando estábamos allí. Bastante tengo con escrutar tus palabras o pensamientos callados ahora que estás allí y yo aquí, pensando que somos entes diferentes, cuerpos distantes y discursos tangentes. Aunque a veces yo ponga mis fuerzas en estar, de alguna manera, en tu paisaje.


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Deficientemente comprendido

es el amar
cuando se considera intimidad
el mero enseñarse las partes que
un pudor suficiente mantendría ocultas,
al menos un tiempo.

Igual cuando se llama confianza
a un simple intercambio
de rumores o secretos espinosos
referidos al uno, al otro o a un tercero
que no está presente.



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