29 de mayo de 2019

Llamé a tu puerta


aunque
ya estabas dentro de mí.
Jag. 
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ESTOY DE HUERTA


Una vez me crujieron como a una cucaracha. Pregunté la razón amablemente, y el Universo se reía.
Esta mañana me tiré un pedo que sonó como una pregunta. Igual los poemas, en serio, los becerros se me ponen finos, las muchachas me abren los linos, los ojos en blanco. Y todo lleno de filamentos invisibles de explicaciones que se extienden más allá de lo razonablemente aceptable. Y mira que yo tan sólo quiero que me dejen ir viviendo en paz para acabar muriendo de risa, que me dejen lisa, llanamente andar extraviado, vivir tranquilo equivocado y consumirme en ese no me escuchas, en ese nunca voy a estar contigo de acuerdo del todo, pues nací en una casa que tenía una huerta que tenía posibilidades que tenía el culo limpio, así que te dejo tu espacio en mi conciencia dormida, y no me toques los niños con preguntas y muérete solo de asco.
Cómo podría yo explicar que mejor el gesto que el mensaje. Cómo podría yo hacer que sin palabras te me acerques muy despacio, y acabar susurrando en tu oído piérdete de mi vista. Déjame pues aprender a no decir nada, y ven conmigo a una vida que no conoces, que no hay nada que más quiera que tenerte así de cerca cerca cuando sepamos separarnos para siempre.
Jag. 
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No me gusta la gente


que me pide
que me gusten
sus cosas.
Jag.
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Amo los libros porque


no hay nadie
para hablar
de cualquier cosa.
Jag.
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PEQUEÑA NARRACIÓN SEDENTARIA


De señor a hombrecillo.
Jag.
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Dios albóndiga esta casa.

Jag. 
29_5_19


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13 de mayo de 2019

Quedé una vez


para cenar con ella,
y ahora estoy
apuntado a bechamel.
Jag. 
12_5_19


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BICHEO


Estoy hasta los huevos, pero
estoy encontrando mi tono.
Jag.
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OJETIVO


Una vez fui recién nacido, y era todo inocente y no tenía ni puta idea de nada.
No recuerdo mucho más, porque me pilló muy pequeño y en realidad fue muy poco tiempo, vaya.
Jag.
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EL ORIGINAL




Escribo en un papel manchado lastimosamente de café que la amplitud del margen de mejora de mis tiempos empuja, casi, a que me conforme con volver a ser aquel que alguna vez consiguió sin proponérselo y casi inexplicablemente sacar lo mejor de sí mismo para darlo. No ya renovar nada pisando yerba nueva y llevando dentro la bienaventuranza del que limpia a conciencia lo decrépito con la dorada mirada eternamente joven de lo originario. No ya proclamar con toda la boca llena de corazón el tiempo muerto se ha acabado, porque lo dicen mis huevos tronzando roca en una cumbre virgen. Nada que tenga que ver con himnos en directo. Algo mucho más sencillo. Volver a repetir el casi olvidado ser gozoso de aquel que sacó lo mejor de sí mismo y lo dio sin cuento ni medida aunque no fuese ni quién en ese momento, ni aunque no fuese el momento siquiera, ni siquiera el lugar pertinente ni la gente adecuada. Aquel que yo era. Aquel que dijo con un insultante desparpajo, así, con el calificativo delante, como gesto destinado a los libros, toma de mí lo mejor ahora, porque sé que te lo mereces o porque sé que a partir de ahora mi bondad desprendida va a accionar tu bondad para que empieces a hacer por merecerlo. Tómalo simplemente porque me lo he encontrado en mí y sólo en mí es demasiado grande o pesado o inhumano o egoísta avaricioso especulativo, tómalo porque ya en mí quema, o se estanca, o se pudre, o huele, o duele, o se aburre. Tómalo ya mientras sea para ti algo útil, divertente o enjundioso. Tómalo y que te sirva de abrigo, de consuelo, de apoyo, de esperanza, de regalo. Ser aquel que yo era. Aquel que se sentía abrazado besado fecundado por toda la Creación. Aquel que supo tan grácilmente que todo es así de tan sencillo. Y los trozos de galleta seca a medio deglutir que me voy encontrando desperdigados en este papel lastimoso no callarán el texto de mis ganas que se alimenta de las ganas que yo creía perdidas olvidadas tristemente. Todo es así de tan sencillo repito. Que todo es poco más que un papel escrito que salió en su día a cambiar el mundo y ahora tiene que conformarse con salir a caminar un tiempecillo algunas veces por semana, por salud, por desesperación, por hastío. Y está bien así de sencillo. Está bien el poco de nobleza del intento de poner el agua de beber en una habitación remota, el mantener en una provincia distante un aliento efectivo, una palabra justa y un coño acogedor. Ser aquel que dio lo mejor de sí al tiempo que decía, esto desde el fondo de mi alma es para ti, y sólo para ti, ya se hunda conmigo el cielo y la tierra, para ti que eres cualquiera, pero no para ti, que tantas veces viví delante tuya por dentro mordiéndome los labios y no tuviste gesto ni temblor ni desdén. Para ti no, que ni hiciste por darte cuenta. Es para ti esto, que pasabas por aquí y me pillaste en esas ganas, pero no para ti, que aún sabiendo lo que estamos haciendo con el mundo, lo dejaste caer sin clemencia, y te limitaste a cagarte en la puta, no te ardiera. Ser aquel, el que te dio lo mejor a ti, porque creía que se acercaba mi último momento de darlo o aceptar que en mí, oscuro y estéril, para siempre se perdiera. Aquel que te lo dio precisamente a ti, aún sabiendo que otras y otros de mí lo esperaban. Aquel que supo que lo mejor de mí fue para ti y no fue para ellos. Porque a la mujer sin piedad le dieron la espalda, consagraron lo mejor de su pecho al pasto verde y jalearon la sangre mientras de puro hambre boqueaba el cachorro. Para ellos no, que mastican raíces mientras venden los manjares. Ser aquel que alguna vez, empantanado en su arrolladora insultante juventud consciente, consiguió sacar de dentro de sí para dar todo lo que tenía de mejor de sí mismo, y se puso a darlo todo sin cuento ni medida hasta vaciarse sin echarle cuenta al definitivo apagarse, como un sol que da un pingo y se queda en cueros en mitad del cielo y empieza a repartir sus órganos, a quien buenamente los quiera recoger.
Jag.

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Tú no le hagas caso


a mis ojos vueltos
hacia mi adentro, hacia
mi propio más lejos.
Tú no le hagas caso
a lo que me escuches
ni a lo que te diga. No
te quedes en mi quietud.
Por encima de lo que opino,
por debajo de la cara que
esta vida me va dejando,
yo he venido a amar.
Y quiero toda la alegría.
Jag.
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UNA CARNICERÍA


Yo creo que no has caído del todo en el especial gracejo de mi lado esplendoroso. Aún cuando llevo tiempo de boca apretada colmillo con colmillo en lo oscuro, como un voluntarioso hervidor de leche funesta, sabe que todo ese negror es apenas una capa inconsistente que protege -siento que equivocadamente- el candor maltratado del barro que mantiene húmedo ocupado mi agitado corazón tan vivamente. No le des a esas cosas ninguna importancia. Sabe que con un esfuerzo mínimo de comisura te voy a hacer nacer en segundos brotes árboles selvas espesuras de certezas por nuestra más que posible alegría. Tú fíjate que yo me administro. Tú fíjate que no busco la llave de la torna para cualquiera. Tú quédate con que esa cosa maravillosa y rara que sólo yo tengo, no voy a sacarla a primeras como si fuera un cervatillo epiléptico cualquiera al que pareciera que se le está acabando el día. Yo no voy a abrir la llaga para que le entre tontamente el polvo, como tú comprenderás. Yo te digo nada más que creas en todo esto firmemente y no me desesperes reina. Que aunque me veas callado como los muertos, más pronto me subo de un salto a tu tabla de corte, y ahora qué me dices, eh? Ahora te callarás o te reirás de puro nerviosita me parece, pero aunque tú no me lo digas yo ya sé que ya sabes por dentro que te ha llegado una gotita a lo más seco, y que te va a sobrevenir conmigo el tiempo del centrifugado. Anda y que no.
Jag.
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¿Qué pensarías que va a ser de tu vida y qué va a pasar con la mía si de improviso se te impone la certeza, ahí en tu casa, de que esta sonrisa que se me escapa en mi casa cada vez que te pienso, va a ser lo más parecido a tocarnos?
Jag.
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UN COMIENZO


-Buenos días.
-Sí, mejor.
Jag. 
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