Cuento una idea, mientras tomamos una cervecita en la calle. Parece que la idea gusta, o al menos es bien recibida por la concurrencia. Uno del grupo dice:
–¡Oh, es una idea estupenda! ¿Cómo no se me había ocurrido A MÍ antes?
Después he intentado mantenerme sereno, mientras pensaba que tengo que aceptar la energía que proyecto.
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