17 de septiembre de 2017

QUÉ DIABLOS

UNO.

Que no. Que no hay que hacer una intro como las canciones, para decir las cosas. Se dicen y paf. Están dichas. La interpretación es otro cantar. La pertinencia o no es otro cantar. No hay que extenderse ni abrumarse. Lo esencial siempre es sin explicación ¿Te explicas el respirar? No, lo haces y ya está. ¿Te explicas la digestión o se explican las plantas la función clorofílica? NO. A pesar de que son vitales para que vivamos tú y yo, y las hierbas y los árboles y los hongos y los animales del campo, las vivimos sin explicación. Y así todo lo esencial.

Y no. No buscaba que alguien como tú me sostenga los resuellos. No me conoces. No me entiendes más que golpeado por la ilusión de una comprensión veraz y efectiva. Por la fragilidad del apetito. La decepción de la improbable compañía. Sí, es verdad que te sonrío. Es verdad que te pensaba y aventuraba devestirte de ropa para vestirte de besos. Ahora todo eso me parece una pamplina, y se me hace un nudo de innecesaria nostalgia en este momento. Hasta decir poesía me parece rendir pleitesía a los verbos del pasado. Y no. Nada de esto cabe en mi corazón de ahora ni en tu cabecita de siempre. 

Todo esto es absurdo. Ahora estoy en un mundo de palo y ceniza que tú ni hueles. Aún sabiendo que yo podría darle aceite, color, aroma y sentido a tantas y tantas cosas normales que tú no te explicas, parece que toda esa fuerza convencida que antes me desasosegaba de entusiasmo en mitad de la noche, ahora se me ha cansado. Es como un derramarme líquido en la arena. Es como que mi cuerpo y mi alma de pronto se disgregan en una espesa nube de moscas, que se dispersan solas como autistas cada cual buscando su mierda para poner los huevos que me propiciarán en un futuro como nuevos millones de moscas que se encuentran y me hacen. Como un dormirme de pronto, y sólo darme cuenta, despertando pastoso, cuando ya nada es lo mismo y todo ha pasado.

En el amor se vence claudicando, sólo que tenemos una lectura errónea de lo que es vencer. Y cuando vencemos, no lo vemos, o no lo hemos entendido.

Vivir es vivir. Es vivir y paf. Amar es amar. Y paf. Quizá el amor en el ardor es la única verdad. Es una guerra inútil intentar urbanizar algo tan evanescente. Es animal, vegetal, mineral y paf. Quizá en el amor sólo existe esa epifanía, y todo lo que viene detrás de su inicial inspiración, ya es impostado, ya es mentira, está equivocado, estoy pensando. Quizá en realidad es mejor amar como una especie de función clorofílica que sale natural y sin intención, y no necesita de nuestra opinión ni cuidado. Siento que demasiado me he alargado en este estornudo de Dios.

Es una canción muerta de hambre la del alma que busca serenidad en un corazón doblegado. Mi vida no se iba a enderezar de un modo deseable si tu corazón acababa dando su brazo a torcer. Es una canción triste, ridícula, mezquina e irreal. Si mi mundo tiene que ser de fantasía, que al menos no sea indigna.

Está a dos noches de guapitos de saberlo, me decía. Está a tres días de hastío, dos de rendiciones y uno de desespero, me decía. A dos décimas de saber que entró de lleno en la quincena de vivir sabiéndose importante para alguien, me decía. Pero todo fue espero y desespero, al mismo tiempo, desde mi orilla. Las aguas bajaban quietas, siniestras y silenciosas como un río estancado. No estabas más allá de la bruma. Todo fue un sueño agitado del que no despertaba.

Estás toda la vida sintiendo, pero el sentir ocurre en un momento. Y paf. Las flores se mueven imperceptiblemente al otro lado de la cristalera, en la calle ardiente. Y ya no tengo fuerza ni ternez ni tensión ni tontura para encontrar poesía en todo esto. Es mejor encerrarme en mi corazón vacío y no hacer nada. El papel escrito está arañado de plegarias sin dios. La tinta se hunde en un microsurco maltratado, y tú qué vas a entender de mí a estas alturas, si sólo te ha interesado tu deporte. Todo ha sido malvivir y paf, exceptuando el tiempo fugaz en que mientras caía sentía que volaba. Me siento pasado de fecha, y ya estoy mal acabando de digerir que no me comes mucho y que no me bebes nada. Ya no digo tu nombre casi nunca, y eso es como morirnos el uno para el otro. Aunque no lo sepas. Aunque no lo concibas. Aunque no te preocupe. Si mantener la vida o el aliento de esto hubiera dependido de ti, ya estaríamos salvados. Ya nos habríamos guiñado el ojo. Ya hubiéramos hecho lo habido y por hacer para que acabásemos siendo nuestros respectivos mutuos cuchicuchis. Qué humor tan cansino me sale en el desaire. Vaya leche más atroz. Tú sabes a tu manera que yo soy más del valor, de la emoción y de la gestión de lo incierto, aunque ahora no hago más que poner en duda si estuviste lo suficientemente atenta. Estás llena de Dios, y eso te hace llorona, soberbia y condescendiente. Me imaginas en un pozo de negrura, y no. Me imaginas libando flores, y no. Todo ha estado completamente equivocado en algún momento, por mi culpa, por mi parte, seguramente. Soy un ser gastado.

DOS.

Es un derecho y un deber y una necesidad expresar lo que sentimos. Que salga de un corazón para ir a otro. En la casa y en la calle. Y lo que tú sientes es libre como el mar, y lo sientes ahí dentro de ti, igual de encerrado que las aguas furiosas en esta esfera celeste de temblor de sangre y arena. Y aunque tienes que decirlo, ¿qué me has de decir, que no me hayan dicho ya tus ojos?

TRES.

No puedo esperar nada.

Yo sólo quiero darte normalidad a fondo. Me bulle la alegría cuando me encuentro contigo. Y cómo explicarte. Cómo hacer que me entiendas sin encuentros formales con el orden del día espinoso, resbaladizo. Cómo puedo hacerme entender desde la sencillez. Te miro al otro lado del cristal, y me digo que al final sólo es admisible vivir en el sentido común. Ay, tus cosas que no sabes. Ay, tus abrazos, en este mundo que se incendia sin alarmas. 

Vengo para darte todo sin explicación.

Me piensas lejos. Y qué no daría por despejar nubes, y que vieras diáfano que lo que te digo sólo tiene esa manera sencilla. Que no hay una forma más profunda de hacerlo, sentirlo o decirlo. Que no hay una forma mayor en otra parte. Que lo que me doy es tuyo, que no hay juego sin fuego. Y que no quiero caer otra vez en las palabras.

No amo por lo que me das. Amo por lo que soy. Y me doy.

Ahora vuelvo a verte. Y no sé cómo dejarte la certeza de que esta época eres tú. Tú. A pesar de todo. Y que nada hay que de mí no te diera, menos la muerte.

CUATRO.

De alguna manera siempre te estoy, aunque siempre me estoy yendo. Esa palabra extraña, todo el tiempo. Espero que digas lo que sientes. Y que te escuchen. Es un derecho y un deber y una necesidad que lo digas y te escuchen. Y que tengas suerte con lo que sientes y con lo que te responden. Que salga de tu corazón y vaya a otro. Lo que yo siento es libre como el mar, y lo siento aquí dentro de mí, igual de encerrado que las aguas furiosas en esta esfera celeste de temblor de sangre y arena. Y aunque tengo que decirlo, ¿qué te he de decir, que no te hayan dicho ya mis ojos?

Te irás. Cuida de que a tu sonrisa, izada al viento para ser admirada, no se le duerma la pierna de tan tenerla cruzada.

Te irás. Cuida de no secarte en la espera del duro brillo de lo auténtico.

Te irás. Y al irte no te equivoques ni te canses. No te marchites. No te desperdicies en miserables amores platónicos, ni te pierdas en abrazos mentirosos. No adaptes tu luz al brillo de quienes no se esfuerzan en entenderte. No te malverses. Y no llames vivir a lo que cualquiera te ponga por delante.

Yo sólo he venido a tu vida para darme. No me debes respuesta. No me debes opción ni comprensión. No me debes aliento ni me debes postura. Amo por lo que te doy, mientras te lo doy, y no por lo que me das. No me debes agua ni carne. No me debes razón, ni pared, ni fuego, ni mensaje. No me debes humor, ni comprensión, ni secreto. No me debes ira, no me debes refugio, ni cantar, ni caricia. No me debes baile ni atención. No me debes cuerpo ni aire. No me debes recuerdo. No me debes fruta.

Por eso, te irás, y que te amen mil veces. Que te amen y te colmen hasta que te sobres y te destenses. Que te amen hasta que te acostumbres a que tu normalidad es estar como loca todo el santo día intentando saber cómo pueden mejorarse los dibujos y los escritos del amor. Que te amen y te preñen de paz. Y de paz llenes el mundo de quienes te rodean con sus risas, con sus quejas, con sus pesos, besos y abrazos. Y que seas así, la maravilla que cantan quienes te entienden y quienes ni te huelen. Que seas así, tan normal. Tan de como nunca, y tan de siempre. Que todo sea así, siento desde mí, tan lleno de ti para siempre, por lo visto.


Jag.
17_9_17


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario