20 de diciembre de 2019

LENCERÍA CHEAP


No me lo ve la gente que me rodea.
Vivo dormido de pie en el hueco de un olmo.
El tiempo el aliento
que antes malgastaba
acechando al amor
lo dedico a reirme sin ganas
esperando a que mis convecinos
reconozcan lo vacío, lo inmundo
mientras se precipitan
lastimosa miserablemente
por el resbaladizo terraplén.
Vivo rodeado de gente que no sabe imaginarse
cuánto mundo cabe debajo del olor que conforma
el ambiente de los transportes públicos. Hablan
atropelladamente de sufrimiento
y esperanza, hablan
de sus luchas, de sus planes infalibles
mientras intentan convencerme
de que alcanzar los cielos
y ese mezquino salirse con la suya
son prácticamente lo mismo.
Aguantan a los imbéciles de sus cuñados,
celebran resignados
las aplastadas ocurrencias
de los amigos de siempre de sus parejas,
sobrellevan a los hijos
con celebraciones sobreactuadas
y matan conejos para los padres
en sus repintadas casas de campo.
Todas y todos, diariamente,
se están jodiendo la vida porque es
lo que de iniciativa propia les queda.
Negocian con la fatalidad
haciendo guarradas repetitivas
como mucho una vez por semana,
y gritan padentro
y se muerden la carne blanda
cuando saben con letra de sangre
que la Virgen no está mirando.
Se han rendido a que la vida
son dolores y esperanzas
con la ropa interior barata.
Les he visto cuadrarse
ante las banderas que languidecen,
deshilachan y se pudren en lo alto
en cada entrada del pueblo.
Pero yo sé
que guardan los fluidos
para las grandes ocasiones.
Suspiran por lo que no quieren imaginar.
Y aunque saben tan miopemente
que no van a llegar a nada,
están subidos a montones de billetes
asomándose a la valla.
No saben si me despiden
o me dan la bienvenida,
sin convicción pero con fuerza
se agarran.
Y parece que les va la vida
hacerme señas ostentosas,
y gritar, cada cierto tiempo,
que así no puedo seguir.
Jag.
17_12_19



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