6 de enero de 2015

CARBÓN


Me siento cansado, querida, mayormente.

Cansado, apartado en la acera sucia.

Los vecinos me miran, aunque no quiero hablar con nadie.

Unos ponen cara de te lo dije, otros
maldisimulan muecas de miedo
por mi tormenta bíblica. Hastiado
me siento, exhausto me conformo, y miro
las tiendas vacías, las gotas
que caen sobre el cemento resquebrajado.

Pasan los coches, los niños refunfuñando,
los pequeños emprendedores
con sus caritas sucias, sus
tontas ilusiones en ciernes. No tengo
alma ni cuerpo para meter mano en nada.
No encuentro
fuerzas para desear que todo reviente. Me pregunto,
apenas, si todo podría haber pasado de otra manera,
y no de la manera que ha pasado.

Pienso en ti
y sólo me quedan los rescoldos de una expiración que se agota.
Pienso en ti y está de más
echarte de menos, malgastar tinta
aliento en tanta inútil barata poesía
que te la suda
que no te llega
que te estorba
que te supera
que te acalora cuando ingenuamente te sientes a salvo de mi,
de mi mirada anhelante
de mi corazón curioso
de mi calor localizado
de mi furor paciente.

Mis tonterías, mis pesadeces, niña,
ya no encuentran papel para dibujarte.
Ya no me queda,
sentado en la acera fría,
fe para el desconsuelo,
convicción para el deseo
ni huevos para la espera.

Tu tiempo es un pan rancio.

Tu recuerdo es un negro pasillo desangelado, las paredes
alejadas de la cruz de mis brazos, de manera
que en la espesa oscuridad nunca sé
si avanzo si retrocedo,
no sé si voy hacia el muro interminable
o hacia las resoluciones lógicas de esta cierta puta amargura.

En fin, como un bobo enajenado
me ocupo en dibujar corazoncitos de carbón desesperado,
mientras barrunto estúpidas soluciones
en el estómago de esta ballena varada
que se descompone a mi alrededor.

Pobrecillo, dirás,
sonriendo con los labios menores de tu ombligo,
cuán indefenso, citarás, de alguno de tus libros,
a tu coro de admiradores del Tinder,
pero ya me ha envejecido la pena por el tiempo malgastado.
El negro, cuando ya no le queda por oscurecer,
se desarrolla oliendo a podrido, y suelta los dientes de leche
salpicando una risa macabra, de manera
que todo va desfilando, resolviéndose
sin orgullo, en espiral,
hacia el sumidero de un maloliente incendio oscuro.

Te tocará un payaso y te volverás loca.
Te escribirá un amigo común, lo sé,
y me pondrás florecitas
de condescendiente normalidad
en tu postureo egocéntrico,
mientras me juras y perjuras
que ésto en realidad
estalla
mientras me sueltas, livianamente,
que ésto, en verdad,
es una erupción que se te va de las manos,
y qué quieres que te diga,
y me dejas sin palabras,
y qué poco me conoces,
y me muero me muero, y en fin,
todas esas cosas
que tú te dices a ti misma
para salvar los escalones de tu angustia,
tintarte el chocho,
buscarle la boca a veinte,
y amaestrar ratas en la plaza pública.

Yo ya me he perdido, corazón,
conseguiste que me acostumbrara
a vivir sin tu olor, he perdido la afición
a buscarte los pendejos de debajo de la cama.
Se me caducan las sonrisas
el fulgor ingenuo
los miramientos. De amor
estuve tentado, aunque nunca
pusiste gusto en tocarme. En la bruma
se me pierden tus pezones
los esbozos de tus pálpitos
los latigazos de tus sentimientos. Descansa.

Doy zapatazos en la calzada,
pues no tengo un jabón que te limpia.

Doy cabezazos en el cielo,
pues no hay patrón que mande en marinero,
que grite a los vientos vete, por babor,
olvídala, por estribor, busca
nuevos horizontes y deja
de intentar bailes en este suelo podrido, deja
de estirar ilusiones vanas de chicle sin gusto
ni alimento, deja de sentir
que llegará un día gozoso en que pensaréis como conejos.

El estómago se me ahueca.

Miro hacia arriba y callo.

Miro hacia arriba y no sé.

Miro hacia arriba, ajeno a los ruidos lamentables de la calle.

Y vienen las babosas volantes de un viento frío. Los ecos
definitivos de lo que me querías decir
en todo lo que no me has dicho.

Y no dejo de pensar en cuántas
me abren sonrisas y me perfuman selvas, en cuántas
me puntean encajes y me encienden tules
por el simple atisbo de mi atención.

Estoy altamente desmotivado para follar esta noche.
No puedo ponerme a limpiar mis zapatos
en un poema para adultos. Compréndelo.

Miro hacia arriba y nada me parece
más obtuso ni desesperanzador
que retomar el camino por la cuesta embarrada
que me lleva a la casa de tus besos.

Sinceramente,
nada hay que más necesite
que taponar alguno
de los estómagos que tengo para el sufrimiento,
dejar de rumiarte
y tirarme de cabeza
a una paz plana y aburrida,
darte un torteíllo en el culo y despedirme de una vez,
cigarrito y beso,
come más,
piensa bien
y apúntate al zumba.


Coín_5_Enero_2015




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3 comentarios:

  1. maravilla de poema, como ejercito de alfileres en las entrañas.
    un saludo.

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    1. Buffff,
      muchas gracias por tu lectura e intervención, David.

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  2. "...dibujando corazobcitos de carbón desesperado..."
    Me descubro ante ti ante tó... Verbo eres, puro ser, luz en la luz. Flamante for ever.
    Love u my friend, my brother... Nos

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