A pesar de que
no te conozco demasiado
imagino muchas
veces que estás sentada a mi lado,
tú mirando al
frente pensando en tus cosas,
yo como
robándote un ligero roce con el codo,
notando con una
alegría simple que por tu lado llega menos frío,
y ya ves, me
paso el tiempo medio ahogado
de un algo que
no sé manejar, como siempre, otra vez,
disimulando con
una ligera tonada falsamente descuidada en los labios.
Que sepas,
hermosa, que aunque no te miro,
te he acabado
viendo,
graciosa sin
quererlo,
portentosa,
fascinante sin saberlo,
y yo no sé qué
hacer ni decir con toda esa belleza
que mantienes
como recatada y que me convierte de improviso
en algo poco más
o poco menos
que un tonto
impresionable. A pesar
de que voy de
advertido por la vida. Lo que
me quedará por conocer de mí,
Dios,
aventuro.
me quedará por conocer de mí,
Dios,
aventuro.
Y todo esto me
lo he encontrado sin más,
ha pasado, ya ves,
ha pasado, ya ves,
a tu favor o a
nuestro pesar,
habida cuenta de
que a mi amargo entender
tu vida tendrá
ya repletas todas sus estanterías,
imagino, pues total,
imagino, pues total,
quién soy yo
para imaginar un poco más
de atención que
la educada, quién soy yo
para aspirar a salvarte, a servirte
para aspirar a salvarte, a servirte
de compañía
siquiera, intentar
que no te sientas sola del todo,
que no te sientas sola del todo,
un día de frío
de cada tres.
No sé qué
enfermedad oculta,
no sé qué dios
caprichoso y cruel me anima a pensarme siquiera
como mueble
sábana cubierto aldaba descansillo
de la puerta de
tu casa. A veces me levanto y con las claras
del día me
visto me enjuago los ojos ante el espejo
y me veo y te
veo sin imagen, sin recuerdos, sin anécdotas,
y todo empieza a
presentárseme básicamente complicado,
y te pregunto
pero tú quién
eres, que me llamas sin querer,
y me miro y no
dejo de preguntarme
pero tú quién
eres para llamarla, aunque sea sin querer,
y me lavo los
dientes y medio me arreglo la barba
y me miro a los
ojos muy cerca, muy cerca y digo
ahora no voy a
parpadear, y quien se ría pierde,
y los mosaicos
esperándome, que no hay ningún duende
que me los haga,
pero sigo mirándome al fondo
de los ojos,
despacio, sin prisa, preguntándote cosas
sin parpadeo de
por medio, a ver si alguna vez
me entero de una
vez, y cierro todo lo que puedo el plano,
apuro toda la
profundidad de campo y me veo
como el torpe
boceto apresurado de una hoja temblorosa
colgando de una
rama remota de un árbol que tienes
escondido
olvidado en las profundidades de tu bosque,
y a fin de
cuentas, de no parpadear a veces
se me escapa una
lagrimita y al final nadie gana,
a fin de
cuentas, empate.
Y acabo
manejándome con prisas a pesar
de mi pretendida
búsqueda de la serenidad, y a veces
todo es
demasiado ruido, a veces incluso rabia, desazón, vergüenza,
hastío,
incertidumbre, dejadez, resignación, amargura, conformismo
y todas, todas
esas cosas que uno debería poner en orden alfabético,
en un tierno
suspiro, antes de tirar de la cadena. Y depende del pellizco
con el que me
haya levantado, pues a lo mejor saco tiempo
para hacer un
textito,
para poner un
disco que imagino que te gustaría. Yo
me digo que todo
llega en el potaje celestial, que uno tiene
que mantenerse
en su sitio, hacer lo debido y honrar la vida, esto es,
ser mejor que
estar,
encontrar lo
pertinente en el paisaje de lo deseable,
mantenerte
honesto en lo que sientes
y amar,
amar, por encima
de todas las cosas, que a eso venimos,
para eso estamos
y así nos prolongamos.
Uno nunca es
demasiado mayorcito
para acabar
cayendo en ciertas cosas.
Después, ya en
la calle, con el frío,
con el gorro
calado hasta las cejas, camino de mis prisas,
de mis ansias,
de mis hambres, me voy diciendo
qué importa, si
apenas vamos a vernos a golpe de click.
No es con
silicio, por mucha alma que le ponga,
como podría
aspirar a un solo beso tuyo.
Lo único que
queda,
para terminar de
rematar esta faena irreal
en la que
contigo me he encontrado,
es reconocer
abiertamente, delante tuyo,
que cuando voy
para el estudio intento pasar siempre por calles soleadas,
por sitios en los que la gente sonríe y no dice palabrotas,
y me abrigo de
más porque te he notado
ciertos
comentarios con frío,
y como y bebo
con interés una dieta más equilibrada,
e intento estar
más guapo, más amable con la gente,
como un pájaro
que embellece sus mejores plumas por si miras,
un pájaro que
se exhaustiva en su nido por si vienes.
Yo supongo que,
aunque tú no te enteras,
el mundo ha
ganado algo.
En fin, todo
esto no deja de redondear ante mí mismo
la sensación de
que sin tocarte
te llevo dentro
adonde voy,
que no lo sé
siempre, y aspiro tontamente
a que nos
ayudemos a trazar los itinerarios.
Sí, no te vayas
a hacer una idea equivocada:
Soy así. Y
peor.
Y ya sean las
calles de mierda,
ya huela la
gente a rosas,
he nacido.
Y voy a morir
solo. Eso
lo tengo clavado
por dentro desde chico. Ya puedo
quitarle la
jáquima a la oscuridad. Sé
que te has visto
en mi post, y ya
no quiero saber
cuánta gente más
se ha visto en
mi post. Simplemente
me he preguntado
cómo
no me traga la
tierra, cómo
no me volatilizo
en el aire.
Aquí me he
encontrado de repente, expuesto desnudo,
temerario y
mascullando como puedo
la torpe idea de
que te amo. Ya ves qué tontería.
Yo sé que el
amor es Dios y sé
que está en
todas partes, bajo todas las formas posibles, sé
que el amor te
ve, te lleva dentro
cuando te alejas
del WiFi. Sé
que el amor está hecho mayormente
de todas las pamplinas que me invento,
de todas las pamplinas que me invento,
el amor son
todas las pomposidades que aborrezco
y acabo poniendo
por escrito, sé que
el amor son
todas las inseguridades,
vaguedades
indefiniciones que me dejan
desvalido
delante de la gente.
Todo eso es el
amor. Y más,
conforme van
llegando las ideas,
y que no falten.
Y así, ya ves,
te he
construido, despertando
con alguna
cancioncita tuya en la sesera,
y me levanto
solo, y acomodo el cuerpo
a seguir de
vacío, y como mucho me he hecho un café
me he hecho un
textito que raramente ayuda
a dejar algo en
claro y así,
pasan y pasan
los días. Y yo me acabo diciendo
si estas son las
cosas a las que puedo aspirar,
si estas son las
cosas por las que debo vivir agradecido,
continuar
adelante, como el monólogo final del Cyrano,
indesmayable al
desaliento, elevándome por sobre la mugre
y avanzando con
paso seguro y sin queja
hacia una
especie de zona de exclusión del deseo.
Como la sala de
espera de un lento desfallecer
hacia la
indiferencia, hacia un vivir sin ruido,
sin
entorpecimiento para los demás.
Y acabo llegando
al estudio,
después de
recorrer toda la playa, y todavía
me escucho
haciéndome preguntas. A mí,
que quería
construir mi vida a base de afirmaciones.
Sigo adelante,
me cambio de ropa, y me pongo
a entretener con
trabajo manual el enervante asedio
de mis pobres
respuestas, que son
vampiros albinos
que se queman con el solecito de febrero.
Y el amor está
en todas partes,
como si fuera
Dios, y pienso en ti sin fe.
Y el amor está
en todas partes, aquí, en mí,
mascullando
negruras, sobreviviendo
con arrebatos de
aceptación y euforia,
y está en ti,
dondequiera que estés,
calentando el
motor, construyéndote tu nuevo día, sabiendo
a tu manera que
el amor está en todas partes,
como si fuera
Dios.
Y yo sé que es
Dios.
Y sé que es
pus,
y luego un poco
de sangre.
.
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