18 de mayo de 2015

ME ACUERDO DE TU ESTAR DE PIE,


de cómo le llegaba un estremecimiento de alegría.

De cómo te reías y de cómo te comían los nervios, creo.

Me acuerdo de tu cara, sobre todo me acuerdo de tu cara en sus distintos momentos. Enigmáticas, graciosas, extrañas caras. Asaltadas por la curiosidad y el desconcierto. Me acuerdo de mí viviendo aquello. Y como pasa con todo lo que es pasado, de aquello rescato lo que sirva para vivirte hoy. Se desvanece en el aire algo que nos mantiene enlazados, se adormece la fuerza que nos decía que nada nos separará, que nada nos derribará si estamos juntos.

Hoy estoy muerto. No sé en qué voy a buscar convicción, ahora que el silencio cobra fuerza. Todo ennegrece, básicamente. En soledad y silencio se hacen bloques con cosas que regurgitas (si me permiten la expresión). En soledad y silencio, con esos bloques puedes construir puentes para cruzar y rampas para subir. También puedes hacer muros y techos para encerrarte.

Me acuerdo de ti, y no quiero un mundo de menos luz. Ya tengo esa referencia, y sigo.

Pienso en los silencios, en las ausencias, en cómo se guardan, en cómo construyen posibilidad.

Pienso en ti, en tu silencio, y también estamos construyendo olvido.




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