Es
frustración, supongo,
sentirse
tristemente sentado
a pleno
sol de abril, callado,
enmudecido
en una penumbra
mañanera
de mayo,
y qué
coño importa.
Es no
querer,
es
abrir, cerrar puertas sólo
por
hacer el ruido, notar
que una
rabia insensata
se
desmelena por debajo
del
esternón, la certeza
de que
nada,
nada
pasará a pesar
de que
te agarras a las cosas
con toda
la fe que has aprendido
en los
libros,
en la
parte venturosa
de los
amores pasados, la fatal
intuición
de que nada pasará
igualmente,
si te dejas caer
en la
insensatez, la desidia,
el
cansancio de vivir alelado,
el
tenerlo todo aplazado
menos la
muerte.
Es, ya
ves, que aquí te ves,
acurrucada
como pulpa adolescente
en
nuestra primera foto,
con el
sol de cara, recién
levantados,
recién
ilusionados,
sorprendidos
por ese
algo indescrito
que nos
incumbe, de repente.
Es, ya
ves, que aquí me ves,
robándote
el olor de la tez recién duchada,
y el
corazón se me acelera
y te
pensaba menos rubia,
y a día
de hoy, a saber
dónde
me duermes.
Es, ya
ves, que aquí me encuentro
petrificado
sereno ante el espejo
porque
las canas han seguido
con su
vida y ahora me tienen
negocios
prósperos,
y me van
por la calle
sin
ansiedad sin miedo,
con
traje nuevo barbilla alzada,
enseñoreándose
incluso
por mis
barrios más despoblados,
de forma
que ya se me hace duro
mirarme
en fotos incluso
del año
pasado.
Es, ya
ves, y que la fatalidad
no se me
ilusione, que yo creo
y creo y
ya está, y aunque
no
levante banderas
por lo
tuyo y lo mío,
yo vivo
en andaluz enardecido
hiperbolizado
que con tu silencio
no todo
está perdido, sino
más
bien pendiente,
y en la
punta de la lengua,
si te
motiva o te conmueve,
ya tengo
los ladrillos los ensueños
de
nuestra casa,
y en la
punta de la juana,
si por
un casual,
si por
un desmadejarse
de los
caprichos del destino,
y no
suelto en rima fácil
los
ardores de mi tino, pues
yo sé
que nos
pondremos
a
ladridos y resuellos
en la
cocina en el pasillo
en el
salón silencioso, construyendo
con
sudor un amor puro
mientras
te asomas al Atlántico.
Es, ya
ves, la certeza
y tú lo
sabes, el calor
de mi
mano que te ampara,
el
fulgor
el ardor
de mi alma que te mira
lo que
pone la certeza
las
ganas, la pasión
el
coraje
en
empeñarme en lo tuyo
que sigo
como un rastro
que te
aleja de la manada.
Es, ya
ves, ese aire tuyo
que me
pone ante tu puerta
con mi
traje desnudo de domingo
y
llamaré ding dong
y me
verás llano por cercano,
mas no
te me equivoques
que José
José
escrito es siempre agudo
y tengo
más
de lo
que enseño
y quiero
más
de lo
que sueño
y José
ama más
que lo
que escribe
José es
más
que la
luz
que me
enciendes
más que
sorpresa, no me descanses,
más que
un regalo, no te me escondas,
que soy
la aguja que te enhebra
que a
poco que te descuides
te hago
un traje de besos,
te pongo
alta costura
en todos
los agujeros del cuerpo.
Mas,
es, ya
ves, también
no te
vayas por las risas
no te me
andes con prisas
y te
equivoques, que mi texto
es de un
tono nuevo que se pudre,
la nota
abortada de una canción
que
prometía, que venía
a
comerse el mundo, y sí, ya ves,
lo que
amo está en mi mano,
mas
amar,
amar, mi
amor, no es poner
palabras
en la línea punteada,
pero el
mundo
el mundo
está demasiado ocupado,
y las
canciones
a veces
vienen demasiado cansadas
y los
dientes se les mueven
y acaban
zambullidas
en
nostalgias de la zona alta,
de vivir
a la cuarta pregunta
en la
tercera casa
a mano
derecha
por
parte de padre,
y mi
tonada,
mi
tonada está cansada
de
tristeza edulcorada
por
preguntas de las niñas
que te
dicen por la calle
eh mi
capitán, no te me vayas
a ver si
me adivinas
el color
que tengo en las bragas,
y yo
yo les
sonrío amablemente,
sigo mi
camino
y les
cierro la cremallera
de una
rima con mi amada,
mas
pensando
¡Ay, si
yo me pongo, qué color!
¡Ay, si
yo me pongo, qué color!
¡Ay, si
yo me pongo, qué color!
¡Ay, si
yo me pongo, qué color!
¡Ay, si
yo me pongo, qué color!
Y sí,
es, ya
ves, saberse doblegado
por la
escasa capacidad
para
saber lo que viene detrás,
las
consecuencias,
los
fatales desenfados,
las
costuras abiertas de la familia,
el
toque, la elegancia,
el corte
distinguido, la gracia,
el
ingenio, la caída de los grandes,
las
frialdades, mi niña,
las
zonas de silencio
entre
plato y plato,
la
sonrisa heredada
y los
perfumes, amor,
esos
perfumes que se nos desvanecen,
que nos
abandonan
en mitad
de una
nada extensa, descarnada.
Me
acerco a ti
sin
saber cuánto vas a alejarte,
me
acerco a ti
preguntando
con tempestades
por el
serenarse de tus aguas.
Y sí,
así, sentir la calma
llenarme
de vacío
destruir
los puentes y pintar
señales
acogedoras
en los
quicios de tus puertas y seguir,
seguir
honestamente las inexplicaciones
que me
cosen con hilo invisible
a quien
seas. Me dan igual
la lilez
y la debacle,
y me
acerco,
para
mirarte a los ojos sin gafas, porque
pìenso
en tu cara y te encuentro
instalada
en lo mío. Pienso en tu cara
lanzándote
a besarme
la mano
que te acariciaba,
pienso
en tu cara y voy a quemar
lo
prometo, la furia que traía,
pienso
en tu cara callada,
soltando
ese poquito de aire sonriendo
cuando
te dije que te quiero,
y voy a
quemar, lo prometo,
el
desamor que traía, el dolor
que me
animaba,
voy a
quemar el hocico retorcido y la negrura,
esa
negrura que nos une pero
que a mí
me escondía.
Sí, es
que
vengo a acercarme
aunque
mi cercanía
te
mantenga en silencio, en esa
especie
de calor contenido
que me
tienes, vengo
a
acercarme para que los márgenes
se nos
ensanchen,
para que
se nos abran las costuras,
y que
los límites se nos desdibujen
de una
vez. Por esta vez,
acercarme,
querida,
para que
podamos,
al menos
si es posible,
desconocernos
por
última vez.
Tabaiba_Grácia_3_Mayo_2015
.
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