18 de abril de 2018

ES UN MUNDO NUEVO



Se me ha quebrado la felicidad que ella quería para mí.

Y ahora todo está maltrecho y mal encajado. Ahora tengo que manejarla con cuidado, porque ha quedado con aristas cortantes, y el suelo lleno de esquirlas invisibles que crujen y se clavan en cuanto doy un paso.

No sólo ha dejado de ser bonita, la felicidad que ella quería para mí, es que el calor se le escapa por todos lados lamentablemente, y se le cuela la lluvia y es que así no hay manera, me está pareciendo.

En fin, que todo esto es más bien triste, por decirlo rápido y no revolcarme en la miseria.

Yo sé que podría ponerme a arreglarla, buscar cada cachito uno a uno y volver a probar pacientemente todos los encajes hasta que esa felicidad que ella quería para mí, y yo, y ella misma, quedemos recompuestos y dando un buen mensaje sobre lo poético de la ruina y lo patético del intento de mantener formas más o menos bíblicas coránicas talmúdicas brahmánicas shintoístas totémicas védicas animistas en la dolorosa y deficiente organización de este mundo civilizado. Pero no. He evaluado, en mitad de la lógica frustración, que el pegamento me sale más caro que plegarme a la lógica de los nuevos desenlaces. Creedme que lo he probado y no he tenido fuerza ni convencimiento, ni ilusión ni entusiasmo para seguir adelante. Se ha quebrado la felicidad que ella quería para mí, y yo estoy más que cansado de hacerme el héroe. Y no doy más, que esto al final va directo al pobre entendimiento de una pareja puesta de palomitas magreándose tristemente en la oscuridad titubeante del cine vacío de mi pueblo.

Además, que ya puestos, siempre me he sentido segregado de la gente que basa sus palos de ciego en acertar con la felicidad. En realidad me he ido apartando, a lo tonto, de tanta gente que iba a descalabrarse igual que yo, pero dando insufribles lecciones acerca del camino correcto. Y oye, cada quién con su épica. Yo prefiero ir con una canción en los labios. Al final, la felicidad está hecha de todos los intentos, para acabar encontrándola cada uno, en soledad, en su propia baba.

No es desprecio por la felicidad que ella quería para mí, que se me ha quebrado, es más bien me parece una especie de ansiedad por saber lo que me viene delante. En honor a mi pretendida gallardía diré que nada de esto afecta a las cosas importantes. En lenguaje elevado, la amo como las canciones antiguas que nunca mueren. En tono perruno, sigo pensando constantemente en cosas que no está bien que sepan en su casa. En resumen, se me acaba de quebrar la felicidad que ella quería para mí, y ahora me siento como en un nuevo mundo, y llevo conmigo como sabores, aromas para seguir de alguna forma persiguiendo lo que de ella yo quería. Aunque siga sin saber cómo hacerlo.


Jag.
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