16 de abril de 2018

TIBIA



El hambre verdadera es voraz, impaciente y egoísta. El hambre es una verdad que no guarda nada para después.

Yo sé que soy un fuego que se está devorando a sí mismo desde dentro.

Yo sé que estoy siendo lo que no quería ser.

Y sé que nada tengo por guardar en el corazón de quien no mueve un dedo por mí.

Si me has conocido así, si me has mirado y has visto más allá de la superficie que acarician y desgarran los ojos, y me dejas para la otra vida, yo en realidad me quiero librar de ti.

Llevo demasiado tiempo cansado del todo. Yo quiero volver a ser un coágulo de sangre y de lágrima y de sudor y de mierda. Y que no se monte conmigo el mundo sus pobres esperanzas.

Yo quiero esponjar el suelo y latir por dentro de la tierra. Que nada sea mi luz si esa luz no soy yo mismo. Que nada sea mi ayuda ni mi compañía, que nada sea mi pan ni mi boca si ese pan y esa boca no soy yo mismo.

Eso quiero, y no me hagas más aspavientos carantoñas con tu felicidad ni con tus dolores. Latir por dentro de la tierra quiero. Y que en silencio por mí se estremezcan y se corran las flores y los frutos del campo. Que deje en el aire un rumor que precipite de gozo a los insectos voladores hacia los agujeros de las casas. Y que la tierra preñe sin saberlo, y que el cielo se sienta verde profundo.

Eso quiero. Mi propia estrella por dentro, iluminando mi día mi noche al mismo tiempo. Y quiero ser alegre, lejos y aquí mismo, de la alegría de los hombres.

Latir, como digo, callado y pleno, porque nunca he caído y nunca he amado. Y romper, y corroerlo todo sin ruido, porque estoy siendo lo que no quería ser.

Y que la vida me celebre sin mirarme, como ahora, y que la muerte me alcance sin desmayo.


Jag.
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