5 de diciembre de 2018

A TRAICIÓN

Ahora mismo desde tu fiebre sólo sé decir que no sé quién soy dónde estoy. Que no sé qué tengo. Y por tanto no sé pedir ni qué doy. En el bolsillo tengo un rollito de papel de cuando nos vimos en tu pueblo. 

Ese aire que tienes cuando nos abrazamos. Ese quedarte con el cuerpo de brazos cruzados, con los ojos comiéndome calladamente, mientras te estás abriendo como una flor por dentro. 

En el bolsillo tengo una chapita de metal hiriente aplastado. La toco con los dedos mientras camino hacia ningún lado. Todo está a punto siempre de morir, me dice. Todo está a punto siempre de no haber sido nunca lo que habías pensado.

Toda la verdad mintiéndote. Toda la tristeza llorándote, y toda la indignación riéndose, mientras se desnudan las máscaras.

Me siento vagamente así de libre y de solo, mientras estás un poco enferma y aprovechas para escribir sin remordimiento. 

No sé quién soy ni sé dónde estoy. Estoy mortalmente cansado de la alegría babosa de los satisfechos cuando sale el solecito en invierno. Y presiento que estoy en el peor sitio del mundo para bajar los brazos. Nadie se está muriendo por intentar poner un poco de luz verdadera en esta vida miserable. Estoy en el peor momento para dejar de amar a todo por encima de todas las cosas. Porque la verdad es que la cosa está para amar y no ser como el resto. La cosa está para desnudarnos y escupirnos las dudas y cagarla pero bien y mala suerte y predicar con el ejemplo.

Y no ser como ellos.

La verdad es que no quería pensar ni en ti ni en la gente normal.

Me miro caminar por la calle desde las esquinas que ya he doblado, desde los aleros de los tejados que me ensombrecen. Y veo como un fantasma que pasa flotando por sobre todas las cosas y vaga sin rumbo sin pararse con nadie. Como un poli de asuntos internos, que trabaja en sospechar de todo el mundo. Que no puede ser compañero de sus amigos, ni amigo de sus compañeros. Un fantasma despreciado, aplastado, descolorido.

La verdad es que no quería pensar ni en ti ni en la gente normal.

Yo sé que el amor nos funde sin que nos pongamos a ello. Que nos atrae y nos enfrenta y nos lanza y nos desintegra, hasta convertirnos en una nube de polvo sin forma. Que por sí solo nos usa para que formemos los planetas, los átomos verdaderamente necesarios. Yo sé que el amor no nos está perdiendo de vista ni a ti ni a mi, en nuestra cumbre, en nuestro desfallecer.

Yo sé que soy la verdad y la alegría.

Yo sé que soy la bondad y la justicia.

La fuerza, el entusiasmo.

Pero qué dolor pensar tanto en cosas que nunca están en mi mano. Qué dolor sentir adelantado lo que nadie va a ver, lo que nadie va a abrigar.

Qué dolor vivir rodeado de gente que nunca duda. Qué miedo de saber lo que ellos quieren.

No soy nadie, por lo visto, en este país de señalados.

Leo y escribo y no soy como ellos, amor.

Creen que pinto cosas, pero en realidad estoy creando mi vida desde las capas profundas hacia donde me abran los ojos. Hacia donde me abran la piel, la flor, las puertas de las casas.

Y pienso por mí mismo contra el viento.

Y para perder, aquí estoy, ganándoles a ellos.

Porque amo. Por encima de todas las cosas.

Porque tú dices que enseño, y doy, y huelo bien. Porque tú dices que soy guapo y me enfado cuando toca. Porque tus ojos callados me han desnudado del todo y me han visto normalito verdecillo pan caducado.

Y no sé nada de nada.

Y no quería pensar ni en ti ni en la gente normal. No quería nada que no estuviera ahora mismo en mi mano.

Aunque a traición se me ocurren poemas sobre a qué hueles cuando te estás despertando.

Jag.
5_12_18



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